Joel Rosenberg

Viejos fantasmas

Algunos viejos políticos no se resignan al olvido y nos quieren arrastrar a todos al lodo de sus miserias.

Actualizado: 15 de noviembre de 2009 —  Por: Joel Rosenberg

El ex presidente Jorge Batlle hizo un daño tremendo - y aún incalculable- al vincular sin pruebas al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-T) con el arsenal del contador Saúl Feldman. Batlle abrió una grieta y desde allí emergieron las peores bajezas de la política uruguaya.

El Partido Nacional (PN) vio una posibilidad electoral y se plegó a Battle. Lo hizo de forma triste: le mintió a la población con una publicidad disfrazada de informativo y llena de errores. Y, lo peor, anónima. Ni siquiera el candidato Luis Alberto Lacalle fue capaz de defender la veracidad de lo difundido. En una entrevista en No toquen Nada (Océano FM) señaló que él no sabía que Batlle no había ratificado sus acusaciones mediáticas en la Justicia, como señalaba el spot.

La interpelación del diputado blanco Gustavo Borsari a los ministros de Defensa e Interior tuvo como excusa el caso Feldman, pero fue un llamado a sala electoral. Borsari acusó a una supuesta amiga rubia de Feldman que no era rubia ni amiga y encontró un coronel cubano que no era coronel ni cubano. Cuando la prensa le preguntó cómo explicaba el escrache a gente que no estaba vinculada, el diputado optó por escracharse él: “ si no tienen que ver, lo desmienten y santas pascuas”, dijo.

Es preocupante que se encuentre un arsenal de más de 700 armas. Pero es indignante ver cómo una campaña mediocre y dura llega al grado de patética. Le pasaron por arriba a la Justicia, a la credibilidad del Parlamento y, sobre todo, a la idea fundamental de pensar en acuerdos para un país mejor.

El Frente Amplio (FA) fue el agredido, es cierto, pero tampoco estuvo a la altura. Mujica le recomendó a Batlle que tome “Viagra” y después escribió que el ex presidente “piró en colores”. Eso no es lo que se espera de un futuro presidente; su pasado y su candidatura le exigen ser serio con estos temas. Nadie pide que demuestre su inocencia, no es eso. El tema es responder con la sensatez que amerita. Además, Mujica y el FA debieron pedirle al tupamaro Julio Marenales que no hiciera bromas disfrazado con una peluca rubia. El tema no se presta para el humor, menos con un personaje misterioso que no genera ninguna confianza. Tampoco es sensato escuchar a un senador como Eleuterio Fernández Huidobro decir en Canal 12 que cree que en Uruguay no hay ningún grupo armado, pero que “no es buchón”.

Descrito así el panorama es desolador. Pero como hay franquicias se llena de personalidades que arrastran fantasmas. El ex presidente, Julio María Sanguinetti, apareció en actos y entrevistas blandiendo su libro “La agonía de la democracia”, acusando a los tupamaros y al PIT CNT de golpistas. Sanguinetti se defendió de una acusación de Mujica, pero en lugar de hacerlo como un estadista, lo hizo como un vendedor de ómnibus con aire evangelizador. Y de ahí para abajo cualquier cosa; por ejemplo el ex diputado Daniel García Pintos señaló en un acto que los tupamaros quieren el poder, pero le faltan las armas y que entonces las juntan.

El lunes 9 de noviembre una oyente mandó un mensaje de texto al programa No toquen nada. Pedía que se terminara la campaña: “están sacando lo peor de mí, me estoy volviendo una persona oscura”. Nunca dijo de qué lado estaba, ni a quién pensaba votar. Pero muchos se sintieron identificados.

Quizá algunos elijan pedir “que se vayan todos”. Pero eso es otro grito vacío; la democracia necesita la política activa, confrontativa, discutidora. Tampoco es que se vayan los viejos; hay excelentes políticos veteranos. Lo que divide es una línea imaginaria entre los que respetan la inteligencia de la gente y los que piensan que pueden seguir con sus juegos de buenos y malos, destrozando la política nacional por hacer una sucia política electoral.

El senador nacionalista Eber Da Rosa dijo al diario El País que su partido debió dejar hacer “el trabajo sucio a Batlle”. Quizá sea momento de que alguien haga el trabajo limpio: que elimine los viejos fantasmas y a quienes agitan sus sábanas raídas.



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