En un artículo recientemente publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences se reporta que, en EEUU, mostrar los beneficios ambientales de un producto en su etiqueta hace que los conservadores sean menos propensos a comprarlo, incluso si el producto es más barato o tiene beneficios económicos (para el experimento se usaron lámparas de bajo consumo).
Parece existir una crisis de comunicación y accionar del sector ambiental en EEUU. El porcentaje de personas que en EEUU se describe como activista ambiental cayó de 17 a 16% desde 2000 y el porcentaje de personas que no son activistas pero simpatizan con el tema cayó de 55 a 42% desde el mismo año. Al mismo tiempo, se duplicó el porcentaje de personas que “no simpatizan” con el tema.
Esto que sucede con los conservadores en EEUU es similar a lo que sucede con parte de la clase política en Uruguay, el mensajero les nubla la interpretación del mensaje. Cuando un tema es denunciado por los ambientalistas, el mismo es ignorado y los ambientalistas tratados de alarmistas. Tiempo más tarde se terminan tomando medidas para intentar solucionar lo que han denunciado. Lamentablemente se hace tarde y generalmente sin involucrar a estos grupos en la discusión y toma de decisiones.
Las denuncias sobre la calidad de los cursos de agua son un perfecto ejemplo de esta situación. Luego de años de que los ambientalistas alerten sobre el tema y sean ignorados o tratados de alarmistas, el gobierno emite un comunicado en el que describe 10 medidas de carácter genérico para “controlar, detener y revertir el proceso de deterioro de la calidad de agua y asegurar la calidad y cantidad del recurso hídrico.” Se concluye entonces que las denuncias de los ambientalistas algo de sustento tenían.
Esto lleva a reflexionar sobre la percepción que se tiene de los ambientalistas en nuestro país. Hace algunos años desde sectores de la política partidaria se calificó a los ambientalistas como “izquierda Cholula” y a un grupo de activistas como “culitos con brushing”. Vaya uno a saber que encerraban esas categorizaciones que distan de parecer afables. Más cerca en el tiempo, el presidente José Mujica durante un discurso se refirió a los “ecologistas” cual bufón, al tiempo que los cortesanos celebraban con risotadas.
¿Quiénes son estas musas de definiciones creativas y discursos festivos?
De acuerdo con la Real Academia Española, ambientalista es:
Dicho de un científico: Especializado en el estudio del medio ambiente.
Dicho de una persona: Que se preocupa por la calidad y la protección del medio ambiente
La definición, que no especifica si el ambientalista se hace brushing, ni dónde, es una definición general que abarca una diversidad enorme de personas, ya que los “ambientalistas” son muchas cosas, son probablemente uno de los grupos más heterogéneos con que uno puede encontrarse. En un momento uno puede verlos como un ser lejano y exótico y al instante siguiente como un colega de causa o una mente sincrónica. También puede suceder lo contrario, un día puede ser un vecino o “hermano” y al día siguiente un rival o un “enemigo”, “antipatriota”, culito con brushing.
Habrán notado la distinción que hace la RAE entre el científico y la persona. Es una importante distinción ya que mientras los científicos especializados en el estudio del medio ambiente se forman lentamente, las personas preocupadas por el medio ambiente muchas veces lo hacen en forma espontánea, reactiva. Por eso es que en un instante pueden pasar de un lado al otro del cuadrilátero virtual. El tema ambiente tiene esa condición de poder metamorfosear a una persona de forma rápida y radical.
A modo de ejemplo, un productor rural de la zona de Valentines en Uruguay pasó a ser catalogado en poco tiempo de productor rural a “ambientalista”. Lo mismo sucedió con “vecinos de Gualeguaychú”, y otros tantos individuos, vecinos y grupos que surgen como “ambientalistas” en reacción al sufrimiento de un potencial deterioro ambiental que se traduciría en un deterioro en su calidad de vida.
Los ambientalistas, al preocuparse por la calidad y la protección del medio ambiente como define la RAE, se están preocupando por la protección y la calidad de la vida de la sociedad, de los grupos, de los individuos. Al denunciar, muchas veces influyen negativamente sobre intereses particulares y sectoriales que ven atacada su percepción del mundo, su fuente de ganancias económicas y su estilo de vida. Quien se opone a que lo fumiguen es resistido por quienes dependen de un sistema productivo basado en la aplicación de agro-tóxicos. Quien denuncia la contaminación de los cursos de agua está poniendo presión en industrias que ahorran millones contaminando un bien público.
Pero además, el ambientalista es percibido como un ser radical, basado en lo ético. Sin embargo, el ambientalista tiene generalmente datos empíricos en los que basar su ética. Muchos ambientalistas son muy racionales y basan sus principios éticos en la racionalidad y en datos empíricos de la realidad. Pueden combinar su racionalidad con una pasión por el ambiente porque los datos sobre el estado del ambiente y su influencia en la sociedad así lo ameritan.
Pasemos entonces del ambientalista al ambiente, veamos algunos ejemplos globales y nacionales de esos temas que hacen que el ambientalista sea tan “radical” y expongamos la racionalidad y evidencia en la que se basan. Para hacerlo, veamos un par de temas de importancia para la sociedad: La salud, la economía.
Respecto a la salud: De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (lejos de ser un paladín del ambiente), el 25% de las muertes es atribuible a factores ambientales y entre el 30 y el 40% de las enfermedades de los niños son atribuibles a estos factores. Gran parte de esto se explica por enfermedades relacionadas con acceso al agua y contaminación del aire dentro del hogar, pero existe evidencia creciente sobre otros factores más difíciles de aislar y asociar como los químicos utilizados en el hogar o en la agricultura.
En Uruguay la contaminación con plomo ha sido un ejemplo emblemático de como la falta de políticas ambientales adecuadas pueden tener efectos devastadores en familias enteras, destruyendo el futuro de decenas de niños.
Respecto a la economía: Casi la mitad de todos los trabajos del mundo dependen de los bosques, las pesquerías y la agricultura. La naturaleza nos provee de servicios ambientales como purificación de agua y aire, polinización, protección de suelo, protección frente a desastres y otros tantos por miles de millones de dólares cada año. El reporte Stern (otro que está lejos de ser un protector del ambiente) señala que los costos del cambio climático pueden ser equivalentes al 5% del PBI mundial por año. Una bestialidad.
En Uruguay, un informe de la CEPAL señala que los costos del cambio climático al 2100 podrían representar el 25% del PBI.
Hay muchísimos otros ejemplos que demuestran la situación ambiental y su impacto en la sociedad y los estaremos viendo en futuras columnas. Existen entonces muchísimas razones de peso para proteger al medio ambiente y para, al menos, escuchar lo que los ambientalistas quieren discutir o defender. Cuando se está frente a un ambientalista no hay que apurarse a juzgarle en base a la ética o menospreciarlo por su ocupación o interés. Puede que el ambientalista moleste, puede que proponga cambios incómodos, pero los datos indican que más allá del grado de cholulez y el lugar elegido para el brushing, los ambientalistas tienen algo para aportar en el camino hacia una sociedad más justa, racional, moderna y saludable.
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