En el momento más inesperado del clásico que ganó Peñarol 3 a 2, cuando todo debía ser fiesta en la Ámsterdam, cuando cualquier ser racional se dedicaría a festejar. Unos 200 hinchas carboneros se convirtieron en los tristes protagonistas del clásico.
Jonathan Rodríguez había anotado minutos antes el tercer gol, cuando los violentos comenzaron a saltar las vallas que delimitaban el pulmón en la Ámsterdam contra la Olímpica para ocupar el espacio vacío. Primero intentaron derribar el alambrado y pasar a la Olímpica y luego rompieron butacas que lanzaron a la tribuna de al lado.
Los hinchas también utilizaron las vallas para lanzarlas contra la Policía que ingresó a la tribuna y hacia afuera del Estadio.
Esto motivó la suspensión del partido durante 10 minutos. En ese momento todas las miradas, incluso la de los protagonistas dentro de la cancha, se volvieron hacia la Ámsterdam contra la Olímpica.
Allí los hinchas seguían rompiendo butacas, tirándolas como un disco de playa y lanzando vallas. El tablero del Estadio comenzó a emitir las imágenes de los violentos con sus caras tapadas en primer plano, como para que las 45.000 personas no perdieran detalle de lo que sucedía.