Escuchá los goles del clásico.
Cuando todo parecía perdido, cuando la Colombes saltaba y el resto del Estadio hacía silencio, cuando ya no quedaba nada de lo que aferrarse, un muchacho de juego rústico y barba tan prominente como pelirroja se negó a claudicar. Entonces, en un acto de fe, corrió hacia el área como si fuera Fernando Morena a buscar un centro, el último centro de la tarde.
La pelota vino desde la derecha y ese muchacho, limitado en su juego pero con una entrega que conmueve a la hinchada de Peñarol, cabeceó entre los centrales de Nacional y puso la pelota contra el palo derecho del arco de Conde.
Marcel Novick corrió sin saber hacia dónde, sus compañeros también corrieron en cualquier dirección, los suplentes saltaron del banco, el técnico y su ayudante se dieron un abrazo interminable, la Ámsterdam y la Olímpica explotaron de felicidad.
Peñarol empató el clásico de la manera que el hincha más lo disfruta: con un hombre menos, siendo superado en el juego, en el último segundo del partido. El resultado, por si fuera poco todo lo anterior, le permite mantener la ventaja sobre Nacional en el Anual y en el Clausura a tres fechas del final.
El gol de Novick cambió a tal punto el semblante que nadie reparó en el flojo desempeño, una vez más, del aurinegro. Quien sí lo reconoció luego del partido fue su técnico, Jorge Da Silva, lejos de la ceguera generalizada. Tampoco importó que la racha sin victorias clásicas se extienda a nueve partidos. A pesar de esos dos hechos, el festejo del final es entendible porque el Uruguayo, principal objetivo del Carbonero, sigue cerca.
A pesar de las bajas y de jugar la Copa, Nacional fue superior a su rival. Más que el resultado, un empate que a ningún tricolor le hubiese molestado antes del partido, lo que lo deja tocado es la forma. Hizo un esfuerzo supremo en lo físico y se le escapó en el último instante un partido en el que tuvo todo para liquidarlo.
El primer tiempo fue flojo. A pesar de que Da Silva se la jugó por los futbolistas de mayor trayectoria, el único que le dio juego a Peñarol fue Valverde. El pibe juega a uno o dos toques, clarifica el equipo con su visión y elegancia. Desde sus pies llegaron los mejores momentos del equipo.
Con el doble cinco de Novick-Nández el aurinegro tuvo balance pero careció de sorpresa en ataque. No pudieron desbordar con peligro los laterales y Murillo cayó de forma reiterada en fuera de juego.
Nacional no hizo más que su rival. Polenta se impuso en el fondo pero Romero-Porras lucharon con menos claridad que de costumbre en el medio. En ataque, el Tricolor se reiteró en sus intenciones de intentar por los extremos.
Gamalho tuvo una buena chance en el comienzo pero luego se apagó igual que el resto del equipo a la hora de atacar.
Con el partido estacionado en el medio de la cancha y los equipos sin ideas para atacar, Forlán tuvo la jugada más clara del primer tiempo pero su tiro cruzado salió al lado del palo.
El segundo tiempo tenía reservado lo mejor. A los cuatro minutos Aguirregaray cometió un penal grosero sobre Tabó y Polenta puso el 1 a 0.
El juego ganó en intensidad. Peñarol salió a intentar empatarlo. Da Silva tomó riesgos, quitó a Nández y puso a Rossi. Algunos minutos después colocó a Novick por Murillo. Los de Munúa empezaron a manejar mejor la pelota, a tener un juego más parecido al que intentan todos los fines de semana.
A los 61 minutos Novick levantó con maestría un centro y Aguirregaray se redimió del penal con un cabezazo que terminó en el 1 a 1.
Peñarol recuperó la calma y su técnico intentó reordenar al equipo para volver a tener consistencia defensiva. Pero cinco minutos más tarde Valverde le tocó el pie a Barcia dentro del área. El juez estaba al lado y pitó correctamente penal a pesar de las protestas de jugadores y cuerpo técnico de Peñarol. Polenta volvió a convertir para adelantar a Nacional.
El segundo gol modificó del todo el partido. Peñarol quedó parado con dos defensas y se lanzó desbocado al ataque. Pero lo hizo sin ideas. Nacional tuvo el partido que mejor le sienta, recostado y dispuesto a salir en velocidad ante un adversario expuesto. Cada vez que la recuperó, el Tricolor generó peligro.
Seba Fernández lo pudo liquidar tras una contra bárbara de Barcia pero falló y minutos más tarde, cuando corría solo hacia el área, fue derribado de atrás por Guillermo Rodríguez, que vio la roja.
Entonces, llegaron los descuentos que marcó Fedorczuk y la última jugada. Esa en la que el muchacho de barba prominente y pelirroja se convirtió en el héroe.
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— Contragolpe (@contragolpe180) 16 de mayo de 2016