La autopsia sin cadáver en el asesinato de Perrini

Una autopsia histórica fue una de las pruebas técnicas clave del caso de Aldo Perrini. Una autopsia sin cadáver, que determinó que el militante frenteamplista fue asesinado en 1974. Hugo Rodríguez, uno de los forenses que estudió el caso, relató a 180 el trabajo que hicieron y contó que este caso afectó su "neutralidad emocional".

Actualizado: 07 de setiembre de 2015 —  Por: Emiliano Zecca

La autopsia sin cadáver en el asesinato de Perrini

Javier Calvelo /adhocFotos (Todos los derechos reservados)

La jueza Beatriz Larrieu procesó con prisión al general retirado Pedro Barneix y al coronel retirado José Puigvert por el “homicidio político” de Aldo Perrini en 1974 durante la dictadura. Barneix se suicidó en su casa cuando la policía fue a buscarlo.

Autopsia histórica en el caso Perrini

La autopsia histórica de Perrini se ordenó el 6 de marzo de 2012, con el fin de establecer la causa de su muerte. Se le encargó a la Cátedra de Medicina Legal del Departamento de Medicina Legal de la Facultad de Medicina. La hicieron los tres profesionales con mayor calificación académica del país: los doctores Hugo Rodríguez, Daniel Maglia y Domingo Mederos.

En pocas palabras y así lo definió Rodríguez en su libro Crónicas de un forense, historia de personas: la autopsia histórica es una autopsia sin cadáver.

Esta vez, los médicos contaron con el expediente completo del caso. El documento más relevante para la junta médica fue el expediente militar con el que se investigó la muerte de Perrini porque contenía declaraciones de los militares y del médico que lo asistió en el momento de su muerte. También tuvieron acceso a la autopsia que se le realizó a Perrini en 1974.

Todos los insumos fueron proporcionados por los militares, que en este caso eran la parte denunciada. Rodríguez dijo que este dato le da un mayor valor a la prueba.

La autopsia histórica se presentó el 10 de mayo de 2012. La conclusión fue clara: Perrini murió asesinado. Pero los médicos se enfrentaron a dos hipótesis para determinar el desencadenante de la muerte.

“Quedó perfectamente probado que la causa de la muerte fueron las violencias traumáticas que sufrió en la tortura. Cuando tenemos que avanzar y decir cuál fue la causa final, nosotros encontramos en la descripción de los pulmones elementos orientadores y característicos de que Perrini sufrió submarino, o sea el semi ahogamiento, la sumersión de la cabeza en líquido, que era un método de tortura aplicado en la época y que muchos testimonios dicen que se aplicó en esa oportunidad. Pero no estamos seguros si se murió en submarino o por los golpes. Padeció las dos torturas y fue golpeado de una manera muy llamativa”, dijo Rodríguez a 180.   

Perrini tenía lesiones en el bajo vientre y los testículos, según la autopsia de la época. Estaban violetas. Este es un dato importante, porque para que un golpe deje marcas en esa zona debe ser muy intenso.

“Es importante conocer que el abdomen, por su elasticidad y porque no tiene una superficie de huesos debajo, resiste enorme cantidad de energía sin presentar lesiones externas. Cuando vemos moretones y hematomas en esa zona, sabemos que recibió impactos de gran energía. Ni la topografía, ni la entidad y ninguna de las características de esas lesiones tiene la entidad de una caída”, explicó el forense.  

La autopsia practicada por el médico de las propias Fuerzas Armadas consigna como causa de muerte edema agudo de pulmón a consecuencia de stress. Según ya se señaló, tanto las declaraciones del Dr. S. en sede militar como de los peritos en esta sede, emerge claramente que el stress en este caso refiere a la exigencia del organismo humano cuando es sometido a condiciones extraordinarias. En el caso, la tortura de la cual fue víctima Perrini, dice el fallo de la jueza.

Los médicos forenses concluyeron en su autopsia histórica que Perrini murió por los golpes recibidos. Esto se vio también en otros casos de asesinados por el terrorismo de Estado en la dictadura.

