Corte y confección de género

Cuando era niña coleccioné, gracias a que mi tía vivía en La Plata y tenía un quiosco, un álbum argentino de autoadhesivos cuyas figuritas eran prendas de ropa con números que se correspondían en las páginas con parte de la vestimenta de muñecas “vacías”.

Actualizado: 24 de abril de 2009 —  Por: Valeria Tanco

Corte y confección de género

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Aunque me resultaba fascinante, me frustraba un poco no poder decidir cómo vestir a esas muñecas y tener que aceptar la imposición de lo establecido.

Creo que, en mayor o menor medida, en asuntos superficiales o profundos, en alguna instancia de la vida todas las mujeres nos sentimos así. Intentamos escapar o enfrentar a un determinismo que asociamos, acertada o paranoicamente, con haber nacido XX.

Tal vez por esta cuestión femenina de romper un molde de comportamiento y lugar es que nacieron dos conjuntos “de género” en disciplinas históricamente masculinas. Y ambos están siendo exitosos.

La murga Cero Bola se autoimpuso una condena nominal perpetua a no tener hombres en su plantel. Ya existió en carnaval una murga de mujeres hace unos años llamada La Bolilla que faltaba. Pero su batería eran hombres y el director de su segundo año también. En cambio en Cero Bola, aunque el arreglador coral y el puestista son hombres, las que suben al escenario son todas mujeres.

En la comparsa La Melaza los hombres pueden hacer todo lo que quieran, menos tocar el tambor. La Melaza defiende su condición de grupo “de género” y se embandera y milita por ella. Estar en sus filas significa adherir a una causa política, a una ideología.

"Somos la melaza que ríe

somos la melaza que llora

somos la melaza que ama

y en cada beso

es conmovedora…”

Esta estrofa de una canción de autor puertorriqueño inspiró el nombre de La Melaza y es su mantra. En sus toques, la cuerda para y se escuchan estas palabras entonadas por un coro íntegramente femenino afinado, dulce y con un halo de espiritualidad.

“Momo, momo, malo, tonto eres

No dejabas momear a las mujeres”

Cero Bola en su espectáculo 2008 le hacía una retirada a dios Momo, acusándolo de discriminar y acusando la imposibilidad de las mujeres de identificarse con él. Lo anterior es parte de la versión de la canción de Bebe que hizo la murga en una despedida ingeniosa y humorística. Terminaba con la idea de que había que traer una diosa mujer para la Cero Bola, de la que decían lo siguiente:

“Has nacido acá

Porque en el final

La Cero Bola te ha parido

En parto natural”

La Melaza y Cero Bola tienen, en mi opinión, rasgos comunes que parten de su condición femenina. El sonido es definitivamente propio. Comparada con otras murgas, Cero Bola suena más aguda y sin nada de barro. Comparada con otras comparsas, La Melaza suena menos fuerte, más pequeña. El oído carnavalero, ya sea candombero o murguero, guste de la Unión o de Ansina, debe forzadamente ajustarse para recibir el toque de La Melaza y el coro de Cero Bola.

Otra característica compartida es el rigor con que se toman la cuestión artística en todos sus aspectos: musical, estilístico, estético, de puesta en escena. Sus propuestas para Murga Joven y el desfile de Llamadas tienen una coherencia y una contundencia demoledora que, junto a la convicción y la alegría con que esas mujeres actúan, producen una adhesión entusiasta en los espectadores.

Por último, apunto la coincidencia en la imagen que proyectan, femenina en general y singular en cada componente, e increíblemente bella. Si estamos sintiéndonos feas o poco especiales, recomiendo ir a ver a Cero Bola o La Melaza. Les aseguro que se recupera la autoestima y que la confianza en sí mismas que proyectan estas mujeres es contagiosa.

Las propuestas “de género” son recibidas irremediablemente por un público con preconceptos, ya sean estos últimos negativos o positivos. Se puede esgrimir el argumento de que todos nos enfrentamos a cualquier hecho artístico a partir de nuestros gustos, prejuicios y currículums personales. Sin embargo en estos casos se da una unificación de criterios en una dicotomía clara: están quienes otorgan handicap y sobrevaloran lo que reciben y los otros que a priori desestiman.

Personalmente, pienso que no es bueno ni malo por provenir de congéneres, es sólo una condición, como podría ser una murga de rubios, o una comparsa de gordos. También debo confesar que me cuesta… atención: a continuación voy a inmolarme en los fuegos de la honestidad, la incorrección política y la falta de viveza para conservar el trabajo que acabo de empezar en esta columna y que esperaba hacer por mucho tiempo, disfruten… decía, me cuesta entender el por qué de las propuestas “de género”, como estos grupos artísticos, como 180 Mujer. Y ahí viene mi segunda confesión: me gusta preguntármelo. Y me gusta no tener muy clara la respuesta, poder decir que tal vez pasa por la necesidad femenina de hacer oír la propia voz y escucharla también, de encontrar equilibrio en la multiplicidad de roles que tenemos en la vida, de no perder respeto por el lugar del hombre al mismo tiempo que buscamos, encontramos, ganamos el nuestro. Y puede haber muchas otras explicaciones o justificaciones, que espero iremos encontrando por el camino.

También, en el caso particular de 180, pasa, según tengo entendido, por estar a la moda y hacer eco de la polémica cuestión de la cuotificación. Acá está este ramillete de hombres que dirige este emprendimiento, queriendo demostrar que es suficientemente “progre” dándonos nuestra cuota de participación. Bien la tenemos merecida.

Cuando era niña tuve un libro-objeto-juego encuadernado con un espiral y cuyas páginas eran dibujos de personas divididos en tres: cabeza, tronco y piernas. Esto posibilitaba “armar” personajes y dejar la cabeza de uno, el medio de otro y las extremidades inferiores de un tercero. Pasaba horas jugando con él, combinando patas de pollo con una panza gigante y una cabeza con peluca de Luis XIV, actuando como un dios de las mutaciones.

Creo que, en mayor o menor medida, las mujeres sentimos que hay muchas versiones de nosotras mismas. Tal vez no lleguemos a visualizarnos como un pollo nunca, pero pienso que si hubiera guardado ese libro para jugar probablemente podría identificarme con todos los personajes en diferentes momentos de mi vida, o a lo largo de los minutos de un día.

Para la bailarina de tutú, la mamá gallina, la princesa con coronita, el hada con varita, el gordo luchador de sumo, el chancho en el chiquero, la bruja, la vaca lechera, la novicia rebelde en la pradera, la protagonista porno soft de portaligas, la Ofelia, la Julieta, la Ana, la Viola, la mujer maravilla con muñequeras, lazo y avión invisible, el ama de casa desesperada, para la trágica, la cómica y la tragicómica, la abúlica, la activa, la hormonal, la fría, la frívola, la comprometida… para todas las mujeres que fuimos, somos y seremos cada una de nosotras, abrimos este espacio.

Nota: Las personas que escribimos en esta sección somos tres mujeres. Una negra, una judía y una del interior. Así que cualquier crítica va a ser interpretada, en mayor o menor medida, como una doble, triple o cuádruple discriminación. Hay como un millón de ONGs a nuestro favor. Si quiere, tiene derecho a un abogado y a una llamada telefónica antes de postear su comentario.