Peñarol sigue siendo un equipo tan frágil como una copa de cristal. De nada valió esa victoria ante Danubio para templarlo, para elevarle la autoestima, para rescatarlo del ostracismo. Apenas cuatro días después del triunfo en Jardines, Rentistas lo zarandeó para acá y para allá. Lo dejó rojo de vergüenza por segunda vez en el año. Esta vez no hubo tres goles de diferencia, como en aquella inolvidable tarde del Apertura, pero de nuevo fue victoria con autoridad del equipo de Barán, que sacó lo mejor de sí y redujo a despojos a los de Fossati.
El Carbonero tenía todo servido para quedar a dos de la punta, para prenderse en un torneo que es el único que le queda por pelear si quiere acceder a la definición por el título. Pero no supo cómo. Nervioso, convulsionado, precipitado. Nunca metódico, calmo, preciso.
Mientras Fossati busca afirmar conceptos y un estilo de juego en un equipo que lo contrató a cinco días del inicio del torneo y luego de que otro entrenador escogiera el plantel e hiciera toda la preparación, el Uruguayo se aleja un poco más cada fecha.
Rentistas jugó el partido que más le convenía. En la primera parte le cedió la pelota y el terreno a un Peñarol inofensivo y en la segunda, tras el apagón, salió a cumplir con la otra parte del libreto. Se fue arriba y se aprovechó de un equipo consumido por los nervios, víctima de sus propias limitaciones.
Puso Fossati tres zagueros, dos laterales-volantes, dos internos, a Jorge Rodríguez y Antonio Pacheco más adelantados y a Marcelo Zalayeta con Jonathan Rodríguez en el área rival. Pero más allá del dibujo, la imprecisión en el medio juego de Peñarol, la carencia de elaboración y la cantidad insólita de pases mal hechos, echaban por tierra cualquier intento de prolijidad.
Rentistas esperó ordenado atrás. Con Cafú como líder de una defensa férrea y segura, dispuesta a no dar concesiones a la hora de marcar. Por alto y por bajo dominó su área y limitó a Peñarol. Repetido, el Carbonero intentaba por las bandas pero también allí ganaban los de rojo.
Así se fue el primer tiempo. Peñarol sin ideas y Rentistas guardando sus mejores cartas para más adelante.
Cuando comenzó la segunda parte pareció que los de Fossati colonizarían el área rival. Pero solo fue un espejismo. De nuevo los pases al rival, las subidas sin criterio, las corridas improductivas.
Luego del apagón Rentistas sorprendió con velocidad y decisión. Se adelantó en el campo, avanzó por las bandas y tuvo volantes que pisaron las áreas. Todos los fantasmas volvieron a sobrevolar en el Estadio. La gente comenzó a murmurar primero y a pedir "huevos" después, los jugadores evidenciaban una falta de confianza alarmante, el técnico desesperaba desde el banco sin saber qué hacer para cambiar el rumbo de un partido en el que había perdido el control.
Fossati intentó con el ingreso de Emiliano Albín por Naithan Nández a los 75. Pero el equipo perdió equilibrio y se expuso frente a un rival que ya estaba decidido. A los 79 Vázquez acompañó por el medio una subida por derecha. Recibió, pisó la medialuna y ante la soledad en la que se encontró decidió patear. La pelota entró abajo contra el palo de Castillo.
Tambaleante y aturdido, Peñarol intentó responder. Pero el equipo entró en un estado de crisis que hizo imposible revertir la situación. Se debatió sin ideas ni decisión ante un adversario que estaba con la reposera y los pies en el agua.
En medio de los eternos descuentos debido al apagón, Rentistas hizo una gran jugada por derecha y Rivero puso el 2 a 0.
El Carbonero cerró los ojos y fue por inercia. Sin juego ni alma, preso de una realidad que lo desborda. En el final Zalayeta descontó. Peñarol perdió una buena oportunidad de acercarse a la punta del torneo pero, sobre todo, perdió una buena oportunidad de convencer y convencerse de que puede ser un equipo fiable.