Henry Saldivar

Las relaciones vecinales de Chile

Durante el gobierno de Bachelet el contexto vecinal de Chile era más promisorio. Se mantenían cercanas relaciones con los Kirchner, se negociaba una agenda con Bolivia y se tenían relaciones formales con Perú con motivo del litigio abierto por este país en La Haya. Durante el gobierno de Piñera las relaciones con Argentina se caracterizan por sus altibajos, con Bolivia por la mutua incomprensión y con Perú por su ambivalencia.

Actualizado: 18 de setiembre de 2011 —  Por: Henry Saldivar

Las relaciones vecinales de Chile pasan por un período que los analistas llaman “complejo”. El presidente chileno, un multimillonario de derecha, está rodeado de presidentes izquierdistas. En el vecindario gobierna un ex –militar en Perú, un ex dirigente cocalero en Bolivia y una ex –abogada montonera en Argentina. Ninguno remotamente cercano a las actividades de un ex financiero.

La política exterior de Piñera se ha orientado en un primer momento hacia un continuismo de una Concertación con 20 años en el gobierno, dueña de una extendida legitimidad en al ámbito internacional, y luego se han presentado algunos matices. Hubo una comprensión mutua entre Piñera y el paruano Alan García para alinear sus respectivas diplomacias bajo el concepto -empleado por el Perú- de las llamadas “cuerdas separadas”: el litigio en La Haya y los negocios o migraciones corren por carriles separados.

Un primer negocio era sincronizar las bolsas de comercio del Pacífico, el que sumaba a México y que apoyaba EEUU, un proyecto que lideró en su minuto Alan García en las postrimerías de su segundo gobierno. Esto permanece en suspenso desde que Ollanta Humala fue electo nuevo Presidente de la República del Perú, dado que su promesa ha sido privilegiar UNASUR.

En Bolivia, las declaraciones de Morales que implican llevar su problema marítimo a los foros y tribunales internacionales complica la política chilena. En paralelo, agentes del Estado chileno engrillaron a soldados bolivianos para presentarlos ante jueces locales, al ser sorprendidos en un territorio fronterizo del lado chileno, en una situación que ha empeorado las relaciones bilaterales. Después de aquello, Chile se apega a los tratados y Bolivia a su secular irredentismo.

Con Argentina las relaciones son múltiples y diversas, con una diplomacia centrada en la creciente y compleja integración de ambos países. Actualmente, los mandatarios respectivos mantienen grandes diferencias en distintas materias de política exterior. El caso de Libia es uno: mientras Chile se puso tempranamente del lado de Inglaterra y Francia, Argentina condenó los ataques y las soluciones violentas de los países “civilizados”. UNASUR es otro ámbito de distanciamiento, mientras Argentina y Venezuela privilegian este organismo, Chile se muestra interesado en el desarrollo de la Alianza del Pacífico, y a esto se agregan problemas bilaterales en temas migratorios y asilo. El viaje anunciado de Cristina Fernández para fiestas patrias fue cancelado, optó por concurrir a París con las Madres de la Plaza de Mayo: un ex –guerrillero chileno en territorio argentino y un juez argentino acusado de crímenes de lesa humanidad en suelo chileno son la actual trama que está enrareciendo el ambiente político bilateral.

El actual gobierno chileno no está a sus anchas en UNASUR: está incómodo frente a tanto gobierno izquierdista. Ha intentado pertenecer a una Alianza del Pacífico que parece ser la contrapartida ideológica neoliberal del socialismo populista del ALBA. Entonces, el vecindario en vez de ampliarse se reduce a sub-alianzas, pero al final del día todos los caminos conducen a la integración de América del Sur, la verdadera casa grande de las repúblicas del sur.

En el futuro inmediato, queda estabilizar las relaciones con Argentina para concretar proyectos conjuntos que tienen como destino el Asia Pacífico. Ambos países han jugado un rol crucial en la proyección del Cono Sur hacia esa zona, que debe ser acrecentada.

Con Bolivia, Chile no tiene herramientas institucionales para involucrar a todos los ciudadanos en una cesión territorial con acceso al mar soberano como lo quiere ese país. Ningún presidente chileno haría tal cosa, si no mediara una consulta ciudadana bajo la forma de plebiscito o referéndum. De modo que los vecinos bolivianos pueden esperar a que se democratice la propia sociedad chilena, antes de tener una respuesta fundada a sus aspiraciones.

La incógnita es Perú y su inefable diplomacia. Su política de garrote por un lado, reclamando metros de terreno en la frontera, desconociendo la división en paralelo del océano y promoviendo un ambiente nacional anti bélico en contra del moderno armamento chileno. Su contrapartida de zanahoria, las promesas de acuerdos económicos, la civilizada conducta de acudir a los Tribunales Internacionales y el esmero de su diplomacia por convertir el reivindicacionismo en una causa justa y de buena vecindad. Chile parece apostar todo al peso de sus argumentos jurídicos y a lograr avances en acuerdos económicos.

En casa y en el vecindario algo no anda bien.



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