Una de las autoras del capítulo de lectoescritura, Beatriz Gabbiani, dijo a No toquen nada que las maestras declaran dificultades en torno a la motivación de los alumnos pero al momento de observar las clases “en términos generales vemos chicos que quieren participar, que están activos. No los vemos con apatía o ‘en otra’”.
Sin embargo, Lilián Bentancur indicó que al momento de ver los cuadernos encuentran la falta de estímulos e interés a la que se refieren los docentes. “Ahí surge lo poco atractivo de las actividades. Por ejemplo, vimos una consigna de ‘lee, dibuja y pinta, hoy; lee, dibuja y pinta, mañana; lee, dibuja y pinta, pasado mañana. Lo rutinario se vuelve tedioso”.
Otro aspecto preocupante fue la enseñanza de la relevancia social de la lectoescritura. “Al ver las prácticas hallamos que se hace foco en aspectos formales como la ortografía, gramática y estructura del texto, más que en pensar qué estoy leyendo, cómo lo dice, por qué lo dice y para quién. Es como que leer y escribir fuera del aula no tiene sentido”, sostuvo Gabbiani.
Las especialistas indicaron que trabajar el lenguaje en un horarios y cuadernos específicos demuestra que no hay aprendizaje transversal. “Lo ideal sería que cruzara los límites de las disciplinas”, explicó Bentancur.
En el informe también consignaron que los ejercicios provienen de fotocopias de otros países, con usos del lenguaje ajenos al alumnado y textos mal escritos, que no representan buenos modelos.
Sobre la calificación, Bentancur recordó que “no dan demasiada información, utilizan caritas tristes, expresiones como ‘super’ o ‘genial’ y así el niño no sabe qué es lo que hizo bien o mal. Además, a veces se dejan errores sin corregir y la calificación es positiva”.
Las investigadores destacaron que a partir de las conclusiones del informe se han introducido cambios en los cursos de formación en servicio para docentes, con el objetivo de mejorar ciertas prácticas.
