Diego Muñoz

La renovación está delante de los ojos

La victoria ante Venezuela sirve porque la celeste mantiene su chance de ir al Mundial pero, sobre todo, porque paró un tsunami que se hubiese llevado todo puesto.

Actualizado: 13 de junio de 2013 —  Por: Diego Muñoz

Uruguay derrotó a Venezuela y se acomodó en la tabla. Eso es lo visible, lo que todos celebran. Y está bien que así sea. La felicidad del pueblo futbolero pasa en buena medida por los resultados de la selección.

En Puerto Ordaz, el equipo volvió a exhibir algunos de los atributos que lo caracterizaron en sus mejores momentos. Firmeza, convicción, solidez, concentración, fueron sus credenciales desde Sudáfrica en adelante. El diferencial lo hizo el rendimiento superlativo de sus delanteros. Es que Uruguay, que nunca fue un ballet, menos podía serlo en un partido en el que se jugaba su futuro deportivo y en el que no tenía a su principal figura. En una final, como la que tocaba en el Cachamay, no había espacio para lujos. Se necesitaba tensión competitiva. Y la selección la tuvo. Eso le permitió recuperar en una noche muchas de las cosas que había ido perdiendo con el transcurso de la Eliminatoria. La celeste reencontró buena parte de su identidad en un momento decisivo. Los jugadores pueden mirarse al espejo que se van a reconocer.

Casi siempre lo que pasa en la cancha determina lo que sucede afuera. Y ahí está el principal valor de la victoria. Una derrota hubiese sido como un tsunami arrasador. Nada de lo hecho hasta ahora hubiese valido. Cual aves rapaces se hubiese descuartizado todo lo construido. Por ahí Tabárez permanecía al frente durante la Copa de las Confederaciones, a la que Uruguay llegaría en pésimas condiciones, expuesto a una temprana eliminación y, tal vez, hasta a alguna goleada. Pero tras el torneo la salida era un hecho. Un mal resultado en Venezuela barría con todo. Y en este caso, todo es todo. Y era una infamia. La selección no fue parte de la elite del fútbol mundial durante todo este tiempo de casualidad.

Uruguay pasó de años de desorganización a tener una estructura armada como nunca antes para todas las selecciones. La mayor, que antes no conseguía selecciones para jugar amistosos y tenía que hacer campamentos en Europa o jugar con rivales como el Getafe, enfrentó en esta etapa a Holanda, Francia, Alemania y España en las fechas FIFA. Los juveniles dejaron atrás años de ostracismo para clasificar a los mundiales de todas las categorías. Esa es la mejor muestra del crecimiento.

Que no venía bien la celeste es una realidad. Que son estos jugadores y este técnico los que merecen la chance de pelear la clasificación es indiscutible.

La renovación que tanto se pide está delante de los ojos. En el primer torneo oficial que dirigió Tabárez, la Copa América de Venezuela hace seis años, no estaban Fernando Muslera, Diego Godín, Martín Cáceres, Gastón Ramírez ni Edinson Cavani, todos titulares en Puerto Ordaz. Tampoco estaban Sebastián Coates, Egidio Arévalo Ríos, Álvaro Pereira, Nicolás Lodeiro, Abel Hernández ni Luis Suárez. Busquen una selección de nivel que en seis años haya tenido la renovación que tuvo Uruguay. Busquen una selección de nivel que llame a un jugador porque tiene una buena racha en las últimas fechas.

Tabárez es coherente. Se puede estar o no de acuerdo pero entiende que los convocados tienen que tener determinado perfil y, en su mayoría, pasar por un proceso que incluya la convocatoria a las selecciones juveniles. Además, el hecho de que los jugadores hagan todo el camino asegura una experiencia con la camiseta de la selección que juega a favor. Algunos tienen alrededor de 200 partidos con selecciones juveniles cuando son citados para la mayor. En ese contexto pedir a Juan Manuel Olivera, Fabián Estoyanoff, Marcelo Zalayeta, Álvaro Recoba, Santiago Silva y tantos otros solo se entiende desde un juego inútil para tratar de presionar al técnico y para instalar en la opinión pública la sensación de que Tabárez es cerrado y terco. Pero no es verdad que la selección en los últimos años no se haya renovado.

La metodología de trabajo es común para todas las selecciones con la intención de acompañar la evolución desde la sub 15 en adelante. “Acompañamos la maduración, el control del entrenamiento y la evolución a través de todos esos años, desde el punto de vista físico, en las valencias de esfuerzo, de resistencia”, cuenta el profesor José Herrera. Esa evolución define si el jugador tiene condiciones físicas para el deporte. “Tenemos un perfil físico del jugador de la selección en el que priorizamos la velocidad, la potencia y el mantenimiento de las carreras de alta intensidad. En la selección mayor la tenemos y ha sido una de las cosas que nos ha permitido competir en paridad con el resto del mundo”, agrega el preparador físico.

La estructura de selecciones incluye mejoras en el Complejo Uruguay Celeste, psicólogas para seguir a los futbolistas e intercambio entre los jugadores de la mayor y de los juveniles.

Volver a tirar un manotazo en nombre de algún jugador puntual no es una opción. Eso sí es pasado. La renovación está en trabajar con un objetivo final claro sin apartarse del camino. Renovar es no dejarse presionar por quienes manejan la opinión de acuerdo a cómo le caen los protagonistas o si estos le dan una nota para sus programas.

El triunfo frente a Venezuela da estabilidad a todo eso. Ahora Tabárez y el plantel tendrán 15 días en Brasil para reafirmar conceptos. Eso es bueno para la selección porque quedó demostrado que en torneos largos el técnico logra lo que quiere de sus jugadores. Y ese tiempo no lo tiene Sergio Markarian, técnico de Perú, ni ningún otro entrenador del continente.

El pueblo futbolero no se debe olvidar de lo que este proceso le dio. Y también debe entender que sin una estructura sólida no se puede competir. Eso sí que es una renovación para nuestro país. Uruguay debe tener la mejor organización posible para suplir carencias estructurales y limitaciones de población. Eso es lo que hay que defender más allá de resultados. Porque eso es lo que acerca a los buenos resultados.



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