Fiesta mayor en el Centenario

Uruguay le ganó a Bolivia 4 a 2 y clasificó a su tercer Mundial consecutivo, esta vez de forma directa. Con un mediocampo de virtuosos y la decisiva presencia de Cavani y de Suárez, la Celeste vivió una noche pletórica en el Centenario.

Actualizado: 10 de octubre de 2017 —  Por: Diego Muñoz

Fiesta mayor en el Centenario

AFP

La gente festeja en las tribunas. Poco importa que supiera de antemano el final. Por el contrario. Todos fueron a presenciarlo, a disfrutar del desenlace. Desacostumbradas a esto de ir a un partido de Uruguay sin los nervios de que en 90 minutos va la vida, las 50.000 personas se propusieron disfrutar sin tensión, sin angustia. Sabían que los de Celeste celebrarían y querían ser parte de la fiesta.

Aunque Uruguay no puede con su genio. Como si fuera necesario estar al límite para sentirse vivo, el equipo se encontró en desventaja. Luego de un inicio furioso se dejó estar y, de repente, recibió un gol por casualidad. Entonces, inspirado en el aire renovado de un mediocampo que derrocha talento y juventud acorraló a Bolivia hasta que hizo dos goles en tres minutos y devolvió las cosas a su lugar. Lo igualó Cáceres en una jugada en la que pisaron el área seis futbolistas y luego Cavani, el goleador de las Eliminatorias, anotó de cabeza tras centro desde la izquierda.

Al final del partido el sentimiento en las tribunas y en la cancha fue el mismo, la alegría desbordó a hinchas y jugadores. Unos y otros han logrado una comunión infrecuente que estimula a cada quien desde su lugar.

Un grupo inmaculado, digno, inmortal, le dio al pueblo otra alegría. Godín luce feliz con el brazalete que heredó de Lugano, Suárez sonríe como un niño con su primera pelota, Cavani corre con la misma intensidad que lo hace en la cancha, Muslera se abraza con Cáceres. Los más jóvenes disfrutan de la misma manera. Valverde mira las tribunas sin poder creer lo que ve, Bentancur piensa cuánto valió la pena pedirle a Boca que lo dejara ir a la selección juvenil, Vecino busca los brazos que tenga más cerca.

De los 46 jugadores que Óscar Tabárez utilizó en las Eliminatorias hubo 24 nuevos y de ellos, 21 pasaron por las selecciones juveniles. Dos de ellos fueron Valverde y Bentancur, que frente a Bolivia se adueñaron del equipo. El de La Coruña dispuesto a la derecha de Vecino y el de la Juve a la izquierda, demostraron calidad con la pelota en los pies y compromiso para la marca. Fueron y vinieron, se tiraron a los pies, asistieron a los delanteros con pases precisos, fueron a buscar a los espacios vacíos. Fue un placer verlos jugar.  

Ni club de amigos ni ausencia de recambio. Hace 11 años que la oprobiosa realidad de la selección uruguaya se modificó por completo. El cambio nació en la cabeza de Tabárez. El maestro es un virtuoso para escapar del ruido. Sensato y sabio dirige el mejor proceso de selección de, al menos, las últimas cinco décadas. Ni un cambio tarde, ni una citación reiterada, ni un nombre que falta hacen mella en un ciclo brillante.

Desde su llegada Uruguay se convirtió en una selección de elite, que es una fija en sudamericanos y mundiales juveniles y que nunca falta a las Copas del Mundo de mayores. Después de 40 años la Celeste jugará su tercera consecutiva en Rusia 2018.

Si hay partidos que cualquier equipo debe ganar para ser alguien en el fútbol hay otros que sirven para demostrar cuánto valió jugar los primeros. La selección de Tabárez tiene muchos momentos épicos, victorias apoteósicas, instancias inolvidables. Hasta ahora casi nunca había vivido una noche como la del martes. Y menos aún en Eliminatorias donde todo suele ser extremo.

Es imposible comentar lo sucedido ante Bolivia sin retroceder dos años. El comienzo del torneo fue sin Cavani ni Suárez. Las ausencias no cambiaron la idea y con la intensidad como bandera pisó fuerte. Si la Celeste tiene solidez defensiva buena parte del trabajo está hecho. No necesita de la pelota para dañar, con ser paciente, saber defender en los momentos de peligro y aprovechar los momentos en los que el partido le otorga chances le alcanza.

Tras una gran primera rueda llegó el bajón durante la segunda. Los puntos sirvieron de colchón en tiempos de vacas flacas en los que desaparecieron algunas señas de identidad del equipo. El técnico se vio obligado a tomar decisiones. Renovó el plantel con las citaciones de Bentancur, Valverde, Nández, Pereiro, Lemos y Gómez.

En la doble fecha ante Argentina y Paraguay recuperó sus rasgos más típicos y con cuatro puntos sobre seis aseguró la clasificación. Godín volvió a ser imperial, Josema brilló y la selección no recibió goles.

Frente a Bolivia salió con un mediocampo en el que el jugador más joven tiene 19 años y el más grande 24. La coyuntura lo permitió.

Arriba no hay dupla como la uruguaya. A pesar de que Suárez no pasa su mejor momento, de que se muestra contrariado y entreverado. Porfiado como pocos pide la pelota, va, cae y se levanta, protesta y la vuelve a pedir hasta que consigue el gol. Lejos de saciar su apetito insiste y 14 minutos más tarde consigue el segundo suyo y el cuarto uruguayo. Junto a Cavani conforman una delantera de elite capaces de culminar la mejor jugada o ser el remedio para las disfunciones colectivas. No hay delanteros que mantengan la tensión competitiva como ellos dos. Intensos, agresivos, inclaudicables. Son un tormento para cualquier rival.

El gol en contra de Godín para el 4-2 fue apenas una anécdota.

Mientras en la última fecha había cinco equipos jugándose su futuro deportivo, Uruguay salió al Estadio a dar un paseo victorioso, un baño de masas. Porque la historia del equipo inmortal continuará. 

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