Se terminó el sueño. No habrá medallas para Uruguay en los Juegos Olímpicos. El fútbol tuvo un torneo para el olvido y se vuelve tras una pésima primera ronda en la que no superó en el juego a ninguno de sus tres rivales.
Frente a Emiratos Árabes alcanzaron 15 minutos del segundo tiempo pero contra Senegal y Gran Bretaña eso no sirvió. Uruguay fue un equipo lleno de problemas defensivos, con poca contención en el medio campo, escasa elaboración y errático para resolver. Con ese panorama no se podía esperar otra cosa que la eliminación.
La sensación que genera el resultado es de enorme frustración. Había una euforia colectiva fogoneada por los medios que descontaban una medalla sin saber siquiera el calibre de los rivales.
Es cierto que el presente justificaba la ilusión. Sin embargo no hubo respuestas ante la adversidad y el resultado fue el menos deseado por todos.
Pero más que nunca se hace necesario pedir, y hasta exigir, cordura y criterio a la hora de criticar. Sobre todo a los responsables de analizar las causas. Es un mal resultado que duele pero que no puede tapar el bosque.
Eso no significa que se justifique el rendimiento del equipo pero sí que se considere que es parte de un mal momento dentro de un proyecto exitoso a todas luces.
La selección uruguaya quedó eliminada de los Juegos Olímpicos sin atenuantes. Tabárez nunca le encontró la vuelta al equipo y prueba de ello fueron los constantes cambios, sobre todo en el fondo. Empezó con línea de tres y luego pasó a línea de cuatro. Utilizó a Matías Aguirregaray en el primer partido del debut y lo volvió a colocar ante Gran Bretaña. Puso a Ramón Arias como lateral derecho, como lateral izquierdo y en el segundo tiempo del tercer partido lo colocó como central, Emiliano Albín jugó por los dos costados y Alexis Rolín terminó como lateral izquierdo. Sebastián Coates fue el más claro de una defensa llena de baches. Para peor el arquero tampoco transmitió seguridad.
En el medio el compañero de Egidio Arévalo Ríos fue Maxi Calzada al principio y Diego Rodríguez al final.
Y tampoco hubo certezas para construir fútbol. Nicolás Lodeiro fue suplente en el primer partido, titular en el segundo y suplente en el tercero. Jonathan Urretaviscaya jugó algunos minutos sin lucir. Tabaré Viudez tuvo su posibilidad en el último partido.
Para completar el panorama también estuvieron torcidos los que tuvieron la confianza del DT. Gastón Ramírez tuvo solo momentos, Arévalo Ríos jugó por debajo de lo que lo hace en la mayor y tanto Luis Suárez como Edinson Cavani, quizá mal físicamente tras la extenuante temporada europea y las vacaciones, fueron una sombra de lo que son.
Así, la selección se vuelve con tres puntos en nueve, dos goles a favor y cuatro en contra. Además, recibió goles en todos los partidos y solo marcó en el debut.
Contra Gran Bretaña, la celeste volvió a correr detrás de la pelota. Los locales la controlaron con la sobresaliente tarea de Tom Cleverley y Aaron Ramsey para luego cargar el fútbol por el sector de Bellamy quien volvió loco a Arias.
Uruguay marcaba mejor que en partidos anteriores. Coates y Rolín estaban firmes atrás y Arévalo Ríos con el Torito Rodríguez quitaban en el medio. Pero la pelota no duraba nada en poder de la celeste. Entonces de nada servía los tres volantes que había puesto Tabárez delante de Egidio y el Torito.
En el final del primer tiempo llegó el gol de Daniel Sturridge quien le ganó la espalda a un desatento Arias y definió casi en la línea.
En el segundo período los nervios devoraron a Uruguay. Rolín pasó al lateral para marcar a Bellamy y lo controló un poco mejor pero aún así la pelota siguió en poder de Gran Bretaña que tuvo algunas ocasiones para aumentar.
Uruguay generó un par de posibilidades a base de esfuerzo aunque sin claridad. Suárez tuvo un par, Cavani otra y sobre el final Ramírez metió un tiro en el ángulo.
La celeste peleó hasta el último instante. Pero con eso solo no alcanzó. Faltó juego a lo largo de todo el torneo y la consecuencia está a la vista.