Diego Muñoz

Periodismo de periodistas

Estoy convencido de que los periodistas somos lo peor que tiene el fútbol uruguayo. Cada día lo reafirmo más. Claro que hay excepciones. Pero son eso: excepciones. Ocurre que cuando se toca este tema saltan como pelota varios diciendo que no se puede hablar de colegas con el argumento que es una falta de ética hacerlo. Algunos hasta aseguran que solo hablan de otros periodistas para destacar algo bien pero nunca para realizar cuestionamientos.

Actualizado: 21 de setiembre de 2009 —  Por: Diego Muñoz

Como periodistas podemos opinar de todo y todos pero no hacer “periodismo de periodistas”.

Hubo una movida de prensa para que Uruguay vaya a jugar el decisivo partido ante Ecuador con un equipo de jugadores del medio local que se aclimaten a la altura. No importa que los preparadores físicos y médicos hayan hecho estudios sobre el rendimiento de los jugadores en la altura. Nosotros opinamos porque estuvimos muchas veces en Quito y La Paz. Eso no es todo. Como el equipo uruguayo está sexto y jugó mal algunos partidos, mandamos al psicólogo al técnico, Oscar Tabárez, que además, afirmamos, como no se mueve mucho dentro de la cancha no le trasmite nada a los jugadores.

Es solo una muestra de la impunidad que sentimos. Pero hay muchas más.

Nos sentimos con la autoridad de dar clase de cómo los jugadores le deberían pegar a la pelota, de cómo sería mejor que el arquero formara la barrera y de cómo debería cerrar el lateral, con la seguridad de haber jugado al baby fútbol. Eso a la hora de hablar de fútbol, pero también nos permitimos entrar en terrenos en los que catalogamos a los jugadores de faltos de profesionalismo y de jerarquía.

Tenemos potestades para decir que los dirigentes son incapaces, que están en el fútbol para beneficio personal y para dejar entrever que varios están cerca de actos de corrupción.

Podemos afirmar que los empresarios quieren hacerse ricos a costa de los clubes, que manejan a los jugadores y que no tienen escrúpulos a la hora de pensar en el beneficio personal.

Decimos que los árbitros son malos, que no pueden soportar la presión del ambiente del fútbol y que se equivocan siempre para los grandes.

Catalogamos muy sueltos de cuerpo a los hinchas como buenos o malos. Hablamos del olor a marihuana que hay en la Ámsterdam y de que no son hinchas sino delincuentes. Cómo si un delincuente no pudiera ser hincha.

Nos animamos a recordar la falta de valores de la sociedad actual, a recomendar bajar la edad de imputabilidad, a añorar los tiempos en blanco y negro y a cuestionar a los ministros. Pero que no se le vaya a ocurrir a un periodista hablar de un colega, porque se rompen los “códigos”. Este razonamiento no solo carece de argumentación seria sino que criticar a un periodista, es una actitud bastante menos reñida con nuestra actividad que otras cosas habituales dentro del ambiente.

Por ejemplo mendigar pasajes con las delegaciones de equipos uruguayos que juegan los torneos internacionales.

O tener periodistas en las canchas o en los entrenamientos, a los que se les paga con un porcentaje de los avisos que ellos mismos se tienen que conseguir.

“Hay periodistas que pasan situaciones difíciles, que los he ayudado con resultados económicos con sponspors o con otros servicios, cuando veo que el tipo está en la lona o anda mal le doy una mano. Lo hago de pierna”, declaró un filantrópico Eugenio Figueredo en el diario El Observador el lunes 23 enero de 2006, cuando todavía era presidente de la AUF.

Quizá es preferible hablar de un colega antes que recibir dinero de Figueredo para pagar el teléfono, como lo hizo a algún programa de fútbol que se autoproclama 100% independiente.

O criticar a otro periodista, antes que recibir de parte de Don Eugenio una corresponsalía en una cadena internacional.

O que ir a un Mundial y trasmitir desde un hotel mintiendo descaradamente.

O que hacer campañas a favor de ciertos dirigentes que ponen publicidad o que les prestan sus instalaciones y en contra de actores del fútbol que no otorgan privilegios.

Nuestro trabajo es público y como tal, está expuesto a las críticas o elogios de la gente, incluidos los que comparten la profesión.

No hay un solo manual de estilo de ningún medio de primer nivel en el mundo que cuestione hablar de un colega. Sin embargo, en Uruguay, genera rechazo hacerlo. También es cierto que ningún manual se refiere a lo reprobable que son ciertas conductas habituales en el periodismo deportivo uruguayo. Pero en este caso porque ellas no son parte de la profesión.



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