Rolón y sus historias de diván

Es el psicólogo de más alto perfil en el país más psicoanalizado. Durante años fue el compañero ideal para Alejandro Dolina y ahora se lanzó solo. Gabriel Rolón estuvo en Montevideo para presentar Historias de Diván y conversó con 180 sobre el piscoanálisis y los medios.

Actualizado: 23 de octubre de 2008 —  Por: Redacción 180

Rolón y sus historias de diván

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—¿Por qué contar las historias de diván? ¿Cuál es el atractivo que encontrás que puede tener en la gente trasmitir algo que es tan íntimo y tan privado, desprenderse uno de sus historias en un diván?

—Lo que me motivó a escribir las historias y el libro en este formato más que nada fue una especie de acto de rebeldía, si querés una rebelión analítica. Vos sabrás que Buenos Aires es una ciudad con muchos psicólogos. Y Argentina en general es un país muy psicologizado, pero nosotros los analistas veníamos siendo bastante maltratados. Había salido El libro negro del psicoanálisis, las revistas semanales hablaban mal del psicoanálisis; el colmo fue la revista Noticias, que puso en una tapa “Osho vence a Freud”, y ahí me agarró la chiripiorca. ¿Qué tenemos que ver con Osho?

—Supongo que también allí, a partir de lo que me decís, influyó la selección. Hay una variedad interesante en los ocho temas, abarcan lo que casi a todos nos puede pasar en algún momento.

—Fue una de las variables del porqué de la elección. Imaginate que cuando yo le digo a Planeta que quiero hacer este formato, me miraban... Entonces elegimos casos que tuvieran un abanico tal que en algún punto a alguien pudiera resultarle interesante o se pudiera identificar con una parte de las historias. Eso estuvo a la hora de elegir esos casos, fue uno de los criterios de elección.

—¿En todos los casos te dijeron que sí? Porque vos contás que tuviste que llamar para pedir permiso, más allá de que les cambiaras el nombre y algunos datos para que no los identificaran. ¿En todos los casos te dijeron que sí, o hubo gente que dijo “mejor no”?

—No, todos me dijeron que sí. Para el segundo libro hubo alguien que me dijo que sí y a mitad de camino me dijo que no.

—Porque ahora estás…

—Estoy escribiendo el segundo, que también son historias reales, pero tiene un formato distinto, no es Historias de diván 2. Una vez me dijo Roberto Pettinato (conductor del programa Duro de domar): “Primero te odio, porque yo te inventé y vos vendiste más que yo”, cosa que no era cierta, porque en televisión yo empecé con él, pero soy más un invento de Alejandro Dolina que de Pettinato, si es que algo le debo...

—Con Pettinato hacías más de psicólogo.

—Claro, Pettinato me dio el lugar de psicólogo. Somos muy amigos también con Pettinato. Y la otra cosa que me dijo fue: “Cuando escribas el segundo, no se te ocurra ponerle Historias de diván 2, aunque copies el mismo libro”

—Y le vas a hacer caso.

—Sí, porque aparte no va a ser una Historias del diván 2, va a tener en su formato cosas un poco diferentes.

—Hablando de algunos riesgos que se pueden correr con este libro, uno que se me ocurre en principio…

—¿Riesgo mío o del lector?

—Tuyo, en principio. Capaz que es una burrada técnica con el psicoanálisis, pero que conozcan parte de tu técnica, ¿es un riesgo? ¿Que el nuevo paciente sepa más o menos “así la va llevando”?

—No, porque las cuestiones técnicas del psicoanálisis, si a alguien le interesaran, se pueden estudiar. A lo sumo lo que los pacientes van a saber, lo que mis propios pacientes saben… porque hay pacientes sobre los que yo escribí que todavía se están analizando conmigo, y por ahí me han dicho: “Yo cuando te conté tal cosa nunca me imaginé que a vos te pasó tal otra” que aparece en el libro. Y eso está bien, porque el paciente no se tiene que imaginar lo que nos está pasando; eso es nuestro, tenemos que tratar de que no se inmiscuyan nuestras emociones en el análisis. Pero no, a lo mejor lo que sí saben los pacientes ahora –y eso está bien– es que me pasan cosas, emocionales, intelectuales, disyuntivas, no es que estoy ahí para tirar una respuesta que tengo guardada en el cajón, sino que cada caso me mueve cosas diferentes, y en algunos casos hay que pensar mucho lo que se va a decir, e incluso a veces a uno no se le ocurre nada. Es así, desgraciadamente; ojalá tuviéramos la respuesta para todos.

—¿Hay riesgo de quedar como “el psicólogo inteligente” al plantearse el entendimiento del paciente, cómo viene, y poner tus propios apuntes allí?

—Yo traté de no quedar estigmatizado. Me pasó algo con este libro, en función de esto que vos decís. Varias veces me dijeron: “Claro, pero sus casos terminan todos bien, usted elige casos en los que siempre le va bien”. Y yo en el momento no me di cuenta, pero cuando me lo dijeron por segunda o tercera vez, fui a los casos y dije: pero una de las pacientes se muere; el último caso ni siquiera entra en análisis, después de las entrevistas se va; en el caso de infidelidad lo único que digo es que están en medio de una tormenta cada uno haciendo su análisis a ver si la remontan…

Entonces es mentira que yo escribí casos que terminan bien, pero hay algo que me encantó de esa lectura: y es que en todos los casos se devela algo del orden de la verdad oculta. Creo que a la gente le parece que termina bien porque se devela una verdad, y la asociación entre el develamiento de la verdad y el bienestar sí es algo que me gusta, porque es bueno y es sano que se develen cosas, aunque no terminen bien los casos. Yo traté de no quedar en ese lugar del tipo que tiene respuesta para todo, por eso mismo a veces planteo mis confusiones, mi miedo, momentos de mi propio análisis, cuando yo voy y le digo a mi analista “no sé qué hacer con esto”, planteo mis inseguridades.

