Un capitán “convence con el ejemplo”

La historia detrás de los 126 partidos que convirtieron a Diego Godín en el jugador con más partidos en la historia de la selección uruguaya.

Actualizado: 25 de marzo de 2019 —  Por: Diego Muñoz

Un capitán “convence con el ejemplo”

Kirill KUDRYAVTSEV / AFP

Con 14 años, Godín dejó Rosario para luchar por su sueño de ser futbolista. Atrás quedaron los récords de natación conseguidos en su ciudad natal defendiendo al Esparta de Valdense, las buenas marcas en atletismo con la Plaza de Deportes de Rosario, los partidos de básquetbol, fútbol y hándbol que jugaba en el Estudiantes con sus amigos.

En Montevideo se probaría en Defensor, de enganche. Era su puesto desde los cuatro años, cuando llegó al Estudiantes El Colla. Su tarea era llevar la pelota y asistir a sus compañeros, no quitársela a los rivales.

Pero las cosas no salieron como estaban planeadas. El primer año era suplente de Mauro Vila y Pablo Di Fiori, y una semana antes de comenzar el segundo año de Quinta División recibió la peor noticia posible. Godín llegó al entrenamiento, se cambió y fue a la charla que daba el técnico, Heber Silva Cantera. “Vamos a reducir el plantel”, dijo el entrenador y comenzó a nombrar quiénes quedarían desafectados. Uno de ellos era él.

El golpe fue durísimo. Godín sintió que todo había sido un espejismo, que la ilusión era una quimera, que el anhelo se hacía añicos, que había fracasado en el intento. Añoró los años en los que nadaba, corría, saltaba y jugaba al fútbol sin preocupaciones. “Volví a Rosario, totalmente arruinado, sin ganas de seguir, sin ganas de jugar al fútbol, me volvía a estudiar y después a trabajar”.

Pero su padre no lo dejó caer. Llamó a un amigo de Rosario que tenía una panadería en el Cerro y que conocía dirigentes de Cerro, llegó hasta un dirigente del club y le pidió que aceptaran que su hijo fuera a probarse. Cuando le contestaron que sí, acompañó a Diego al entrenamiento en Montevideo, habló con Willians Lemus y a los quince días Godín fue fichado por Cerro como volante.

Lemus vio en Godín un potencial zaguero y a pesar de que ni el jugador quería lo empezó a poner en esa posición. Godín aceptó a regañadientes.

Sus primeros partidos con la camiseta de Cerro fueron como volante por derecha y luego, ante la ausencia de un volante central, ocupó esa posición. “En un partido echaron a un compañero zaguero y Willians me pasó al fondo para los últimos minutos. Anduve bastante bien, entonces insistió en seguir poniéndome de zaguero. Yo no quería nada con el puesto, mis compañeros me metían manija, que no jugara de zaguero, que jugaba bien de volante”.

En un abrir y cerrar de ojos, Gerardo Pelusso lo ascendió a la Primera de Cerro. Como zaguero. “Es fácil contarlo, todo fue muy rápido. Pero en esos meses viví cosas que recuerdo hasta el día de hoy”. Pelusso le vio lo mismo que tiempo después detectó Tabárez. Su grado de compromiso y de responsabilidad para con el grupo era tal que ante el fallecimiento de su abuela, a quien adoraba, viajó a Rosario a despedirla y un día después volvió a Montevideo para jugar. “Fue un momento difícil que me marcó como persona. Todos los jugadores tenemos una historia de vida atrás y momentos que lo marcan. A mí me marcaron como persona, como jugador, y estoy orgulloso de la carrera que he hecho, de los momentos que he pasado, que me han hecho crecer y hoy me hacen ser el futbolista que soy, pero sobre todo tener los valores que adquirí como persona”. A partir de allí fue el capitán del equipo y, quizá sin saberlo, se volvió un futbolista profesional.

