Quienes pasean por el hermoso y cuidado Central Park de Nueva York difícilmente puedan imaginar que ese lugar alguna vez sirvió de hogar para familias sin techo. Un verdadero asentamiento en medio de Manhattan. En tiempos de la Gran Depresión que siguió al crisis del ‘29, varias ciudades estadounidenses vieron aparecer cantegriles que popularmente eran conocidos como “Hoovervilles”, en una irónica referencia al presidente Herbert Hoover, quien era acusado de haber arrastrado al país a esa situación.
Casi 80 años más tarde, la historia se repite. El programa de televisión The Oprah Winfrey Show reveló que hay familias viviendo en un asentamiento en la ciudad de Fresno, California, sin agua corriente, electricidad ni baños. Como todo lo que presenta el programa de Winfrey, la persona más influyente de los medios estadounidenses, el tema se instaló en el debate público y desnudó una realidad que cada día es más difícil desconocer.
Personas que perdieron su casa, su trabajo y fueron arrastradas por la crisis encontraron en estos campamentos la única alternativa de vivienda. Según el diario The New York Times, en un primer momento los sin techos que vivían ahí eran trabajadores rurales zafrales, pero ahora la recesión amplió el grupo de los desamparados. En esos asentamientos pueden encontrarse a centenares de “nuevos indigentes”, quienes en tiempos de bonanza eran desde electricistas hasta choferes de camión.
El asentamiento de Fresno que mostró Oprah Winfrey se convirtió en emblema de esta realidad. En esta ciudad de 500.000 habitantes, 2.000 personas viven en carpas instaladas a los costados de las autopistas y debajo de los puentes. La emisión de esta cruda realidad a las 4 de la tarde y en televisión nacional, obligó a las autoridades locales a improvisar una solución.
Pero el problema parece estar lo suficientemente extendido como para combatirlo solamente a nivel local. Según cifras de la organización National Alliance to End Homelessness, cada año 600.000 familias estadounidenses pasan por alguna situación que las puede catalogar como “sin techo”. Y estas cifras todavía no cuentan los cambios que trajo la nueva situación económica y del mercado laboral estadounidense. Lo peor todavía puede estar por venir.