"La manera de gritar los goles dice mucho de un delantero"

Entre aquella noche en la que Edinson Cavani lloró frente a su computadora mientras veía a sus compañeros clasificar al Mundial de Sudáfrica y este presente que lo tiene como figura indiscutible de la selección pasaron cuatro años. En esta nota Cavani habla de su infancia, sus inicios en el fútbol, su fe en Dios, de la Celeste y de una promesa que lo cambió para siempre.

Actualizado: 12 de setiembre de 2013 —  Por: Diego Muñoz

"La manera de gritar los goles dice mucho de un delantero"

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Era de madrugada en Italia. En el living de su casa de Palermo y mientras la computadora mostraba las imágenes de sus compañeros celebrando en el Centenario el empate ante Costa Rica que ponía a la selección uruguaya en el Mundial 2010, Cavani lloraba. Era el momento más difícil de su vida porque hacía pocos días, junto a quien era su señora en ese momento, había perdido un embarazo. Para colmo, Óscar Tabárez lo había dejado afuera de la convocatoria a pesar de haber sido parte del plantel durante las Eliminatorias.

Entonces se levantó del sillón y se fue a dormir con una idea fija: estar en el Mundial. Era un desafío, un reto, un juramento.

Esa promesa que se hizo a sí mismo le dio fuerzas y lo llenó de ilusión. Fue la figura del Palermo en la segunda parte del torneo y se ganó un lugar en la selección mundialista. Fue el comienzo de una historia mucho más conocida.

En Sudáfrica fue titular en seis de los siete partidos y ni bien terminó la Copa del Mundo firmó para el Napoli. Algunos meses después nació su primer hijo, Bautista.

Tras convertirse en goleador histórico e ídolo del Napoli, pasó al París Saint Germain por 64 millones de euros, el cuarto pase más caro de la historia.

En la selección su titularidad es indiscutida y su adhesión a la causa también. Juega donde lo pongan y se entrega por completo. Una buena muestra fue el gol que hizo ante Colombia, cuando recuperó la pelota cerca del área propia y definió la jugada en el área rival.

Cada vez que hace un gol abre los brazos como un ave y mira al cielo. En esa forma de gritar hay un buen resumen de Cavani. Puede ser simple como las palomas o fuerte como las águilas.

¿Cómo fue tu infancia en Salto?

Fue feliz y divertida. La pasé con mis amigos haciendo cosas de chicos. Me acuerdo que en casa había una bordeadora de césped, porque mi papá trabajaba de eso, y a mí me gustaba cortar el pasto. Y estaba presente el fútbol. Veía una bolsa o un tarro y me imaginaba una pelota y si le pegaba me imaginaba el arco. Jugaba al fútbol por diversión, por esa pasión de todo niño que le gusta jugar a la pelota en canchas aunque los arcos sean de caña o improvisados. Y no sé por qué en mi cabeza estaba Italia. Me imaginaba un estadio lleno, en otro país, con jugadores de nivel.

Primero viniste a Liverpool con 14 años pero te volviste a Salto y todo pudo quedar ahí. ¿Te lo pusiste a pensar?

La primera vez yo tenía 14 años. Mi padre era amigo de un ex jugador de Liverpool y me consiguió una prueba. Las expectativas eran buenas. La gente de Liverpool me recibió muy bien pero me faltaba la familia, mis cosas, mis costumbres. No estaba preparado. No era el momento. Siempre remarco que cada cosa tiene su tiempo y su momento. Y es mejor no apurar las cosas. Y en ese momento fue así, no era el momento y no estaba preparado para afrontar lo que me estaba tocando vivir. Estuve más o menos un mes y cuando me fui dije que no quería venir más a la capital. Ahí también fue importante la actitud de mis padres que nunca me reprocharon nada y demostraron el cariño que me tenían. Nunca me obligaron a nada. Entonces cuando llamé para decirles que me iba a volver me hicieron ver que era yo quien decidía. Eso me liberó, me sacó presión y fue fundamental para que al tiempo yo decidiera a venir a Danubio.

Y a los 16 volvés a Danubio.

Exacto. Mi hermano (Walter Guglielmone) estaba en el plantel principal y me consiguió una prueba. Llegué a juveniles fui campeón y goleador en cuarta y salió un viaje al torneo de Viareggio para esa categoría. Lo jugué y luego hice una prueba en el Treviso y en el Chievo Verona pero ninguno me quiso comprar. Entonces me volví a Danubio. Gustavo Matosas es el que me asciende a Primera.