El debut con la selección

Godín debutó con la selección el 26 de octubre de 2005, en un amistoso frente a México. Tenía 19 años y jugaba en Cerro. Si bien siente mucho cariño por ese momento, guarda pocos recuerdos debido a los nervios que pasó antes del partido. “Era tanta la ansiedad, tanto el nerviosismo y tanta la expectativa que se me confunden los recuerdos”. 

Tiene más claro su segundo partido, ante Inglaterra en el estadio Anfield Road de Liverpool. “Ese partido marcó un antes y un después en mi carrera y en la posterior decisión de convocarme a la selección, porque jugué a gran nivel. Jugamos con la Tota [Diego Lugano] de defensa y, a pesar de que terminamos perdiendo, hicimos un partidazo”.

Con la llegada de Óscar Tabárez el 8 de marzo de 2006 las citaciones se volvieron constantes. Con bajo perfil y máximo convencimiento, el jugador era justo lo que el técnico buscaba. Así que Tabárez no dudó. Y cuando armó la primera lista para una gira por Estados Unidos y Europa, lo incluyó entre los convocados. Y dos días después, cuando salieron a la cancha para jugar ante Irlanda, Godín estaba entre los titulares. “El maestro me dio la confianza en esos primeros partidos y me empecé a ganar un lugarcito por los rendimientos que tuve”.

En esa gira, Godín marcó su primer gol con la camiseta uruguaya. Se lo anotó a Serbia y Montenegro, en el tercer y último partido de la gira.

La cinta de capitán

Tras el debut con derrota frente a Costa Rica por 3 a 1 el Mundial de Brasil se volvió cuesta arriba. Y la lesión de Diego Lugano complicaba aún más los planes. El zaguero hizo todo lo que estaba a su alcance para jugar ante Inglaterra pero no alcanzó y su ausencia precipitó un hecho que se veía venir: la cinta de capitán pasaba al brazo de Diego Godín. “Un día antes del partido, el maestro dio el equipo, y en ese momento dijo que el capitán iba a ser yo. Me dio mucha alegría, me sorprendió pero también me generó esa responsabilidad que implica ser el capitán, más en un Mundial y más con todo lo que transmitía el capitanato de la Tota”.

Al otro día, la selección se jugaba su futuro en el Arenas do Corinthians en San Pablo frente a Inglaterra. Al llegar al vestuario, Tabárez llamó a Godín y le dijo: “Va a llevar la cinta de capitán y eso no debe cambiarle absolutamente nada en su forma de jugar. No tiene que hacer nada más que lo que ya tenía que hacer en la cancha”. Las palabras del maestro le dieron tranquilidad a Godín. “Fue una charla que ayudó mucho”.

Los jugadores se vistieron, fueron a realizar el calentamiento dentro del campo de juego y al volver al vestuario para ponerse la camiseta uruguaya, Godín se puso por primera vez la cinta en su brazo izquierdo. Una cosa fue imaginarlo, soñarlo, y otra que se hiciera realidad. “El momento en que uno pasa a ser capitán de la selección es inigualable. Para mí, llegar a ser capitán de la selección fue un orgullo impresionante y una responsabilidad tremenda. No fue nada fácil tomar las riendas de una selección en la que tenía referentes a los cuales tenía al principio como ídolos, cuando era más chico o cuando miraba la selección de afuera; que después tuve de compañeros y me hice amigo de muchos de ellos, y después intentar pasar a ocupar una posición que veía lejana”.

Godín no hizo ese día la arenga de los capitanes. “Ese ritual que siempre hacemos, ese día le pedí a la Tota que lo hiciera. Porque estaba en el plantel y me pareció correcto que se encargara de la arenga ese día”.

Cinco días más tarde Godín anotó de cabeza el gol de la clasificación a octavos frente a Italia. “Ese gol fue increíble. Por el momento, por cómo venía siendo el partido, porque era contra Italia, porque teníamos que ganar para pasar de fase, por la cantidad de uruguayos que había aquel día en el estadio, y también porque en ese Mundial fue que recibí la cinta de capitán. Lo disfruté como loco. Junto al que hice con el Atlético ante el Barcelona en el Camp Nou [que le permitió al Atlético de Madrid ser campeón de la Liga de España] son los goles más importantes de mi carrera”. 

