Desde muy joven, la hija de uno de los banqueros más ricos de Rusia mostró interés por la literatura: leyó todo Oscar Wilde, Maupassant, Huysmans y el pensamiento de Platón.
Esa misma dama, antes de cumplir 18, escribió relatos, cuentos y novelas. Entre 1929 y el estallido de la II Guerra Mundial, Irène Némirovsky publicó nueve obras inspiradas en su vida familiar.
Con seguridad, quienes conocieron a Némirovsky, la debieron catalogar de virtuosa, aun desconociendo que la escritora podía hablar ruso, inglés, alemán, sueco y francés.
Un niño prodigio es una novela corta que narra la vida de un muchachito que también era admirado por su improbable habilidad. En las tabernas de un puerto del Mar Negro, un niño judío, de origen humilde, descubre que tiene el don de la voz. Por monedas, Ismael Baruch canta los dolores y las alegrías de sus pares.
El destino del buscavida gana foco con la llegada de un poeta alcohólico que se fascina con las letras y las melodías del más joven de los Baruch. El bardo en decadencia, le ofrece los servicios del chiquillo a una dama aristocrática. Tras verlo ejecutar una canción, “la princesa” adopta a Ismael y comienza a lucirlo en sociedad como un objeto nuevo.
Con tan sólo 24 años, Irène Némirovsky diseñó una obra que explora lo absoluto a partir de un caso particular: la desgracia de “la promesa” que pierde su don con el paso de los años. Un niño prodigio es un texto trágico que se luce por su ritmo, la falta de peso de una prosa exacta y la malicia descriptiva de una narradora que no quiere quedar bien con nadie.
Un niño prodigio
Autor: Irène Némirovsky
Traductor: Miguel Azaola
Alfaguara
100 páginas