El debut con la selección es ante Colombia el 6 de febrero de 2008. Anotaste tres minutos después de sustituir a Diego Forlán. ¿Te acordás?

Me acuerdo como si fuera hoy. Vino un centro al área y yo leí la jugada. Imaginé que el Loco Abreu la iba a bajar y fui a buscar la pelota. Cuando definí sentí la alegría más grande que alguien puede sentir en el fútbol, porque era mi primer gol con la camiseta de la selección mayor de Uruguay, en el estadio en el que había soñado tantas veces jugar y en el que tantas veces estuve sentado mirando a esa selección.

¿Qué delanteros internacionales te marcaron?

Empecé a mirar fútbol internacional en mi segunda etapa en Montevideo. Ahí comencé a observar a los centrodelanteros más grandes del mundo para tratar de aprender un poco de cada uno. Yo creo que tengo características muy parecidas a las que tenía Gabriel Batistuta. Me fijaba en él porque me gustaba mucho la manera de jugar, de definir y de gritar los goles. Porque también la manera de gritar los goles dice mucho de un delantero.

Muchas veces en Uruguay tenés que retrasarte en el campo y jugar por la banda mientras que en tu club sos la referencia de área. ¿Cómo la llevás?

Lo primero es aportar. Si es trabajo, trabajo, si son goles, goles, si me toca por decisiones técnicas ir al banco porque otro compañero lo merece más que yo, apoyarlos anímicamente. Lo que sí sé que en estos últimos años demostré que donde puedo ayudar más al equipo es cerca del arco. Donde me gusta jugar es de nueve más allá que me guste tirarme atrás, dar una mano para defender un resultado o arrancar retrasado.

¿Por qué la selección uruguaya ha conseguido cosas tan importantes?

La gran base es el grupo y el trabajo. Pasando momentos lindos, feos, difíciles, el grupo demostró que en el fútbol y en la vida estar unidos te hace salir adelante y lograr cosas. El grupo y el trabajo han hecho que esta selección hoy sea reconocida como lo está siendo. Y esperemos seguir por este camino.

Definime a Tabárez.

Es un maestro. Sacando el fútbol, las decisiones técnicas y tácticas, el ser maestro de profesión lo ha hecho que sea también un maestro en la vida. Es una persona que trabaja mucho a nivel psicológico y que hizo que Uruguay creciera con sus principios manteniendo siempre una línea.

Escribiste un libro titulado ‘Lo que llevo en el corazón. Vida, fútbol y fe’. ¿Son tres buenas palabras para definirte?

El libro lo aproveché para aclarar mi fe y para contar cómo fue el camino que me hizo conocer la palabra. Las tres palabras son el sostén de mi vida. Para que yo sea el Edi preciso del fútbol y la fe. Lo importante para mi es tener una vida ordenada con los principios justos y las cosas simples. Yo siempre recalco que mi viejo me enseñó a darle valor a las cosas simples y chicas y eso me ayudó mucho para comprender muchas cosas de la vida.

¿Y en los peores momentos de tu vida no te preguntaste dónde estaba Dios?

La gente se confunde porque en esos momentos espera a Dios. Y no. Yo sabía que todo dependía de mí. Porque es mentira que Dios te castiga. Y aunque a veces la gente explica determinadas circunstancias de la vida con un “Dios me castigó”, no es verdad. Dios reacciona con sus hijos en los momentos difíciles, de preocupación o de amargura dando una mano y ayudando a pensar.

En los zapatos que usas está escrita la frase “Dios es fiel”.

Es una frase que me gusta mucho. Y esta frase no tiene que ver con la religión sino con la vida cotidiana. Dios es fiel y siempre lo creí. Cuando uno trabaja, a la larga Dios siempre te paga. No con lo que vos querés sino con lo que él cree que es justo.

¿Qué fue lo que hizo de Cavani un jugador de elite a nivel mundial?

Lo que me trajo hasta acá fue siempre la entrega y el sacrificio. Desde que me levanto hasta que me acuesto me entrego el 100% para irme a dormir tranquilo de que di todo por mi trabajo. Y eso significa que di todo por mi familia y por mi equipo.

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