Un paseo por museos de la Segunda Guerra Mundial

Partisanos y Maquis, memorias de la resistencia.

Actualizado: 27 de febrero de 2018 —  Por: Gabriel Quirici

Un paseo por museos de la Segunda Guerra Mundial

Hace poco la hinchada de Peñarol lanzó un nuevo tema con el ritmo de Bella Ciao para alentar al carbonero. Una cuenta de twitter que la difundía citaba la referencia de la letra como extraída de la serie “Casa de papel”. Un buen gesto histórico, el poner la fuente, pero que me sorprendió porque no mencionaba a los autores originales: los partisanos italianos que lucharon contra el fascismo y el nazismo. En seguida me aclararon que muchos ya lo sabían porque en la propia serie se explicita aquel origen y recordé lo que comentó Valeria Tanco en Fácil Desviarse respecto a la utilización de la canción como símbolo de rebeldía y desafío al sistema.

 


 

Pero no deja de ser interesante que ahora, muchos jóvenes conozcan Bella Ciao por la “Casa de Papel” y que la referencia a los partisanos venga en segunda instancia. Como que una memoria inmediata permite rescatar otra que quizás, estaba en una zona incierta, casi que ignorada.

Es que la Segunda Guerra Mundial es uno de esos temas inabarcables. Sus múltiples teatros de operaciones, sus millones de movilizados y víctimas, la simultaneidad de frentes, estrategias e ideologías combinadas, a veces, en alianzas difíciles de imaginar. La reciente serie de Netflix muestra además, que sigue siendo un tema espectacular: más allá del nuevo color, uno no deja de quedar sorprendido de las dimensiones masivas, tecnológicas y económicas de aquel último gran drama de la humanidad: 60 millones de muertos (10 de ellos exterminados en campos de concentración) y 3 millones de desaparecidos tras seis años de lucha verdaderamente global.

Las miradas desde el presente, están marcadas en general por los testimonios de algunos centros de memoria y por las producciones cinematográficas que logran vincular aquella espectacularidad con nuestra curiosidad por el pasado. En una reciente recorrida por Francia e Italia pude acercarme a una historia que no siempre figura en las marquesinas, producto de su complejidad y, quizás, su menor capacidad para vincularse al mundo del espectáculo: las resistencias.

En ese viaje conocí dos museos que hacen referencia a la guerra. Uno en París y otro Roma, con historias que vale la pena compartir y que se relacionan directamente con esta situación compleja de la superposición de memorias.

Francia, los maquis y los conflictos con la memoria

Francia tuvo una situación compleja, podemos decir que medio territorio quedó ocupado (incluyendo París) y la otra mitad pactó una rendición con el régimen nazi, creando el gobierno de Vichy (por la ciudad donde se puso la capital) tildado de “colaboracionista”, en donde tuvo destaque un héroe de la primera guerra, el mariscal Petain.


Francia desmantelada. Museo de las Guerras Mundiales, Los Inválidos, París.

En comparación con otros países se puede decir que Francia como tal, no combatió al nazismo y casi no tuvo bajas en la guerra. De todas formas, existieron diversos focos de resistencia, unos en el exterior (liderados por Charles De Gaulle) y otros al interior, conocido como los “maquis”. Nombre derivado de “maquia” o matorral en francés y corso, que se asocia tanto a los lugares donde se escondía, como a la idea de planta o vegetal resistente.

La resistencia interior fue irregular, de corte guerrillero y con poca visibilidad hasta 1943. A lo largo del conflicto realizaron acciones de contra espionaje, sabotaje, emboscadas y también de protección y huida para perseguidos políticos. Sus integrantes fueron principalmente comunistas, judíos y españoles republicanos exiliados de la guerra civil. Pero no se trataba de un frente ideológico, ya que también integraban los grupos, aunque en menor cantidad, liberales, monárquicos y hasta algunos nacionalistas de derechas.

 


“Maquis españoles”. La participación de republicanos contra el nazismo aportó experiencia de la guerra civil española para los que querían romper con la paz vivida como colaboración al nazismo

Una vez ocurridos los desembarcos aliados, los Maquis fueron importantes para pasar información y para ayudar a enlentecer los movimientos de las tropas alemanas, sobre todo antes del desembarco de Normandía, donde se registran ya algunos combates abiertos, donde participan entre 6.000 y 8.000 maquis contra divisiones nazis. Con algunos éxitos militares.

Pero frente a esta historia sacrificada, la mayoría de la población francesa no participó: si bien hubo una extendida red de complicidades y protección, se estima que no fueron más del 2% de la población los involucrados en la resistencia. Es más, la liberación vino “desde fuera”, así como la “Francia Libre” de De Gaulle, tenía su gobierno en exilio.

