Hace unos años, durante un viaje de trabajo a Ginebra, escuché en una conversación de varios latinos un rumor de que los suizos prohíben usar la cisterna después de las 9 de la noche en edificios. ¿Tal pasión por el silencio es una señal de locura o de respeto?
El foco de este artículo va dirigido a dos conceptos básicos. La estupidez y el respeto. En lo que respecta al ruido, uno está en auge, el otro, en desuso.
Antes de seguir leyendo esta nota los invito a silenciar toda fuente de ruido que esté a su alcance poder hacerlo, a abrir las ventanas y a escuchar. Escucharán al menos alguno de los siguientes; alarma, moto, bocina, bordeadora o sopladora de césped, música (o ruido según el gusto), ladrido de perro. Si no escucharon ninguno, hay tres opciones: viven fuera de Montevideo, tienen insomnio o están rodeados de suizos.
Cada uno de ustedes habrá tenido una diferente percepción, sensibilidad o tolerancia a estos ruidos. Despertarse cada día con el canto de un gallo es, para algunos, motivo de placer. Para otros es una inspiración al gallicidio (1). Así como varía la percepción del ruido, también varía la tolerancia al mismo.
Yo, lamentablemente, tengo una sensibilidad especial, aquellos ruidos que algunos escuchan solo cuando se los señalan, yo los tengo presentes de inmediato y en forma permanente. En este momento escribo escuchando a Sabina (Ruido-Esta Boca es Mia, de ahí el título), en un intento por tapar el sonido de fondo de una insoportable bordeadora que hace media hora destroza pastos, tímpanos y cualquier intento de actividad mental en el barrio. Tal es la molestia que me provoca que ha logrado bloquear en mí cerebro el sonido de la alarma de la casa de mi vecino.
Es que cada día aumenta la variedad e intensidad de los ruidos en la ciudad. No existen mediciones para demostrarlo en Uruguay, pero si existe un creciente número de quejas al respecto. La Defensoría del Vecino de Montevideo señala las quejas por ruidos entre las de mayor cantidad. Esto los llevó a publicar un extenso e interesante informe, que sirve como compilado de referencia sobre la situación actual.
De hecho, de acuerdo con el urban dashboard del BID, de las ciudades estudiadas en la región Montevideo es la que tiene el peor registro en la pregunta sobre frecuencia de ruidos molestos.
El célebre filósofo Alemán Schopenhauer escribió: “He sostenido largamente la opinión de que la cantidad de ruido que uno puede soportar sin ser perturbado es inversamente proporcional a su capacidad mental y por ende una medida de la misma.” Si me guio por la escala de Schopenhauer, soy una persona con una impresionante capacidad mental. No solo mi tolerancia al ruido es bajísima sino que, además, mi capacidad mental parece aumentar cada día.
Conforme aumentan los ruidos, también aumentan los conflictos relacionados con estos. El año pasado un octogenario mató al perro del vecino porque no lo dejaba dormir. Esto levantó una condena generalizada en el barrio y en las redes sociales se hizo un llamado a concurrir con elementos de ruido para molestar al anciano. El barrio se fue caldeando y el perro fue sustituido por sus deudos.
Más allá de la bestialidad cometida por el octogenario y sin ningún ánimo de justificarla, las reacciones violentas se generan por falta de canales apropiados para enfrentar el problema. Es más, estudios de psicología demostraron hace varias décadas que la tolerancia al ruido aumenta cuando el individuo sujeto al ruido sabe que tiene el poder de detenerlo o controlarlo. Las instituciones uruguayas no contribuyen un ápice a aumentar nuestra tolerancia. Si existe una fuente de ruido que constantemente altera los nervios y no hay ninguna institución que responda en forma adecuada al problema, la percepción de falta de control sobre el ruido aumenta, y con ello la frustración. En algún momento se decide buscarle una solución directamente, lo cual en algunos casos termina en un diálogo amistoso y en otros en conflicto.
La alteración de la salud mental y física por contaminación sonora está ampliamente demostrada. Hay publicaciones en revistas científicas que muestran relación entre ruidos de tráfico e hipertensión (2) y enfermedades cardiovasculares (3) y otros tantos problemas recopilados en el estudio preparado para la defensoría del vecino; entre los que se encuentra estrés, fatiga, inhibición sexual, ansiedad, irritabilidad y, por supuesto, agresividad. La bordeadora continúa sonando y me pregunto cuál de los problemas de salud, además de la inhibición sexual y la agresividad, me está nutriendo en este momento.
Parece ser que un porcentaje importante de montevideanos tiene una baja tolerancia al ruido, ya que los reclamos por ruidos molestos a la Defensoría del Vecino representan un porcentaje importante (cercano al 20%). Como tengo baja tolerancia al ruido no puedo contentarme con este “mal de muchos” (recuerden la lógica de Schopenhauer), especialmente cuando las instituciones encargadas de reglamentar y controlar estos temas parecen ser incapaces de hacer ni una ni la otra.
Veamos brevemente en qué está la reglamentación, es impactante. En el año 2004 se aprobó la ley 17.852. Previamente había operado un grupo de trabajo sobre el tema en la Comisión Técnico Asesora en Medio Ambiente (Cotama). En dicha ley se le atribuye al Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma) el rol de instrumentar las políticas nacionales en la materia. De eso hace ya 10 años.
Hago un aparte para notar que el artículo 13 de dicha ley establece “(Tranquilidad pública).- En caso de actividades extraordinarias o no permanentes, que emitan ruidos que perturben la tranquilidad o el orden público, la Policía Nacional o la Prefectura Nacional Naval estarán en la obligación de ejercer acción inmediata para hacer cesar o impedir tales emisiones.” Es evidente entonces, que en el caso de los ruidos denunciados en los balnearios en verano, la Policía Nacional y/o la Prefectura Nacional Naval incumplieron esa obligación.
