En un fútbol lento, predecible, parsimonioso, donde se espera al lateral para reponer de la banda, en el que se puede dormir una siesta entre que el juez pita una falta y esa falta se hace efectiva, Urretaviscaya es una bendición. Capaz de agitar la rutina con piques acalambrantes, saca diferencias abismales en carrera ante cualquier adversario. Un velocista que además interpreta el juego.
En un fútbol que carece de jugadores veloces mentalmente, en el que pocos futbolistas son capaces de interpretar que se trata de un deporte colectivo, que es más productivo maximizar a la figura, Zalayeta es una rareza. Bien ubicado, se ofrece de partenaire y asume un rol para contribuir con el colectivo. Decide siempre en beneficio del equipo.
La velocidad física de Urretaviscaya y la velocidad mental de Zalayeta se juntan y Peñarol sonríe. A ellos se suman Antonio Pacheco, Luis Aguiar, Jorge Rodríguez. Cada uno aporta desde su lugar y en el momento en el que el partido lo requiere.
El Carbonero le ganó a una floja versión de Defensor. Pero aun así fue el rival más exigente que ha tenido hasta ahora.
A los indicios que el equipo ya había mostrado, respeto por la pelota e intención de jugar por bajo, le sumó consistencia defensiva. Fue impecable el trabajo de Emilio Mac Eachen y el medio campo lució más firme. Esto impidió que el violeta generara peligro sobre el arco de Pablo Migliore.
Bengoechea comenzó el partido con Rodríguez volcado sobre la derecha y Urretaviscaya sobre la izquierda, lo que pareció sorprender a Defensor. Desde el comienzo Peñarol intentó desnivelar por los extremos, sobre todo por el derecho. Cada vez que la pelota iba hacia ese sector, Andrés Rodales pasaba por detrás del “Japo” Rodríguez y recibía. El lateral desbordaba y tiraba el centro. Lo intentó con tanta frecuencia como improductividad, hasta que a los 33 levantó por primera vez con precisión y Pacheco anotó un golazo.
Un minuto después del gol, Andrés Scotti le entró con demasiada vehemencia a Pacheco y el árbitro lo expulsó de manera correcta.
Si Defensor había mostrado poco con 11, con 10 el panorama fue todavía más desolador. Bryan Lozano era el que más intentaba pero estaba demasiado solo. Ignacio Risso se perdía entre los centrales aurinegros, Adrián Luna y Maximiliano Barreiro no influían y los volantes no rompían hacia el área.
Con Gino como lateral, Arambarri para acompañar a Cardaccio en el medio y tres delanteros, Larriera intentó modificar el trámite en el segundo tiempo. Pero Peñarol no otorgó concesiones. Es el Carbonero un equipo compacto, corto, que se adelanta y retrocede en bloque. Cuando ataca, sus defensas avanzan casi hasta la mitad de la cancha y cuando defiende los que bajan varios metros son los delanteros.
En medio de la indefinición violeta Urretaviscaya liquidó el partido. Para el delantero resulta lo mismo ser el punto y final del juego que ser el origen y la culminación del fútbol. A los 62 minutos corrió desde su campo por derecha y a pesar de que Martín Campaña tapó su primer tipo siguió la carrera para conectar el rebota y anotar el 2 a 0.
De ahí hasta el cierre Defensor padeció sus propias limitaciones ofensivas a pesar de los intentos por acercarse al arco de Migliore.
En el partido más exigente Peñarol mostró su mejor versión. Con dos jugadores que son un lujo para el fútbol uruguayo, el equipo que carreteó en las primeras fechas parece tomar vuelo. El desafío ahora es estabilizar la velocidad crucero.