Por esto resulta compleja la relación de la memoria pública con respecto a aquel pasado .El museo de las “Guerras mundiales” de París es un buen ejemplo de esto. Si bien se pueden intuir  algunas de las acciones de la resistencia, estas son casi como destellos de una situación subterránea, en donde predominan otros relatos y otras reliquias.

Digamos en primer lugar que se trata de un espacio/museo monumental: casi media ala del Hospital de los Inválidos, con tres pisos a recorrer. Antes de entrar, y de forma sintomática, una placa recuerda a los caídos de otras naciones que ayudaron a liberar Francia. En la recorrida uno se encuentra de todo, uniformes, armamentos, reconstrucciones en audiovisual, maquetas de trincheras y se propone un tour cronológico desde 1914 a 1945 pasando por el contexto mundial a los acontecimientos más relevantes para los franceses.

Y en ese recorrido resulta interesante que la resistencia francesa ocupe un lugar subsidiario, probablemente porque existe otro museo, en el ala opuesta, dedicado a Charles de Gaulle, un museo cargado de oficialidad y de culto al Jefe de Estado que recuperó la dignidad francesa a nivel internacional, pero durante la guerra estuvo fuera…

Por ello en el Museo de las Guerras Mundiales de París, cuando se trata del período de ocupación Nazi, si bien aparecen fotos y carteles de propaganda de los colaboracionistas, la presentación es muy breve y poco compleja. El fuerte del recuerdo está para los aliados y para la guerra de 14, donde sí combatieron y tuvieron sus héroes, pero que curiosamente, luego estuvieron en el bando que se rindió y a veces colaboró. Es más, la única foto de Petain en aquel período colaboracionista, lo muestra de espaldas, dando un discurso.


Estudiantes parisinos que desafiaron el toque de queda nazi y marcharon a la tumba del soldado desconocido, lugar mítico de la lucha nacional en la Gran Guerra contra los alemanes.

Son interesantes algunos destellos de resistencia: como la placa que recuerda en fotos a los jóvenes liceales que se opusieron al desfile de Hitler por París; así como los carteles de propaganda anti maqui, en donde el gobierno de Vichy cuestiona que sean liberadores ya que se trata de “rojos, judíos, españoles y terroristas”. U otro en donde se pide que se deje al pueblo en paz. ¿A quién? A De Gaulle, a los judíos, a los masones y a los comunistas, que lo quieren perturbar rompiendo el armisticio. El espacio central para el final de la guerra está dedicado al desembarco de Normandía (con una pequeña sala de proyección donde se puede observar un corto del mismo) y las imágenes del avance soviético por el este. La resistencia ocupa un lugar marginal en la recorrida por aquel museo.


Carteles de propaganda del régimen de Vichy mostrando las virtudes de poder conseguir trabajo en Alemania (Papá gana dinero) y desacreditando a la resistencia que promueve la intranquilidad (“déjennos tranquilos: masones, judíos, de Gaulle, la falsedad”) 


Proyección del desembarco de Normandía

Italia y los partisanos

La resistencia partisana de los italianos tiene otras dimensiones, pues en principio la propia oposición a la dictadura de Mussolini ya contaba con presencia obrera, intelectual y campesina. Se estiman entre 350 y 400 mil los integrantes de los diversos grupos, con una alta participación de mujeres en las acciones (cerca de 35.000). También aquí la diversidad ideológica fue amplia, pero sin componentes de derecha, con alta presencia comunista y católica, en una alianza que resultaría clave luego, para la formación de la república Italiana actual tras la guerra.


Partisanas en la Italia liberada.

Los partisanos lograron desestabilizar al régimen de Mussolini y el Duce debió abandonar Roma hacia 1943… para ser finalmente capturado y ejecutado por estos en Milano al año siguiente. Pero mientras su éxito parecía llegar, debieron soportar una breve ocupación militar nazi en Roma (setiembre del 43 a junio del 44) y parte del norte del país, que ha dejado huellas tales como el Museo de la Resistencia.

Se trata de un edificio de cinco pisos que era sede de la sección cultural de la embajada alemana y que fue convertido en centro de detención y torturas clandestino. Desde 1955 fue declarado “Museo de la memoria y la resistencia”. Allí se pueden observar algunas de las características de la política nazi, así como los componentes de la lucha partisana. Están los ficheros completos donde los alemanes registraban a los “iraeli” romanos (8.023 para ser exactos, marcados con una cruz amarilla de seis puntas), a los gitanos (“zingari”) y a los opositores políticos (“polítici” identificado con un triángulo rojo suave).


Categorías a exterminar por los nazis y afiche de propaganda para expulsar a los alemanes

También se encuentran las reliquias de los fusilados en las fosas Adreatinas. Varias de las víctimas de aquella masacre fueron primeramente detenidas y torturadas allí. Sus pertenencias, agendas y parte de la vestimenta recuperada, recuerda a las víctimas de la represión nazi ordenada directamente por Hitler. La historia cuenta que en medio de la ocupación, los partisanos pusieron una bomba en una concentración de militares alemanes matando a 34 nazis y el Führer ordenó que la respuesta debía ser diez veces superior: por cada alemán muerto, 10 italianos. Entonces, de entre la población registrada como opositora, capturaron a 350 italianos, y los llevaron a unas minas abandonadas (de allí el nombre de “fosas”) en donde fueron fusilados con la participación directa del oficial Priebke, que luego sería descubierto y capturado en Argentina y juzgado en Israel.


