Denise Mota

Rousseff dice “no” a Obama

Después de recibir una llamada telefónica por parte del mandatario norteamericano, este lunes, la presidente de Brasil, Dilma Rousseff, decidió hoy postergar su visita oficial a Estados Unidos, que estaba prevista (y había sido largamente planificada) para el 23 de octubre. El motivo está en las denuncias de espionaje de las comunicaciones de autoridades, ciudadanos y empresas brasileñas, como Petrobras, por parte del gobierno de Barack Obama.

Actualizado: 17 de setiembre de 2013 —  Por: Denise Mota

“El presidente dice que entiende y lamenta las preocupaciones que supuestas actividades de inteligencia de EEUU han generado en Brasil y dejó claro que está empeñado en trabajar juntamente con la presidente Dilma Rousseff y su gobierno en los canales diplomáticos para superar este tema como fuente de tensión en nuestra relación bilateral”, dijo el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney, al inicio de la tarde de este martes, en respuesta a la decisión de la brasileña.

No se trataba de una visita común. Rousseff sería recibida en misión oficial, algo que los EEUU suele realizar solamente dos veces al año y que incluye revista de las tropas estadounidenses, una serie de encuentros formales y visitas al Parlamento. El último mandatario brasileño invitado para algo del estilo fue Fernando Henrique Cardoso, en 1995. Lula, tildado de “the man” por Obama, jamás fue recibido dentro de este ceremonial, por ejemplo. Se trata de lo más alto, en lo que se refiere a visitas internacionales entre jefes de Estado.

En la prensa brasileña la posibilidad de esa cancelación ya daba vueltas desde la semana pasada, después de la insatisfacción que Rousseff externalizó públicamente cuanto a la nueva ronda de explicaciones flojas recibidas por Brasil por parte del gobierno del norte.

El primer protagonista de la serie de respuestas no convincentes fue el entonces embajador de EEUU en Brasil, Thomas Shannon (substituido desde ayer por Liliana Ayalde en el país). Shannon había garantizado al gabinete de Rousseff que colaboraría en todo lo correspondiente a las investigaciones de los hechos. Pero, días después, documentos con su firma (y fechados en 2009) dejaban expuestos su conocimiento y satisfacción con estas actividades, al felicitar a los agentes de espionaje por su tarea.

El último emisario de las tratativas para que el encuentro Obama-Rousseff pudiera sobrevivir a la onda de denuncias (consolidadas por el periodista Glenn Greenwald desde hace tres meses, con base en los documentos filtrados por Edward Snowden, ex técnico de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos) fue el nuevo canciller brasileño, Luiz Figueiredo, que se reunió con Susan Rice, asesora jefe de Seguridad de la Casa Blanca, la semana pasada.

Antes de esto, Rousseff se había reunido con Obama en Rusia. A partir de allí, informó a los brasileños que el mandatario norteamericano se había comprometido a dar explicaciones sobre las actividades de inteligencia de su país. “Quiero saber todo lo que hay. ¿Hay o no hay? Todo, más allá de lo que fue publicado por la prensa. Todo, todito. En inglés, everything”, dijo la presidente a la prensa.

No vino nada. Anything.

“No están dadas las condiciones”

Hasta el inicio de esta semana, se entendía que la decisión de Rousseff dependería del relato de Figueiredo sobre cómo había sido la charla con Rice. Pero parecería que ni el informe de su diplomático más alto ni la conversación personal con Obama este lunes la convencieron de tratar de mantener las apariencias de que lo del espionaje era un tema menor, colateral, en la agenda de los dos países.

De todas las consecuencias aparecidas después de las informaciones devenidas públicas por Snowden, en el contexto brasileño esa cancelación es el resultado más contundente y que señala la inflexión vivida en este momento en las relaciones bilaterales Brasil-Estados Unidos.

Nadie está hablando de ruptura comercial, obviamente, al final negocios son negocios, y el interlocutor, con crisis, espionaje y todo, sigue siendo la primera economía mundial. La nota emitida por el gobierno brasileño esta tarde expresa literalmente que “tiene presente la importancia y diversidad de la relación bilateral” pero marca su posición al calificar este relacionamiento como basado en “el respeto y la confianza recíproca”.

“Las prácticas ilegales de interceptación de las comunicaciones (…) constituyen un hecho grave (…) incompatible con la convivencia democrática entre países amigos”, considera. “En ausencia de una exhaustiva investigación de lo ocurrido, con las correspondientes explicaciones y el compromiso de que cesen las actividades de interceptación (…), no están dadas las condiciones para la realización de la visita.”

En Brasil, aunque varios analistas pidieran a gritos que la presidente hiciera lo que hizo –seguir con el proyecto del viaje sería “humillarse” ante Estados Unidos, escribían--, ahora que su decisión fue tomada aparecen otros tipos de consideraciones. Algunas dan cuenta de que hay un trasfondo electorero en lo que es visto como una especie de hazaña. Evalúan que será muy fuerte para 2014 (cuando Brasil realiza elecciones en donde Dilma Rousseff tratará de reelegirse) la imagen de la “presidente mujer y latinoamericana que ha enfrentado al hombre más poderoso del mundo”.

Otras visiones relativizan el gesto brasileño argumentando que, con tantos problemas internos (como los 13 muertos recientes del tiroteo en Washington DC), más el escenario en Siria, la indignación brasileña será barrida rápidamente para debajo de la alfombra y todo no pasará de un fogonazo del mundo subdesarrollado en su eterna lucha por hacerse respetar por las primeras potencias.

También están los que evalúan que la queja brasileña sería mucho más potente si Rousseff aceptara seguir con la agenda y, allá, en el ojo del huracán, hiciera de la visita de Estado una instancia de exigencia pública, en foro más que privilegiado, de todo esto que ahora tendrá que expresar sólo dentro de casa o, como máximo, en el discurso que hará en la apertura de la 68ª Asamblea General de las Naciones Unidas, el próximo 24 de setiembre. Dice Rousseff que, en Nueva York, su pronunciamiento tratará de la “importancia de que la web no sea usada para el espionaje”.



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