Salvo la reglamentación efectiva de la ley, en estos 10 años han sucedido algunas cosas. Durante 2007 y 2008 funcionó un grupo de trabajo sobre el tema en la Cotama (Gesta Acústico). En 2010 se realizó una campaña de recolección de firmas por parte de la ciudadanía solicitando al Mvotma realizar la reglamentación y estas fueron entregadas.
En el sitio web donde se realizó la convocatoria a firmar para la reglamentación se tiene una copia de la respuesta de la Dinama. En la misma se explica que durante los años 2008 y 2009 la Dinama inició acciones para reglamentar la ley. Luego en el año 2010 se dio prioridad a las Emisiones Atmosféricas no acústicas. Al momento de escribirse la nota la Dinama estaba discutiendo un borrador de trabajo en el marco de la Cotama.
Seis años después de aprobada la ley y tres después de las reuniones del grupo Gesta Acústico, se estaba discutiendo el borrador de trabajo. La Dinama es probablemente la institución estatal con mayores necesidades de incremento de presupuesto y personal, pero incluso considerando ese aspecto, puede verse que el tema no es percibido como prioritario. Viendo las denuncias recibidas y los problemas descritos arriba, uno se pregunta por qué.
¿Qué ha pasado del 2010 hasta hoy? En 2011 el defensor del vecino presentó una solicitud formal al Mvotma para la reglamentación. Lo más reciente que he encontrado a posteriori es que en agosto de 2013 se firmó un convenio entre el Mvotma y la Facultad de Ingeniería con el objetivo de ampliar un convenio existente sobre calidad de aire y emisiones atmosféricas de manera de incluir apoyo para la propuesta de reglamentación de la ley. No estoy seguro de si sucedió algo entre 2010 y 2013. Lo que es seguro es que van 10 años de aprobación y la ley sigue sin reglamentarse. Se ha avanzado sí, pero no podemos aceptar sin más estos ritmos de avance.
Obviamente no es sencillo reglamentar esta ley ya que hacerlo afectará a un elevado número de actividades. Muchos de los ruidos que mencionamos provienen de actividades necesarias como el transporte, la construcción, el mantenimiento de parques y jardines. Lo que no es necesario y es excesivamente fácil de controlar, es la intensidad de los mismos. Una moto transporta de la misma manera independientemente del ruido que produzca; las bordeadoras y sopladoras pueden construirse con menores índices de emisión y los seres humanos podemos ser más considerados con nuestros vecinos.
Hablando de bordeadoras, acaba de apagarse. Por fin puedo escuchar claramente la alarma de la casa del vecino. Es un buen tipo, solo que resulta ser insensible a mis quejas por su alarma que parece ser la antítesis de mi vecino porque, según me explicó, se activa por un exceso de sensibilidad. Sigo preguntándome cuál es la utilidad de las alarmas que suenan durante varias horas al día. No aumenta en nada la seguridad del hogar. En todo caso el efecto es el contrario, ya que es una señal, acústica y fuerte por cierto, de que el sistema no funciona ni tiene respuesta. A excepción de molestar a vecinos y al resto de la fauna local, no le veo ningún otro efecto. Esto también se lo he comunicado por escrito a mi vecino, junto con el ofrecimiento de instalarle un parlante con la grabación del sonido ambiente del barrio en su lugar de veraneo, para que no extrañe. Ofrecimiento que no fue aceptado por cierto.
Falsa alarma, ahora comenzó una sopladora a unos 12 dBA más que la bordeadora, según indica el sonómetro de mi teléfono.
Volvamos a la moto e imaginemos una que sale, con el caño de escape libre, de El Pinar hacia ciudad vieja yendo por Giannattasio y Av Italia . Recorre aproximadamente 30 kilómetros. Si tomamos en cuenta que se escucha a una cuadra para cada lado, esto nos da 200m. Montevideo tiene un promedio de densidad aproximado de 8000 habitantes por km en las zonas afectadas. Esto nos da que una sola persona en una moto con caño de escape libre molesta a 50.000 Montevideanos cada día. Esto son 50.000 conversaciones interrumpidas, sueños perdidos, ideas mutiladas, por un individuo que decide llevar el escape libre. ¿No es estúpido? Lo más grave: el problema de las motos puede solucionarse hoy mismo, sin reglamentación nueva.
A las motos sumémosle las bordeadoras, las alarmas de hogares y autos, los boliches no acondicionados y otros ruidos existentes. Es impactante la cantidad de montevideanos que están siendo afectados por el ruido cada minuto del día. No es un problema como para dejarlo esperando 10 años para reglamentación. ¡Quizás sea hora de sumarse a los deudos del can y organizar una caceroleada para exigir menos ruido!
Para terminar con el tema del comienzo. Sin duda tiene derecho a hacer un juicio aquel que decidió pasar sus pocos días del año de descanso (en Punta del Este, Punta del Diablo o cualquier otro lugar elegido) y que por tanto ruido, no oyó el ruido del mar.
(1) Para aquellos encariñados con el gallo: el castramiento produce el mismo efecto silenciador.
(2) Gosta et al. Road traffic noise and hypertension. Occup Environ Med 2007;64:122-126 doi:10.1136/oem.2005.025866
(3) Ising y Kruppa. Health effects caused by noise: Evidence in the literature from the past 25 years. Noise and Health 2004;6 (22): 5-13
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