Denise Mota

Río y un arsenal de pobreza turística

Se atribuye a Tom Jobim, artista medular de la música brasileña, un famoso y preciso aforismo que dice que “Brasil no es para principiantes”. Con el buen humor y la agudeza que lo caracterizaba, quiso decir que, por detrás del disfrute de la vida representado por el país, había estructuras complejas, no siempre explícitas ni racionales, ni benevolentes, que regían el día a día allí.

Actualizado: 27 de octubre de 2017 —  Por: Denise Mota

Esta semana una turista española de 67 años, María Esperanza Jimenez, fue asesinada cuando estaba saliendo de Rocinha, la “favela más grande de Brasil”, como registran las publicaciones estadísticas y, hace años, los materiales de propaganda de Río de Janeiro.

Ser “el más grande” es una obsesión muy brasileña que, con razón, se volvió chiste en Uruguay. Ese complejo de grandiosidad infantil llega al punto de que se pueda valorar de forma positiva el tener “la favela más grande” y hacer de este enorme certificado de desigualdad un motivo de orgullo. Tema para otra columna.

Al tratar de dejar Rocinha, María fue asesinada por la policía. Porque el auto en que estaba no obedeció al bloqueo impuesto por los oficiales. Porque llevaba vidrios oscuros que no permitían identificar a los pasajeros. Porque había ocurrido un tiroteo dos horas antes y aún había mucha tensión en la favela. Porque esto, porque aquello. María se murió después de recibir un tiro en el cuello.

El autor del disparo, un policía, ya fue detenido. Una muestra de eficiencia inaudita para los parámetros brasileños. Y están siendo indagados la guía turística que acompañaba a la víctima y los propietarios de la agencia contratada por la española.

Desde entonces, hay una histeria muda entre las autoridades locales para tratar de que la realidad social carioca no llegue a su última frontera: el imaginario de belleza y diversión que alimenta el turismo, responsable por el 4% del PIB del Estado.

La desesperación para encontrar modos de salvar los turistas en medio al caos generó un proyecto de ley para identificar autos que los transporten. Un intento de “blindarlos” contra la violencia (también hacerlos blancos más fáciles, se podría pensar). El gobernador habla de “restringir” el acceso de visitantes a los morros. Los empresarios de turismo en las favelas ya ponen el grito en el cielo.

Desde setiembre Rocinha vive en clima de guerra porque dos traficantes, Nem y Rogério 157, disputan el control del comercio de drogas en la región. Nem está detenido en una cárcel en Rondónia (Amazónia) pero sigue controlando sus intereses a 2.700 km de distancia.

El mes pasado, 950 efectivos del Ejército fueron enviados a Rocinha. Quedaron una semana y se fueron. Los tiroteos continuaron.

Dos días después de la muerte de María, una adolescente de 12 años fue baleada al salir de una iglesia en el alto de la favela. Al día siguiente, un policía fue asesinado después que el auto en que estaba (no era un auto policial) recibió 17 disparos.

En la lucha entre narcotraficantes y contra la policía, María no fue la primera víctima y, en cuestión de horas, dejó de ser la última.

“Especie distinta”

La Policía Militar de Río (la misma que mató la española) viene recomendando no entrar en las favelas o, por lo menos, informarse sobre cuál es la situación del día. La gente que vive allí expresa, de forma reiterada, que no se siente cómoda con la rutina de turistas que recorren sus angosta calles y disparan flashes para todos los lados, ávidos por conocer “la vida real” en la pobreza.

El lunes en el que María se murió había 20 turistas franceses en Rocinha. Un habitante local le dijo al blog “O Antagonista”: “Parecería que somos una especie distinta. Ni con el clima que vivimos los turistas dejan de venir”.

El mismo día en que se velaba al policía, el de los 17 tiros, Madonna se hizo fotografiar en el Morro da Providência al lado de dos soldados con ametraladoras. ¿Sería sexy y contracultural subir el morro con tipos armados? ¿Qué aporta a los que sí tienen que transitar por allí todos los días y correr el riesgo de tomar tiros tanto de los narcos como de los policías? ¿Refleja preocupación con las causas de fondo u oportunismo explícito?

María fue llevada a Rocinha por gente que supuestamente conoce la ciudad, sus humores y que debería saber que se encontraban en una zona de guerra. La avidez por la ganancia fácil hizo que se olvidaran normas elementales de prudencia.

En las favelas de Río hoy viven dos millones de personas, según un informe del Instituto Data Favela difundido en 2014. El turismo en estos territorios genera 12.000 millones de reales (alrededor de 4.000 millones de dólares) por año. Río tiene 5.000 agencias de turismo y muchas de las favelas cariocas ofrecen algunas de las mejores vistas de la ciudad. El negocio queda claro.

También queda claro que no están dadas las condiciones para subir el morro contra viento y marea. Y está por verse el porcentaje de dinero que de hecho queda en la favela, a partir de estos emprendimientos.

Un estudio de la arquitecta Izabel Cristina Reis Mendes, de 2014, analiza la transformación de la imagen de las favelas cariocas, de “problema” a “producto cultural”. Mendes afirma que los habitantes de los morros, en su mayoría, “no están en contra de la actividad turística en sí, sino de cómo viene siendo realizada”. También expresa que el objetivo central, de dotar los habitantes de herramientas para explotar comercialmente su realidad --y, así, mejorarla--, no se cumplió. “La propuesta inicial era que los guías de turismo fueran gente de la comunidad, pero no todos lo son. Algunos moradores afirman sentirse molestos con los itinerarios, como si fueran parte de un ´zoológico humano´ armado para los visitantes”, escribe.

En medio a estas dinámicas, quedó María, allí en el punto de ebullición de la “favela más grande de Brasil”, a la hora equivocada y el lugar equivocado. Obviamente no se murió porque quiso. Sólo aceptó lo que le fue ofrecido como paseo.  



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