- ¿Esperabas una repercusión tan grande del anuncio de tu incorporación a Alianza Nacional?
- Sinceramente, no. Creo que todo hecho político en una campaña que ya está lanzada tiene repercusión, pero nadie esperaba esto. Generó rápidamente una reacción de difusión de equipos (por parte de Lacalle) que no estaba sobre la mesa en ese momento.
- ¿Cómo estás viviendo este regreso a la política, tras aquella experiencia en el gobierno de Lacalle?
- Me fui de la política hace 15 años y fue una experiencia que tuvo elementos muy positivos, sobre todo humanos, de crecimiento, de conocer cómo es la gente en los distintos roles en los que actúa en la vida. No había pensado en volver. De algún modo el bichito me picó por primera vez cuando hace dos años me llamó mi amigo Luis Alberto Heber, a fines de 2006, y me comentó que quería ser candidato a la Presidencia. Empezamos a conversar. Al año siguiente lo acompañé asesorándolo en una interpelación al ministro de Economía.
Después me encontré en la playa el verano pasado con Jorge Larrañaga y me dijo que le gustaría charlar conmigo. Antes había charlado con Lacalle, después de mucho tiempo sin vernos. Pero mi intención era no embretarme con un sector político y llegar así hasta fines de junio.
En este verano modifiqué mi punto de vista porque me di cuenta de que es imposible en una campaña electoral en la que hay intensidad, en la que hay debate. Por más que los blancos tenemos un denominador común muy grande, hay diferencias. No es casual, no es artificial la interna, es muy natural.
Entonces hice distintos análisis y me di cuenta de que no podía seguir en esa equidistancia utópica en la que estaba. No dudé en acompañar a Larrañaga, con quien en los últimos meses se había dado una relación más frecuente. Me pareció importante la capacidad de diálogo que él ha demostrado, la posibilidad de tender puentes, poder sentarse a comer un churrasco con el Pepe Mujica. Es un elemento muy positivo para un Uruguay que viene complicado y que se va a complicar con esta crisis. Y el equipo, el equipo... Porque había una impresión en mucha gente como que Larrañaga no tenía equipo. Y cómo que no… Yo lo fui conociendo y hay un montón de gente de primer nivel.
- ¿Cuáles son las dificultades que pensás que puede tener Lacalle para dialogar?
- No por Lacalle, sino por la percepción que se puede tener de él. Hay veces que uno está condicionado no por uno mismo, sino por la percepción que se tiene de uno.
- ¿Cuál creés que es la percepción que se tiene de Lacalle?
- Lo que pasa es que una persona que tiene una trayectoria política más extensa, que fue presidente, va generando acciones y reacciones. El otro día cuando fue a ver al PIT-CNT con muy buena intención me pareció fenómeno. Pero posiblemente en el PIT-CNT pueda haber una reacción ante alguien que ya fue presidente por lo que fue la relación en ese momento. En cambio, con uno que no fue presidente hay un territorio por explorar en todo caso.
- En ese caso la experiencia de gestión sería un problema…
- Así como tiene un elemento muy positivo también puede tener elementos negativos.
- ¿Tu experiencia anterior en el gobierno creés que en algún punto puede jugar así?
- Puede jugar para quienes actúan en la vida con preconceptos en un país donde es muy habitual poner etiquetas. Dicen “Haedo liberal” o “Haedo no sé qué…” El problema no es mío, el problema es de ellos que se quedaron congelados hace 20 años. Creo haber evolucionado, aprendido de la experiencia. Uno vive, uno aprende, uno cambia de punto de vista, uno se enriquece. ¿No lo hizo Astori? Astori lideró un cambio de punto de vista sobre la política económica en el Frente Amplio, se rodeó de economistas profesionales de muy buen nivel.
Astori y yo teníamos diferencias enormes a principios de los noventa cuando se discutían los proyectos de ley del gobierno de Lacalle. Seis años después, en un programa de Sonia Breccia comprobamos que estábamos mucho más cerca que antes. Bueno, desde ese programa pasaron 12 años más. Entonces, eso es consecuencia de madurar, de vivir, de experimentar, de ser abiertos. Quedarse con lo que uno dijo hace 20 años…
- ¿Por qué creés que puede costar tanto sacarse esas etiquetas?
- Porque creo que es muy uruguayo eso de poner etiquetas. Es muy uruguayo. Pero es un tema cultural en todo caso.
- En ese sentido, ¿qué líneas de aquella gestión que tuviste mantendrías y cuáles cambiarías? ¿Qué sería diferente en una eventual gestión a partir de 2010?
- Hay muchas cosas que se mantendrían. Procurar una conducta fiscal, la lucha contra la inflación, intentar con éxito abatir los índices de pobreza que después de aquel período nunca volvieron a esos niveles que tuvimos. Es decir, el Uruguay de siempre que al mismo tiempo hacía las cosas bien en la parte fiscal, financiera y en la parte humana y social. En lo que yo evolucioné más fue en cuanto a determinada visión sobre la economía respecto a si la inflación tenía un origen monetario o no. En aquel momento me afiliaba mucho a esa idea de que la inflación era 100% culpa del dinero y hoy no comparto ese punto de vista. Es más, se lo critico a las autoridades.
