Quince meses después de que el 53% de los irlandeses dieran un "no" rotundo al tratado, en junio de 2008, las encuestas auguran una ratificación con entre el 58% y el 68% de los votos, contra como máximo un 33% de rechazo.
El primer ministro irlandés, Brian Cowen, que lideró el bando del "sí", alertó sin embargo contra un exceso de confianza el miércoles en la conferencia de prensa de cierre de campaña. "Todos los votos contarán el viernes", dijo Cowen, cuyo gobierno bate records de impopularidad tras las severas medidas adoptadas para luchar contra la crisis que en el último año golpeó brutalmente al llamado 'Tigre celta', por el prodigioso crecimiento que experimentó en los años 90.
Aunque hace planear la amenaza de un voto de castigo, la crisis fue también el factor que más contribuyó al cambio de opinión de la población de Irlanda, cuya economía debería contraerse cerca del 8% en 2009 y su tasa de desempleo alcanzar el 15%, tres veces más que en junio de 2008. Sin la ayuda de la Unión Europea (UE), y del Banco Central Europeo (BCE), que inyectó 120.000 millones de euros en el sistema financiero, los bancos irlandeses habrían sufrido un colapso.
Bruselas espera ansiosamente el desenlace de esta segunda consulta, convocada después de que Dublín recibiera las garantías legales necesarias sobre el respeto de su neutralidad militar, su sistema fiscal, la prohibición del aborto o el mantenimiento de un comisario irlandés en Bruselas, algunos de los temas que alimentaron el "no" en 2008.
Irlanda, cuyos 4,3 millones de habitantes representan menos del 1% de la población total de la UE, es el único país obligado por su Constitución a celebrar un referéndum sobre el Tratado de Lisboa, que a su vez debe ser aprobado por los 27 Estados miembros del bloque para poder aplicarse.
El Tratado de Lisboa, fruto del compromiso alcanzado por los líderes de la UE tras el proyecto de Constitución Europea abortado por los rechazos francés y holandés en 2005, está destinado a mejorar el funcionamiento de la UE ampliada y darle un mayor papel en el mundo mediante la creación de un presidente.
Un nuevo rechazo irlandés provocaría una profunda parálisis institucional y bloquearía el proceso de adhesión de nuevos países. "Europa no se desplomará si gana el 'no' pero sufrirá una pérdida de credibilidad internacional colosal", opinó Antonio Missiroli, experto del Centro de Políticas Europeas de Bruselas. "En caso de revés, no podrá haber en el futuro más que soluciones rebajadas", agregó.
Y esta vez no habrá posibilidad de rectificar, dado que el primer ministro irlandés aseguró que "no habrá un Lisboa tercera parte, eso es seguro".
Aunque el "sí" triunfe en Irlanda, Europa todavía no podrá cantar victoria, puesto que otros dos países, Polonia y la República Checa, tienen todavía que finalizar el proceso de ratificación. Polonia prometió aprobar el tratado en la estela de Irlanda, pero en la República Checa, su euroescéptico presidente, Vaclav Klaus, y sus aliados parecen estar agotando todos los recursos posibles antes de firmarlo.
Y si el proceso de ratificación se retrasa todavía varios meses, como temen algunos líderes europeos, podría paralizarse de nuevo con la previsible llegada al poder en la primavera de 2010 de los conservadores británicos de David Cameron, que ha prometido someter el texto a una consulta popular.