“Con los hallazgos que encontramos en la autopsia nos inclinamos a decir que la causa final de muerte son los múltiples traumatismos que recibió por objetos contusos. Privilegiamos en el planteo lo que se llama ‘armas naturales’, que son los golpes de puño y puntapiés, aplicados especialmente en el bajo vientre y los testículos. Eso en la literatura forense anglosajona se llama ‘golpeado hasta morir’ y es una causa que se vio en otros casos de muertes en la dictadura, casos que yo no participé, pero que sí participaron otros integrantes de esta junta médica”, contó Rodríguez.   

A sus 34 años de edad, Perrini fue detenido en su domicilio de la ciudad de Carmelo, Colonia, el 26 de febrero de 1974 y trasladado junto con otros detenidos al Batallón de Infantería Nº 4 de Colonia.

Perrini era un apreciado comerciante de Carmelo y vivía con su esposa y sus tres hijos pequeños. El único motivo de su detención ilegal fue su presunta afinidad con la fuerza política Frente Amplio.

(…)

Los detenidos debieron permanecer de pie en una habitación, durante varios días, sin agua ni comida, en lo que llamaban “ablande”. Allí debían permanecer parados, sin hablar y sin tocarse entre ellos.

Durante los días de “plantón”, los hombres eran golpeados y las mujeres eran reiteradamente sometidas a tratos degradantes por personal del Batallón, tales como obligarlas a permanecer de pie desnudas, manosearlas, tocarles la zona genital y apretarles los pezones, llegando incluso a la violación. Todas las testigos que declararon en autos afirmaron haber sido víctimas de violación por parte de los militares. Tales acciones ocurrían frente al resto de sus compañeros, que si bien tenían los ojos vendados, escuchaban las palabras humillantes de los agresores y los gritos de las víctimas.

En esas circunstancias, Aldo Perrini aún atado y con los ojos vendados, pretendía intervenir para que los militares no abusaran de las jóvenes profiriendo insultos hacia ellos, ante lo cual recibía insultos y mayores apremios físicos de parte de los captores. Al respecto, varios detenidos declararon en autos que esa actitud de Perrini parecía molestar a los militares quienes se ensañaban con él especialmente. Coincidentemente, en las declaraciones recibidas en el expediente militar referente a la investigación sobre la muerte de Perrini, los funcionarios que cumplían funciones de custodia lo identificaban como “revoltoso” lo que justificaba que debieran tratarlo con especial “rigor” o “severidad” según sus palabras.

(…)

Durante esos días, los detenidos recibieron todo tipo de torturas: plantón, picana, submarino, golpes, trompadas en el hígado, golpes en los oídos, siendo el más golpeado Perrini según declaración de sus compañeros. Hasta que llegó un día que no lo escucharon más. Más adelante, a través de comentarios de algunos funcionarios y datos que lograban trasmitirse entre ellos, supieron que había fallecido. Así, en una oportunidad que R. C estaba siendo sometido al submarino,  sus torturadores le dijeron “hablá que acá la quedó Perrini.

Hubo militares que dijeron que Perrini estaba “desacatado” y que se infligió las lesiones solo, dándose golpes contra la pared, según los informes de la época sobre su muerte.

Esto se denomina en la jerga forense como “autolesionismo”. La jueza descartó estas versiones en base a la autopsia histórica de los peritos.

Rodríguez explicó que las principales lesiones que presentó Perrini no pudieron autoprovocarse.

“Son versiones que existieron siempre, que parecía enloquecido y se desacataba. Todos hechos que pudieron haber ocurrido, que no descartamos. Nosotros nos referimos a la causa de su muerte y a las lesiones capaces de explicar esa muerte, que no tienen nada que ver con lesiones accidentales o autoprovocadas”, explicó el forense.

Al respecto, se permite señalar la suscrita que es hasta irrisorio y reñido con las reglas de la experiencia, decir que los hematomas que presentaba Perrini en zona de epigastrio y genitales pudieron haberse producido porque el detenido se caía o se golpeaba con otros detenidos cuando se movían.

Cuando las versiones son contradictorias, las autopsias históricas llegan a una conclusión gracias a un dato objetivo. En el caso de Perrini, las víctimas que dicen haber sido torturadas y los datos de la autopsia coinciden. Pero también lo dicho por algunos militares no les dejó dudas a los forenses.

