Joel Rosenberg

Indómita campaña de Lacalle

“Luis Alberto Lacalle parece cansado, tiró la toalla”, dijo el candidato del Partido Colorado Pedro Bordaberry. Unos días después, el 29 de setiembre, La Diaria publicó en tapa una foto del candidato del Partido Nacional (PN) durmiendo en un acto de la lista de su hijo; Lacalle estaba recostado en la silla, con la boca abierta.

Actualizado: 08 de octubre de 2009 —  Por: Joel Rosenberg

Lacalle se enojó y dijo que hay una campaña en su contra. “Están tratando de instalar la idea de que estoy viejo, de qué soy enfermo y que estoy tarado”, señaló a El Observador al día siguiente. “Les molesta que haya salido de la tumba con los codos y escalado la montaña con los dientes (…) no se preocupen que de la cabeza estoy bárbaro”, agregó.

Más allá de las paranoias conspirativas, Lacalle aparece extenuado. Y es lógico, tiene 69 años y es una campaña muy exigente. Lo que no es lógico es que haya cometido algunos de los errores que cometió. Lo que no estaba previsto era que empardara al candidato del Frente Amplio (FA) en las salidas de tono.

El senador blanco Eber Da Rosa señaló el 29 de setiembre en No toquen nada (Océano FM) que cada vez que hay una expresión de Lacalle que rompe la rutina motiva una “conmoción” en los medios y en la opinión pública. Da Rosa dijo que el trato no es equitativo porque “hay un acostumbramiento con (José) Mujica que en más de una oportunidad ha utilizado calificativos fuera de lugar”.

Da Rosa dijo una verdad a medias. No es cierto que los medios no cubrieron los dislates de Mujica. Sí lo hicieron. Pero puede que tenga razón Da rosa en que hay un acostumbramiento a que Mujica utilice calificativos fuera de lugar. Lo que no dice es que justo ése es el principal problema de Lacalle: nadie lo esperaba de él, ni sus peores adversarios.

La colección de yerros y salidas de tono del candidato nacionalista es variopinta y abarca los tres pirmeros meses de campaña de punta a punta.

El primero fue unos días antes de ganar las internas cuando, en una entrevista, aconsejó no invertir en Uruguay hasta diciembre. Después habló de una motosierra para el recorte del gasto del Estado. El FA tomó la expresión como recorte del gasto social y Lacalle se ha pasado tres meses aclarando.

Hubo algunos otros errores por falta de claridad en la explicación, como comparar la Tarjeta Joven con el Plan Ceibal; o por falta de asesoramiento, cuando pidió derogar una ley de jubilaciones de privilegio que está derogada.

Pero lo peor de la campaña (hasta ahora) se dio en la última quincena de setiembre. Allí Lacalle se salió de madre y llegó a opacar a Mujica, justo cuando el candidato del FA pasaba por su peor momento.

Del 14 al 21 de setiembre el candidato del FA hizo agua por todos lados e intentó explicar, sin mucho éxito, todo lo que había dicho en el libro “Pepe coloquios” y en una entrevista en el diario argentino La Nación. En esa semana Lacalle cometió dos errores graves. Primero se enojó con estudiantes de la ORT; no pudo manejar las re preguntas de jóvenes de 20 años. Se puso tan tenso que les dijo “asesinos y secuestradores” a los integrantes del MPP cuando muchos de ellos no integraron nunca el MLNT. Para terminar esa semana -la peor de Mujica- Lacalle señaló que el candidato frenteamplista vive en un “sucucho”, en una “cueva”.

Lo del “sucucho” fue una grosería. Pero Lacalle tenía guardada una peor. “Les damos dinero a 80.000 atorrantes para que no hagan nada”, señaló el candidato blanco el 25 de setiembre, en Florida, en referencia a los beneficiarios del Plan de Emergencia.

Con esas salidas de tono Lacalle se ubicó bien lejos de aquel gran político del imaginario uruguayo. “Es un bicho político”, “es muy vivo, muy hábil”, se dijo siempre. No fue lo que mostró en la campaña. En cambio, aparece más cerca de su rival, de Mujica, del que siempre se esperaron los disparates.

Y esa expectativa diferente se reflejó en las encuestas. Según el informe que publicó el diario El País el 3 de octubre, con los datos de las cinco principales encuestadoras, Lacalle perdió seis puntos en promedio desde junio y Mujica se mantiene igual. Ambos, eso sí, ayudaron al crecimiento de los indecisos.

A comienzos de octubre Lacalle comenzó a decir que no mirará más a los costados, que de ahora en más, mirará solo hacia adelante y hacia arriba. En Río Negro, en entrevista con No toquen nada, dijo que notaba que la gente aplaudía cada vez que mencionaba esto y que esa era una señal que había que escuchar.

El gran tema para el PN es si su candidato se limitará a hablar del programa. Para saber qué hará Lacalle se debería contestar la gran pregunta de esta campaña: ¿qué le pasó? ¿Dónde quedó aquel bicho político?

Se han elaborado muchas respuestas. La carencia de asesores o la soberbia de no escucharlos o que esté mal por el dolor de su pierna operada. Se ha llegado incluso a especular con que no quiere ser presidente. “Me preguntaba si Lacalle no estaría tironeando por alguna compulsión inconsciente a no querer ganar las elecciones”, escribió Tomás Linn en Búsqueda el 24 de setiembre.

Quizá esté sólo cansado, como se lo ve. Capaz que no hay que darle tanta vuelta y pensar que Lacalle a esta altura de su vida dice lo que siente y piensa sin reparos ni controles. En definitiva, un viejo político no deja de ser un político viejo.



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