En los minutos finales, Uruguay defendió el 1 a 0 que lo metía en la siguiente ronda. Cuando el árbitro pitó el final, Lugano corrió directamente hacia donde estaba Godín. “La Tota me abraza y me dice: ‘Tenías que ser vos, no podía ser otro el que hiciera el gol. Quedate la cinta de capitán para siempre’. Ese momento no me lo voy a olvidar más”. El otro protagonista de este abrazo, Diego Lugano, dijo: “Ufh, madre mía. Qué momento. Lo recuerdo y se me pone la piel de gallina”.

Convencer con el ejemplo

Godín lideró el cambio generacional después de la Copa en Brasil. Lugano, Diego Forlán, Sebastián Eguren, Sebastián Abreu, Andrés Scotti y Diego Pérez, dejaron la selección. “Cuando se fueron todos los compañeros referentes, los que conducían el grupo, era difícil pasar a ocupar esa posición y liderar, ser el capitán de muchos compañeros con los cuales compartí la Sub-20, que tomábamos el ómnibus en el estadio para ir a entrenar juntos. Era una transición complicada, sobre todo para mí internamente, en mi cabeza”.

Durante años, Godín se dedicó a observar, escuchar, preguntar, aprender de los más grandes. En el vestuario, en las concentraciones, en el Complejo Uruguay Celeste, estuvo cerca de aquellos que guiaban al grupo. Esa postura lo preparó para cuando le llegara el momento. “Es verdad que a veces uno tiene un liderazgo natural, que puede ser por generar simpatía, por ser querido dentro de un grupo, por ser respetado. Y después, estoy convencido de que muchísimas cosas se adquieren y se aprenden observando, escuchando, teniendo al lado compañeros que te ayudan y te hacen crecer”.

Como capitán, Godín se niega a imponer las cosas. “El mejor liderazgo, la mejor capitanía se hace convenciendo a tus compañeros con el ejemplo, mostrando con hechos y siendo como uno ha sido hasta ahora. Con muchos compañeros –como el Cebolla [Cristian Rodríguez]– nos conocemos desde hace más de 10 años. Te imaginás que la relación que tenemos es de amistad, y yo sigo siendo el mismo que era cuando me conocieron en la Sub-20”.

El modelo, que viene desde la época de Lugano, es que el capitán predica con el ejemplo. Esa es una costumbre que se mantiene. Lo mismo que las reglas generales dentro del plantel. “El que viene a la selección ya sabe cuáles son las normas, a qué ambiente viene. Y desde el Maestro hasta el cocinero saben cuáles son las formas de convivir y cuáles son las reglas de juego dentro de la selección. La gente que viene empieza a adquirir esos valores, nosotros somos los primeros en intentar mostrarlos y transmitírselos”.

No importa qué rol se cumpla dentro de la selección. Si hay que agarrar una bolsa de pelotas o de zapatos, si hay que limpiar algo, si hay que cargar los bidones de agua, todos están dispuestos. “Son detalles que por ahí no se ven en otras selecciones, pero sí en la de Uruguay”.

Algo similar sucede a la hora de la comida. El plantel se levanta a servirse. “Esas cosas van formando los valores del grupo y lo que siempre se hizo, que son pequeños detalles que la gente no ve, pero que son importantes para nosotros como grupo”.

Godín está convencido que esas prácticas afianzan las convicciones. “Sirve muchísimo, ayuda a fortalecer al grupo y a la convivencia y refuerza los lazos que tenemos dentro de la selección”.

A los 33 años, Diego Godín es, desde este lunes, el jugador con más partidos en la historia de la selección de fútbol. Llegó a 126 y superó a Maxi Pereira, hasta ahora el que más había jugado con 125.

Información extraída del libro Nuestra generación dorada.