Casarse por dinero: la más nueva-vieja “solución”

En los últimos años, la literatura de relaciones hombre-mujer –alimentada especialmente por la obsesión norteamericana de crear tendencias cada cinco minutos— anunció las maravillas del matrimonio igualitario (en que “él” y “ella” compartían todas las tareas domésticas). Más recientemente, se nos apareció la ruina del modelo “supermujer”: el descubrimiento de que ambicionar éxito profesional, satisfacción materna y felicidad afectiva sería el camino más corto para la depresión y la angustia eternas.

Actualizado: 07 de julio de 2009 —  Por: Denise Mota

Casarse por dinero: la más nueva-vieja “solución”

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El tema candente ahora es casarse por dinero. Basta de pelear por igualdad y/o de convencerse de que no se puede ser todo al mismo tiempo. La meta de orden es: elegir una billetera gorda y se terminó.

La controvertida –y antidiluviana— tesis está siendo defendida en el libro “Smart Girls Marry Money: How Women Have Been Duped into the Romantic Dream –and How They´re Paying for It” (algo como “Chicas vivas se casan por dinero: como las mujeres han sido engañadas por el sueño romántico –y como están pagando por eso”).

La diferencia de ese libro para las otras decenas de publicaciones similares existentes en el mercado editorial –perlas como “How to Snare a Millionaire” (Como atrapar un millonario) o “How to Marry Money: The Rich Have to Marry Someone - Why Not You?” (Como casarse por dinero: los ricos tienen que casarse, ¿por qué no con usted?)-- es que las “smart girls” en cuestión son dos mujeres de 40 y pico: una productora de televisión premiada con un Grammy, Elizabeth Ford (quien estuvo casada con el hijo de Harrison Ford), y Daniela Drake, médica con especialización en Stanford.

Drake y Ford no están solas: en Nueva York hay workshops para enseñar cómo seducir un hombre rico (al costo de 45 dólares), y sitios como el británico golddiggers.uk.com tienen por objetivo ayudar a sus 6.000 usuarias a volverse pareja de un millonario.

La propuesta de Drake y Ford sería “subversiva”, como algunos la clasificaron en la prensa de Estados Unidos, primero porque está firmada por mujeres de buena educación y que, por ende, se pueden mantener solas. Lo que ellas defienden es que, a cambio de dar sus años productivos para la constitución de un hogar –especialmente el cuidado de los hijos--, las mujeres tienen que ser recompensadas con una vida lujosa que las libere de inconvenientes como tener que trabajar afuera y/o dentro de su casa. “Un hombre no es un plan financiero pero puede ser parte de uno”, dicen.

Las otras “modernidades” del libro serían aconsejar la masturbación como práctica para aumentar la confianza sexual, el control directo del patrimonio --nada de delegar la administración de sus bienes a la otra mitad de la naranja— y fundamentarse en evidencias estadísticas ampliamente conocidas.

Algunas de ellas son que las mujeres son peor pagas que los hombres y que, después de un divorcio, ellas en general cargan con la crianza y la mayoría de los gastos con sus hijos. Además, tienen más dificultades para involucrarse en una nueva relación amorosa.

Pura arena –o, más adecuado, polvo dorado-- en los ojos. El vademécum de Drake y Ford cambia un mito por otro: olvídense del amor romántico, todo lo que una mujer necesita para ser feliz es dinero… que no venga de ella. Más allá del retroceso increíble de ese planteo –si todo se reduce a altas cifras, por qué una mujer tendría que depender necesariamente de un hombre para lograrlas?—, está el golpe bajo de pasteurizar las inagotables idiosincrasias humanas para acondicionarlas en una inmensa e insulsa masa de rol de género, pronta para consumo.

El contexto ayuda a comprender de dónde sale la sabiduría pragmática de estas “material girls”: Ford fue “cambiada por un modelo más joven”, como se refiere a la nueva pareja de su ex marido. El caso de Drake es más “trágico”: después de haberse divorciado por entender que la pasión se había acabado, el ex amor de su vida se volvió rico.

Además, la crisis financiera internacional parece haber abierto una especie de archivo muerto abandonado por las mujeres contemporáneas desde que las ambiciones de libertad individual e igualdad entre los sexos ganaron popularidad. Pero, ahora se ve, él estuvo todo el tiempo muy bien guardado por las que no temen ser calificadas como aprovechadoras.

Lo único que ese baúl polvoriento no trae son respuestas a preguntas muy sencillas que surgen de esta nueva-vieja solución para una vida confortable --ergo, feliz--, según sus defensores:

1)Hay 6.770 millones de seres humanos sobre la Tierra, y solamente el 1% de la población adulta del planeta detiene el 40% de toda la riqueza del mundo. No es difícil concluir que no hay hombres ricos suficientes para todas las terráqueas “vivas”;

2)Ya es suficientemente difícil mantener un casamiento basado en elecciones guiadas por el deseo, la admiración, el placer de estar con el otro (no escribamos “amor”, que es mala palabra para los gurús del momento). Imaginemos a qué precio se tiene que mantener una relación en que el saldo bancario es el elemento más importante para su continuidad. Se abre una autorización, subliminal pero imprescindible, para todo tipo de sometimientos, humillaciones y abusos… ¿Valdrá la pena?

Cazadoras de oro, una vez más es hora de parar de creer en cuentos de hadas. A remangarse el vestido Dior y trabajar.