Suspendido en noviembre pasado de sus diferentes funciones en el Comité Olímpico Internacional (COI) tras ser incriminado por la Fiscalía de Ginebra (Suiza) en una investigación penal por cargos de corrupción y falsificación, el controvertido dirigente kuwaití está también en el ojo del huracán del fútbol por el llamado ‘Caso Richard Lai’.
En abril de 2017 el citado Lai, presidente de la Asociación de Fútbol de Guam y ex miembro del Comité de Auditoría de la FIFA, confesó ante el Tribunal de Brooklyn (Nueva York) haber percibido de Al-Fahad pagos bajo cuerda por valor de 850.000 dólares, entre 2009 y 2014, para favorecer sus intereses y los de sus ‘delfines’ en el fútbol de su continente. Semejante acusación forzó al dirigente kuwaití a renunciar a su puesto como miembro del Consejo de la FIFA y a retirar su candidatura a las elecciones de la Confederación Asiática (AFC).
Tanto la FIFA, que dio por buena su renuncia y evitó poner el asunto en manos de su Comité de Ética, como la AFC, que anunció la apertura de una investigación sobre el presunto soborno dirigida por su Departamento de Integridad que a día de hoy sigue sin llevarse a cabo, han preferido correr un tupido velo para evitar así la aparición de nuevas revelaciones que puedan salpicar directamente a otros miembros distinguidos del balompié asiático.
Todas las miradas se centran ahora en el presidente de la AFC, el jeque bahreiní Salman bin Ibrahim al-Khalifa, hombre cercano a al-Fahad y principal favorito a ser reelegido en su cargo actual y también en el de vicepresidente de la FIFA en las elecciones que se celebrarán el próximo día 6 de abril en Kuala Lumpur (Malasia).
