En el mundo de la música, lo conocen como Tatita Márquez. Tiene 35 años, está casado, y le gusta componer y fusionar diversos ritmos, entre ellos candombe, electrónica, hip hop, murga, música brasileña y jazz. “La fusión es parte de lo que pasa ahora” en el mundo, en donde surgen cosas nuevas a partir de la combinación de lo ya existente. Su ritmo base en casi todas las canciones, es el candombe.
A los ocho años, cuando le regalaron una guitarra, comenzó a estudiar música, pero desde pequeño estuvo vinculado a ella a través de su madre, que era profesora de piano. A los 10, comenzó a estudiar percusión, “que ya estaba en mi sangre porque nací entre Cuareim y Palermo, dos barrios candomberos. El candombe ya estaba inserto en mi vida sin quererlo”, explicó.
Desde los 16 años ha enseñado música diariamente de forma ininterrumpida, pero recién a partir de los 20 comenzó a vivir de lo que más le apasiona: dar clases, componer y tocar.
En agosto de 2008 salió su primer disco de fusión, que presentó primero en Canadá y Estados Unidos, y luego en Argentina y Uruguay. Este año, lanzará un segundo disco que también será presentado en esos países y en el mismo orden.
El grupo fijo con el que toca está compuesto por dos percusionistas, más un DJ e invitados. Siempre hay invitados. Este jueves, por ejemplo, que tocará temas de su próximo disco en Don Trigo Parque (Requena y García) a las 22:00, los invitados serán Pablo Rúa y Bruno Lucas, que hace 'beat box', o sea, imita con su boca los sonidos de una batería.
Además de tocar y enseñar, ha sido jefe de cuerda de Mi Morena, La Carolina (de San Carlos), Senegal, La Gozanegra (de Paysandú) y La Jacinta, entre otras. A su vez, ha impartido talleres a varias comparsas de Uruguay, América (Estados Unidos y Canadá) y Europa.
A pesar de tener la agenda siempre llena, Tatita tiene una rutina fija desde hace varios años: se levanta y va al gimnasio “para tener el cuerpo en forma para hacer música”, da clase, y se toma seis horas por día para meditar.
Durante el tiempo de meditación, reza el Maha Mantra, que es el Mantra más importante de la religión Krishna. Para que le vaya bien durante todo el día, divide los rezos entre los espacios que le van quedando libres. Cuando 180 llegó a su casa para entrevistarlo, el martes a las 15:00, ya había hecho 46 rezos (que en tiempo serían unas cuatro horas y media), según lo que llevaba contabilizado en el reloj con cronómetro.
Según explicó, él medita para estar más concentrado en lo que tiene que hacer, y no distraerse con otras cosas. “Estoy conectado todo el día y me ayuda a ir mejor por la vida”, indicó. En el cuarto en donde fue la entrevista, tiene una pequeña pizarra blanca con los rezos del Maha Mantra:
Hare Krishna
Hare Krishna
Krishna Krishna
Hare Hare
Hare Rama
Hare Rama
Rama Rama
Hare Hare
Además, al lado de la pizarra hay varias imágenes de Krishna y Chaitania, un santo bengalí que en una de las postales posaba junto a un instrumento. “En esta religión hay muchísima música”, dijo Márquez. Además, la música hindú le atrae mucho.
Él llegó a esa religión a través de una búsqueda espiritual. “Leí muchos libros hasta que me encontré con los de Krishna. Lo que leí me llenó”, dijo. A su vez, siente que ser artista lo llevó a buscar algo más allá del perfeccionamiento profesional.
Hare Krishna
La meditación se hace con un collar llamado Yapa, que se guarda y reza dentro de una bolsa de tela con dos orificios especiales en la parte superior. La Yapa tiene 108 cuentas hechas con maderitas pulidas de una planta de la India que se llama Tulasi. Tatita reza 56 collares por día, o sea, 6.048 cuentas. “Yo hago esa cantidad, pero cada uno reza lo que siente necesario”, añadió.
Con el rezo, él le da a su música una energía positiva “para que cuando la gente la escuche, reciba algo con dosis de buena energía. Ojalá le alegre el día a alguien”, señaló. Tatita contó que todo el tiempo le hablan sobre la buena vibra que transmite su música. “Los resultados que me ha dado la religión son invalorables”, remarcó.
Si toca sin haber rezado, siente que lo que hace no tiene la potencia que podría haber tenido con los mantras. Por eso los reparte, así las cosas le salen más fáciles, “más fluidas”.
Con la religión, dice que su mente está tranquila y que ha aprendido a manejar situaciones, como la ansiedad de las personas “sin violencia, sin gritar, sin necesidad de usar mi cargo”.
Antes de conocer a Krishna, sentía que había llegado a un tope con su profesión, a pesar de que era conocido en el ambiente y hacía años que estudiaba y tocaba música. Entre 1995 y 2000 estuvo en la Tribu Mandril junto a Nicolás Arnicho, que le dio la oportunidad de entrar. Eso le abrió muchas puertas. Además, por esa época fundó Tamborilearte junto a un amigo. “Pero ya había llegado a un punto en que las opciones eran irme de Uruguay, o buscar otra forma de crecer”, indicó.
En vez de irse, decidió incursionar en el mundo espiritual. “A partir de ahí comencé una segunda vida”.
Por la religión, es vegetariano (o sea, no come ningún producto que provenga de la matanza de otro animal), tampoco consume alcohol ni drogas, ni podría tener más de una mujer. Además no es violento física ni verbalmente “eso lo quitó lo que consumo, que es bien sano”, apuntó.
También por la religión se rapó el pelo hace años y desde ese entonces no se lo ha dejado crecer. “Es una cuestión de limpieza, tener el pelo afeitado es más limpio, y los seguidores de Krishna tenemos que estar limpios por fuera y por dentro”, señaló. Para alcanzar la pureza interior, realiza ayunos cada 15 días, en los que puede comer de todo menos granos, que es con lo que se alimenta habitualmente.
Si no está limpio por dentro, si comete un pecado, se verá sometido a un mal Karma. “En la religión Krishna, es pecado la violencia y tener actitudes fuera de lo normal a nivel social. Nosotros creemos que si cometes un acto bueno, recibirás cosas buenas, pero si cometes un acto malo, te pasarán cosas malas. Algo, bueno o malo, te va a pasar porque Dios se va a encargar de que te pase”, eso es el Karma.