Diario clandestino Nuestra Lucha, de estudiantes italianos.

 

A diferencia de lo que vimos en Francia, por más monumental y didáctico que fuera el museo en los Inválidos, es difícil que se establezca una conexión emocional con el pasado de lucha francés contra los nazis similar a la de los partigiani.

Hay que ser cuidadosos a la hora de evaluar esta diferencia. Uno podría simplificar y decir, ´claro, es que los franceses no pelearon’. Pero debe tenerse en cuenta que el contexto de ambas sociedades. Cuando los nazis avanzaron sobre Francia, además de su poderío militar arrollador, y de la actitud defensiva de los mandos franceses con su malograda “línea Maginot”, parece ser que la guerra contra Alemania “por Polonia”, era muy impopular. Vale recordar que poco antes, se había declarado la política de no intervención en el caso de España, y que tampoco resultó muy claro para la elite dirigente británica declararle la guerra a Hitler en ese momento. Ni que hablar de los EEUU, que recién en 43 se sumarían a la guerra en Europa. Y para sumar al desconcierto, la URSS tenía un pacto de no agresión con el III Reich y el mismo Stalin telegrafió una felicitación a Hitler por haber conquistado París. Cosa que dejó en una posición incomodísima a los comunistas franceses, que luego serían claves en el maqui. Pero en el momento inicial, no solo los franceses dejaron de pelear sino que nadie parecía querer enfrentarse con los nazis.

En Italia por otra parte, la dictadura de Mussolini nunca pudo alcanzar la dimensión totalitaria del nazismo por ejemplo, y siempre se mantuvo, perseguida pero activa, una resistencia popular importante. Ante las dificultades italianas en la guerra, y bajo un contexto diferente (con la URSS ya extendiendo su contragolpe por el Este, y los EEUU desembarcando por Sicilia) en 1943 los partisanos lograron correr a Mussolini de Roma y luego resistir y expulsar a los nazis por sí mismos.

Al recorrer el museo de la Resistencia en Roma, la historia de aquellos combatientes adquiere una dimensión épica y el rescate de su martirio se vuelve algo casi que omnipresente. No solo porque al estar viendo sus cosas uno puede imaginar cómo vivieron y por qué lucharon (también están los periódicos y panfletos de la resistencia) sino porque al mismo tiempo que conocés esas “reliquias” te enfrentás al fichero donde los tenían anotado, podés entrar a las celdas montadas de forma excepcional con paredes tapiadas donde los retenían y ves los baños convertidos en salas de interrogatorios. 

 


Oficinas convertidas en prisión en el edificio de la calla Masone, a siete cuadras del Coliseo

Como en otros museos de la memoria, las víctimas se humanizan, trascienden el número y la masa, y le devuelven al visitante la condición personal de aquella historia. En una de las pequeñas salas de interrogatorio, casi vacía, uno entra y no ve nada más que un vidrio grande como la pared lateral que cubre. Cuando se acerca descubre anotaciones marcadas, probablemente hechas en las pausas de las sesiones de torturas, en donde los prisioneros se pasaban mensajes de aliento, información personal e intentaban, pese a todo, expresar, comunicarse. Había marcas de “resistencia”, “más vale morir luchando que vivir como un siervo”, “fuora i tedesci” (fuera los alemanes)… la que más me conmovió fue una que decía “Marco, la tua mamma esta benne”. Quizás porque nos remite a algo más cotidiano y de amistad que supera lo ideológico, y por eso mismo te acerca a aquel anónimo buen compañero que, en plena tortura, y posible sentencia de muerte, dedicaba un respiro para levantar el ánimo de un compañero.

Y así como en el museo uno se encuentra con un diario de la resistencia que se autodenomina “Órgano del movimiento cristiano comunista” y se borran la líneas divisorias de religión y materialismo, uno puede encontrar en Youtube las huellas duraderas que tal experiencia dejó y entender un poco quizás, sin las marquesinas actuales, cuánto de la Italia republicana viene de la guerra, y cuánto de las reformas de la Iglesia con Juan XXIII (serán en los años 60) tendrán de relación con la experiencia vital de la resistencia.

 

Es con esta sensibilidad, que a uno le parece importante recordar entonces, que la Bella Ciao más que el fruto de una ficción audiovisual, nació cantada por seres reales, infortunados y heroicos, capaz que como cualquiera de nosotros,  y que en aquella época supieron sumar más allá de religiones e ideologías para pelear por la libertad.