—Dejé este riesgo para el final, por gusto: ¿riesgo Bucay hay?

—No; que se me asocie con Bucay es algo inevitable, porque los dos somos psicoterapeutas, los dos trabajamos en radio, los dos hicimos televisión, los dos escribimos libros; casi no hay otra persona con la que se me pueda asociar. Y a mí no me molesta, porque Jorge es un profesional, es médico. Tenemos diferencias: el es médico y yo soy psicólogo, él es gestáltico y yo soy analista, él escribe libros más por el lado de la autoayuda, yo traté de distanciarme de la autoayuda, tampoco porque critique eso sino porque no es lo que yo siento. Tenemos muchas diferencias, pero también tenemos similitudes, entonces no me molesta. Más me molestaría que me compararan con Osho.

—¿Cómo te llevás con lo mediático? Tengo una nota aquí que salió en el suplemento “Mujer”, de Clarín, con un copete que dice: “Conduce Noches de diván en radio Mitre, acompaña a Elizabeth Vernaci en Rock and pop, está escribiendo su segundo libro –el primero, Historias de diván, fue best seller–, en televisión es panelista de RSM y estrenó ciclo propio en América, Terapia, única sesión, pero ningún ítem de este inventario asegura qué es lo que le importa profesionalmente. Lo principal para Gabriel Rolón es que es el psicólogo con más alto perfil del país en su consultorio, donde lo visitan más de 40 pacientes”.

Si uno llega a Argentina y lee esto, dice: “Este es un tipo supermediático, está en todos lados; y además es el psicólogo de más alto perfil del país psicoanalizado por excelencia”. ¿Cómo te llevás con eso?

—Lo mejor que puedo. Creo que es así, asumo y admito que en este momento soy el psicólogo con más alto perfil de mi país, lo cual quiere decir que soy el psicólogo de más alto perfil casi… no te digo en el mundo pero más o menos. De hecho, cuando hicieron el homenaje a Freud por los 100 años de su escrito más fundacional, Tres ensayos para una teoría sexual, de la televisión austríaca me vinieron a buscar a mí. Para mí era muy raro que vinieran de Viena, del lugar donde nace el psicoanálisis, hasta Argentina a hacerme una nota a mí, a decirme: “A ver, usted va a hablar del psicoanálisis hoy”. Y hace poquito salió una nota en Alemania sobre el fenómeno de la psicología, y me vinieron a buscar a mí.

Para mí es muy fuerte eso, a veces me halaga, a veces me asusta un poco. Si mediático es alguien que trabaja en los medios, yo soy mediático; si ser mediático es sinónimo de farandulero, yo no soy mediático, porque no sé adónde va a tomar cosas la gente del espectáculo cuando termina sus programas, no sé cuál es el boliche de moda o el restaurante donde se encuentran todos. Desconozco totalmente eso y tengo una vida totalmente por fuera, las personas de los medios que veo es son mis amigos, me voy a comer una pizza a la casa del Negro Dolina porque cumple años o porque somos amigos, o me cruzo y me tomo un café con Pettinato porque trabajamos juntos y somos amigos, pero no participo en esas reuniones. No porque esté en contra, sino porque tengo otro estilo de vida; yo me levanto muy temprano todos los días para atender mis pacientes. Trato de no quedar mal con la gente de los medios en Argentina y de eludir situaciones complejas.

—¿En un momento dijiste “hasta acá fui, me retiro a mi psicoanálisis nada más”?

—El año pasado, sí, el año pasado pensé que este año no iba a estar haciendo nada. Y este año estoy en un infierno.

—Estás haciendo de todo.

—Me fui de lo de Dolina el año pasado porque no me quería acostar más tarde…

—Te iba a preguntar, porque decís “me levanto muy temprano”; es raro, la gente que vive en un programa de 12 a 2 de la madrugada vive de noche casi siempre, cenás después.

—Sí, yo hice 15 años eso, entonces dije “basta”, porque imaginate que no me habría ido del programa número uno, que tiene el 55 por ciento de la audiencia, ganaba mucha más plata que la que gano hoy conduciendo mi propio programa, me venía a Montevideo y era un tipo que llenaba la Zitarrosa con Alejandro… Dejé todo eso para ganar la mitad, acostarme a la misma hora e ir segundo, porque Dolina es invencible.

Yo pensaba: “Me voy de lo de Alejandro, no hago televisión, entonces vamos a hacer una vida un poco más calma…”. Y surgió esto del programa propio de televisión, el programa propio de radio, me vinieron a buscar. Y la verdad… imaginate que sos un jugador de fútbol y decís: “Por tres meses no quiero entrenar, me voy a dedicar a mi familia”, y justo te llaman de la celeste y te dicen: “¿Querés jugar?”. La verdad es que yo iba a descansar con mi familia, pero no me puedo privar de eso, ¿cuántas veces me van a llamar? Me pasó algo de eso, porque me llama radio Mitre –las dos radios más importantes de Argentina son la 10 y Mitre, en una está Dolina y en la otra me llaman a mí para conducir– y dije: “¿Cuántas veces me va a pasar esto? Postergo un poquito mi descanso; igual no hago tele”. Y me llamaron de la tele, programa propio y eso, y terminé envuelto en un año muy complicado.

—¿La vas llevando...?

—La voy llevando, la voy llevando con mucho agotamiento y con un gran cariño de mi gente.