Desde el anuncio de la muerte de su máximo dirigente, el 19 de diciembre, Corea del Norte ha intensificado el culto de la personalidad de Kim Jong-il y de su hijo y sucesor Kim Jong-un.
La agencia oficial del régimen ha exaltado el altruismo del nuevo número uno, quien envió bebidas calientes a los ciudadanos que a pesar del riguroso invierno coreano vinieron a presentar sus pésames por la muerte de su padre.
"Tiene un gran corazón. El afecto demostrado por Kim Jong-un a su pueblo entristecido pasará a la posteridad", destacó KCNA.
El joven Kim, tercer representante de la dinastía fundada por su abuelo Kim Il-sung, aún no ha igualado oficialmente las hazañas de su padre, que entre otras muestras de su poder en 1994 hizo hoyo de un único golpe en 11 de los 18 del recorrido de golf.
Después del fin del reinado de 17 años de Kim Jong-il, marcado por una feroz represión contra opositores reales o imaginados, la televisión del Estado mostró multitudes de civiles y militares llorando copiosamente delante de su féretro o delante de los retratos gigantes colocados en lugares públicos.
Desde tierna edad los norcoreanos aprenden a cantar las hazañas de Kim Jong-il, que según la leyenda nació en el monte Paektu, lugar sagrado para los coreanos, aunque los historiadores coinciden que nació en Siberia, donde su padre Kim Il-sung estaba exiliado de los colonizadores japoneses.
La muerte de Kim Jong-il ha sido ridiculizada en la red Internet en todo el mundo, pero pocos norcoreanos pudieron ver las bromas, porque las redes sociales que sirvieron de apoyo a las revueltas recientes en el mundo árabe son casi inexistentes en el país.
Existe un sistema de intranet llamado Kwangmyong, firmemente controlada por las autoridades y centrada en las informaciones nacionales.
"Corea del Norte funciona como en los años 1950 y 1960", explicó Andrei Lankov, profesor de la Universidad Kookmin, de Seúl. "Debe existir un enorme número de computadoras que no están conectadas a la red Internet, porque eso está prohibido", dijo.
Las radios proporcionadas por las autoridades "poseen apenas una frecuencia fija, que permite escuchar solamente los programas oficiales".
Más allá de la información, los desplazamientos son también estrictamente limitados, reduciendo la posibilidad de cambios: la mayoría de los norcoreanos no puede salir del país, y los escasos extranjeros autorizados a ingresar raramente pueden ir más allá de su capital, Pyongyang.
Algunas pocas noticias, sin embargo, se filtran hacia el sur, a través de cintas de video que circulan en la clandestinidad o emisiones de radio captadas de la misma manera.
Pero Pyongyang mostró una vez más su capacidad de contener la información al mantener durante dos días el secreto sobre la muerte de Kim Jong-il, antes de anunciarla al mundo mediante una presentadora en lágrimas, en la televisión del Estado.
Es difícil evaluar en qué medida el pesar mostrado en las imágenes oficiales es sincero, ya que el régimen controla a la población que traslada a los lugares de homenajes.
Sin embargo, norcoreanos que huyeron a Corea del Sur afirman que los años de adoctrinamiento pueden en parte explicar esta tristeza por Kim Jong-il, que ejerció el poder durante las hambrunas en la década de 1990, que habrían dejado centenas de miles de muertos.
"El lavado de cerebro en el Norte es tan eficaz que me puse a llorar al conocer la noticia de la muerte de Kim Jong-il. Sin embargo, yo dejé Corea del Norte hace años y odiaba a ese personaje", dijo Lee Hae-young, director de la asociación de exiliados norcoreanos, en Seúl.
(AFP)