Ernesto Rodríguez

Reconocimientos internacionales

Hace un par de semanas, Montevideo fue sede de un importante evento internacional: la Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo en América Latina y el Caribe. El evento, permitió comprobar la alta estima existente en buena parte del mundo respecto a los importantes avances que se están procesando en nuestro país, ubicado por diversas personalidades como “uno de los países más progresistas del mundo” y “un ejemplo a seguir”, en varios planos relevantes.

Actualizado: 03 de febrero de 2014 —  Por: Ernesto Rodríguez

Organizado por Naciones Unidas, el evento convocó a un amplio y altamente calificado conjunto de delegados de todos los países de la región y de un importante abanico de organismos internacionales, que además de considerar la agenda prevista (centrada en asuntos de género, temas generacionales y relacionados con movimientos migratorios, entre otros) tuvieron la oportunidad de conocer -directamente y presentadas por sus propios protagonistas- las diferentes políticas públicas puestas en práctica en los últimos años en nuestro país.

Los conceptos vertidos por varios de los ilustres visitantes sobre la dinámica de las políticas públicas en nuestro país, han coincidido significativamente en el mismo sentido: Uruguay está logrando avances sustanciales en el combate a las desigualdades sociales y en el impulso a la denominada “nueva agenda de derechos”, en la que se incluyen temas de gran relevancia como el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto y la legalización de la marihuana, entre otros. Sin estridencias pero con la firmeza necesaria para procesar los cambios que la realidad identifica como prioritarios, se dijo en reiteradas oportunidades, Uruguay está demostrando que “sí se puede” construir sociedades más prósperas, más justas y más democráticas.

Así se pronunciaron ministros y delegados de varios gobiernos latinoamericanos (como los de Colombia, Ecuador, Costa Rica, Perú y México, entre otros) junto con representantes de diferentes organismos internacionales (como la CEPAL, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, la OIM, y hasta el enviado especial del Secretario General de las Naciones Unidas para asuntos vinculados con la Juventud) y también representantes de diferentes organizaciones de la sociedad civil (en particular, de movimientos de mujeres y de jóvenes, y de grupos indígenas y afrodescendientes, entre otros no menos relevantes).

En la misma línea, nuestro país en su conjunto, y nuestro Presidente en particular, han sido reconocidos por sus importantes contribuciones a la consolidación de la paz y la convivencia en América Latina y el Caribe, en especial referencia al posible rol mediador que se está desplegando en relación al largo y complejo conflicto colombiano. La posibilidad de que Montevideo pueda ser (en el futuro cercano) sede de las conversaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla ha sido destacado como una contribución decisiva a la construcción de un futuro de paz en aquel país.

Todo ello, se ha insistido en reiteradas menciones de muy diversa índole, se está procesando de la mano de la implementación de una estrategia de desarrollo económico seria, responsable y sujeta a reglas de previsibilidad que permiten que los diferentes actores puedan analizar las posibilidades de participar activamente en el desarrollo de diferentes emprendimientos productivos, lo cual le agrega valor al ya de por sí valioso proceso de avances en el campo social y cultural.

Sin duda, no es poca cosa. Los uruguayos podremos valorar en mayor o menor medida y a través de diferentes ángulos o perspectivas este tipo de apreciaciones, formuladas por parte de quienes nos visitan y evalúan nuestro propio proceso de cambios, pero lo cierto es que tales valoraciones contrastan notoriamente con las imágenes que cotidianamente inundan nuestros propios debates internos y hasta la cobertura que realizan al respecto los diferentes medios de comunicación, centrada las más de las veces en el señalamiento sistemático y permanente de los problemas y las limitaciones, más que en el destaque de los avances y los logros obtenidos.

La Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, ha dicho enfáticamente, que “Uruguay es uno de los países más progresistas de la región”, y diferentes representantes de organizaciones de la sociedad civil de diferentes países latinoamericanos, han destacado que “aquí sí se cuenta con un gobierno sensible frente a las necesidades de la gente” y “dispuesto a procesar los cambios que la gente reclama en todas partes”, mostrando contrastes evidentes con la dinámica de sus propios países.

Y por si fuera poco, esto se da en un marco donde América Latina se destaca -en el concierto internacional- por sus elevados niveles de crecimiento económico (en momentos en que gran parte de los países altamente industrializados no logran salir de la peor crisis económica desde la gran depresión de los años treinta del siglo pasado), la generalización de la democracia y la convivencia pacífica (en momentos en que el mundo árabe se despedaza en medio de conflictos aparentemente irresolubles en el corto plazo) y el fomento de la inclusión social (en momentos en que en gran parte del mundo priman los enfoques racistas y excluyentes más abominables).

Se podrá decir que todo esto es un poco exagerado, y no faltarán las voces que relativicen y hasta nieguen todos estos (evidentes) avances, tanto en la región como en nuestro país, pero tales voces deberían escuchar (primero) los mensajes que nos hacen llegar quienes nos visitan y tratan de mirarnos con un mínimo de objetividad, para evitar que sus propias valoraciones se fundamenten exclusivamente en intereses mezquinos o en posturas puramente ideológicas, que en nada contribuyen a la construcción de un país mejor para todos y todas.

Los propios protagonistas de estos evidentes avances (incluyendo a las principales figuras del gobierno) debieran ubicar lo más objetivamente posible los comentarios recibidos, sin duda, pero sobre la base del justo reconocimiento de los logros acumulados y la satisfacción del deber cumplido. No como un simple ejercicio de pura complacencia, sino como una base sólida para encarar los principales desafíos del futuro, que son muchos y muy relevantes, sin ninguna duda.

Evidentemente, quienes nos visitan tienden a ver fácilmente los avances y al mismo tiempo enfrentan limitaciones importantes al momento de identificar “asignaturas pendientes”, pero ello -que es en buena medida natural- no debe ganarnos (también) a los propios uruguayos. En momentos en que seguimos entrampados en conflictos sin ningún sentido en el campo de la educación (por ejemplo) sería altamente recomendable no perder la brújula, mantener las convicciones y reunir las voluntades para procesar (cuanto antes mejor) los cambios que todos sabemos que hay que procesar, si es que lo que queremos es volver a contar con una educación de calidad, que responda realmente a las necesidades de nuestro país y de nuestra gente.



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