“Si los militares hubieran dicho que trataban a los prisioneros de manera amable y contemplativa, y los ex presos decían que los torturaban, nosotros no podíamos afirmar que en ese lugar había torturas. Pero cuando todos dicen que aplicaban malos tratos, unos usando eufemismos y otros hablando de tortura, no quedan dudas”, expresó Rodríguez.

Neutralidad emocional y subjetividad del forense

El problema del forense no es la neutralidad emocional. Eso no le debe preocupar, por la sencilla razón de que no tiene solución: la emoción no pide permiso. El verdadero desafío es que sus empatías no ingresen al informe pericial. Eso sí lo puede controlar. Tiene la obligación moral y profesional de hacerlo.

Esas palabras fueron escritas por Rodríguez en su libro. Perrini fue torturado de varias maneras. Eran un hombre de 34 años, con tres hijos, que fue detenido por sus ideas políticas.

Rodríguez reconoció que este caso afectó su neutralidad emocional, pero aclaró que para los informes se basan en los hechos, porque después deben sostenerlo ante las partes y el juez.

En el caso de Perrini hubo dos audiencias, la última hace algunas semanas. Duró tres horas y media.

Rodríguez y sus colegas explicaron allí que la autopsia histórica es aún más objetiva que la autopsia que se le practica a un cuerpo.

“Se nos preguntó si esta autopsia no era demasiado subjetiva. Nosotros respondimos que es mucho menos subjetivo que una autopsia normal, porque en ese caso, el perito describe con sus palabras un hallazgo que encuentra en el cadáver y las propias palabras que elige puede dar un matiz. Pero en la autopsia histórica nosotros no elegimos las palabras, citamos los documentos y las observaciones de otros, porque no vimos el cadáver. Describimos los pulmones como lo hizo en su momento el doctor Juan José Mautone, que era el forense militar, y cuando describimos la sangre en los pulmones, como se veía al microscopio, usamos las palabras de Mautone. Cuando decimos que la muerte ocurrió en un contexto bajo tortura, usamos las frases entrecomilladas que emplearon los militares y los prisioneros que estuvieron ahí, o sea que este método nos obliga a dejar de lado nuestra subjetividad porque estamos interpretando documentos que hicieron otros y que no podemos alterar”, dijo el forense.

Una autopsia histórica en un caso no resuelto

Muchos casos vinculados a crímenes cometidos durante la dictadura militar tuvieron como prueba una autopsia histórica y algunos se resolvieron con este insumo como pieza clave. Uno de esos casos fue el asesinato de Nibia Sabalsagaray, detenida el 29 de julio de 1974. Por este caso fue condenado el fallecido ex general Miguel Dalmao como autor de un delito de homicidio especialmente agravado.  

Hay otros que no se resolvieron a pesar de contar con esta prueba. Este 3 de agosto, el juez penal Gustavo Iribarren archivó un expediente que tenía más de 30 años en el que se investigaba la muerte de un sacerdote durante la dictadura. La autopsia histórica permitió invalidar las versiones iniciales de la investigación policial, pero no fue suficiente para considerar un posible delito penal.

El sacerdote fue encontrado muerto 8 de marzo de 1982, en una finca ruinosa de la calle Ciudadela. La investigación policial concluyó que el hombre fue a ese lugar para mantener un encuentro sexual con una prostituta y en esas circunstancias cayó accidentalmente desde la planta alta de la vivienda en ruinas. El médico forense sólo constató erosiones faciales, hematomas múltiples de tórax y estableció como causa de muerte una contusión grave de pulmón, rotura de hígado, hemoperitoneo.

En 1986 se realizó una exhumación y en una nueva autopsia se encontraron más fracturas en el fémur, en la base del cráneo, en una vértebra lumbar y múltiples fracturas en las costillas que fueron obviadas en primera instancia.  

En 2010, una junta médica del Instituto Técnico Forense realizó una autopsia histórica y concluyó que las lesiones que presentaba el sacerdote “no resultaban compatibles con una caída accidental desde una altura aproximada de cinco metros”. Este dato, sumado a las “inconsistencias” de la versión policial y al momento en que se dio la muerte del hombre, llevaron al juez a concluir que no se puede imputar responsabilidad penal a nadie en este caso, pero que tampoco existen elementos de convicción suficientes que permitan confiar plenamente en la versión de la policía. La causa fue archivada.

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