- ¿Qué harías en ese plano?
- Ser mucho más pragmático. Por ejemplo, no comparto lo que se hizo hace unas semanas de subir mucho la tasa de interés con la consecuencia de que el dólar bajara en un momento en que el contexto lleva a que Uruguay haya perdido mercados. Si encima en lo interno baja el dólar, la pérdida de competitividad es muy seria.
Además, hay una inconsistencia de políticas y lo que no se está haciendo en materia salarial y fiscal, se hace mucho más (en lo monetario). Si yo tengo tres cuerdas para tirar de un camión y hay dos cuerdas que no uso, tengo que tirar mucho más de la otra. Se está abusando de una por no usar las tres simultáneamente.
- Decías que serías más pragmático. ¿Qué implicaría ese pragmatismo?
- Considerar todos los factores que influyen en la inflación y no solamente el monetario.
- ¿Qué otras políticas cambiarías en una eventual gestión?
- Yo creo que habría que ir a un nivel más avanzado de relaciones laborales. En Uruguay se sigue pensando en la confrontación entre empresarios y trabajadores y el mundo va por el lado de la cooperación. Aterrizar eso en consejos de salarios diseñados de un modo distinto, con pautas que tiene que dar el gobierno, que da el marco y el contexto, pero no puede desequilibrar la relación en un sentido o en otro. Tiene que buscar el mayor nivel de casuismo posible. Si yo digo que todos los salarios van a subir tanto, algunos van a decir que no hay problemas y que pueden pagarlo. Otros, dirán que con eso se ahogan. Entonces, cuanto más baje al nivel de una empresa, más posibilidades hay de que yo le pegue justito al nivel que puede dar y no haya petizos que se ahoguen en un nivel que los supere.
- En los últimos días varios dirigentes han llamado la atención sobre que Larrañaga promete un aumento del gasto en seguridad, en salud, mantener el que se hace en educación, etcétera, y al mismo tiempo habla de un ahorro para generar políticas anticíclicas. ¿Cómo se hace eso?
- Yo creo que todos los candidatos están en una posición muy parecida en cuanto a decir que, por un lado, hay asignaturas pendientes, hay carencias que hay que cubrir, pero, por otro lado, tenemos una restricción fiscal porque no sabemos además cuál va a ser el estado de situación en que se reciba el gobierno.
Larrañaga tiene muy presentes los riesgos de que la crisis empeore los números fiscales.
Lo de las políticas anticíclicas es algo a lo que Uruguay va a ir, cualquiera sea el gobierno que gane. Es una asignatura pendiente, el paso adicional que nos debemos todavía para ser libres, independientes, como es Chile. Chile desde el año 90 que no sabe lo que es el Fondo Monetario Internacional (FMI) porque no le interesa, tiene autonomía. Cuando había vacas gordas, generaba ahorros…
- Ahí hay una diferencia con Lacalle que volvió a hablar de recurrir al FMI.
- Sí, yo no estoy para nada de acuerdo con eso. Creo que el FMI puede ser, en todo caso, el último rubro del menú cuando uno está realmente complicado, es como el CTI. Hace unas semanas escribí una columna donde digo por qué no al FMI y fundamento los problemas que nos ha traído el FMI por intentar aplicar en Uruguay políticas que no son aptas para Uruguay, por ejemplo la monetaria.
- ¿Qué otras diferencias de política económica ves entre una gestión de Larrañaga y una de Lacalle?
- Yo lo que veo es que desde el lado de Lacalle se sigue en muchas oportunidades hablando siempre de la plaza financiera, como en octubre del año pasado en Zonamerica cuando compareció con Ignacio De Posadas. Es un sector importante, pero no lo destacaría sobre otros. Si tengo que destacar, destaco el sector que en lo personal más quiero y además es el que está en las raíces de nuestro país: el agropecuario. Es el que nos sacó de la crisis pasada. Además, las agroindustrias que toman la materia prima agropecuaria y la procesan y el sector que más ha crecido en los últimos 15 años que es el de la logística, el país de servicios.
Yo veo con entusiasmo el país con desempleo cero en ingenieros y estudiantes avanzados en ingeniería. Veo con entusiasmo cuando hay una migración de ingenieros agrónomos del asfalto al campo como ha estado pasando y creo que va a volver a pasar cuando pase la sequía y la crisis internacional. Ese es el país que yo veo.
- ¿Creés que Lacalle no lo ve?
- No digo que Lacalle no. Digo lo que veo yo.
- Pero yo te preguntaba por diferencias…
- Insisto: la diferencia es que yo veo que se sigue recurriendo a un sector plaza financiera. Yo veo que el éxito del pasado reciente está en esto otro.