Soñar robots y celebrar “la indentidad nacional de la experimentación”

El documental Soñar robots, de Pablo Casacuberta, muestra el proceso de varios niños y adolescentes del interior del Uruguay en los talleres de robótica promovidos por el Plan Ceibal. Un retrato del Ceibal como “identidad” y que reivindica al país como un “experimento inconcluso”.

Actualizado: 05 de noviembre de 2021 —  Por: Redacción 180

Soñar robots y celebrar “la indentidad nacional de la experimentación”

Agustín De León y Pablo Casacuberta, de Soñar robots (No toquen nada/ José Benítez)

La película se estrenó este jueves en varias salas de Montevideo y en el cine Doré de Minas. Con una fotografía deslumbrante y una música perfecta, el documental acompaña a varios escolares y liceales de pequeños pueblos como Migues y San Jacinto, en Canelones, o Achar y Toscas de Taraguatá, en Tacuarembó, durante los talleres de robótica promovidos por el Plan Ceibal y su posterior participación en un mundial que se realizó en 2019 en el Antel Arena.

Más allá del resultado de esa competencia, que se vive y muestra como un mundial de fútbol, Soñar robots exhibe la potencia de una experiencia educativa en la que estudiantes y docentes logran que un proyecto puntual pueda dispararse en la incorporación de aprendizajes diversos y reflexiones interdisciplinarias. Un trabajo en equipo en el que todos encuentran su lugar, estén o no interesados, en este caso, en la electrónica y la programación.

Casacuberta contó en una entrevista con No toquen nada que “lo más increíble y paradójico” de su experiencia en la producción del film es que sus protagonistas “no son excepcionales”.

“Yo no hablé con 500 adolescentes para llegar a estos 12 pibes. Hablé con 30, de los cuales la mitad era absolutamente sorprendente. No hubo un larguísimo esfuerzo de casting. Y una de las cosas que te das cuenta es que este proceso el impacto en abrir mentes, en generar personas que tienen un modelo complejo del mundo, es impresionante en términos de demografía”, afirmó.

El Plan Ceibal ha distribuido casi 5.000 kits de robótica a lo largo y ancho del país. Cada uno de ellos tiene a cuatro o cinco niños involucrados. Además, hay “decenas de miles de placas programables”, enumeró el cineasta.

“El Plan Ceibal ha generado un proyecto que tiene miles de efectos colaterales y que en la película ves que algunos son artísticos, otros biológicos, personas que se interesan por la física. Excede largamente el ámbito de hacer robots”, afirmó.

El hilo narrativo es llevado adelante por los adolescentes. Si bien los adultos aparecen, no hablan. Esa fue una opción de Casacuberta porque no quería que la película fuera interpretada solo como el cuento de un proceso educativo.

En No toquen nada contó que quería una película donde los adolescentes fueran vistos “como fuentes de ideas”.

“Casi nunca se los muestra a los adolescentes como personas que piensan y que te podrían decir una cosa que te sirva a vos siendo adulto. De hecho es una película que me encantaría que vieran los adolescentes pero sobre todo está dirigida a los adultos. A los adultos les pasa el trapo en forma abundante. ¿Estoy tomando buenas decisiones? ¿Estoy tomando en cuenta las cosas que hay que tomar? Yo quería que fuera una película sobre cómo concebimos el futuro, a qué rutinas le vamos a poner las fichas y cuáles son superfluas”, señaló.

De la nota participó Agustín De León, uno de los protagonistas. En el momento del rodaje, en 2019, él vivía a 16 kilómetros de Migues. Ahora está en segundo año de Ingeniería en Computación.

Al recordar aquella experiencia dijo que fue central en su trayectoria de Secundaria. Incluso lo llevó a competencias en Houston y Dubai, antes de que la pandemia cortara este tipo de certámenes.

Agustín definió cuáles son los pilares fundamentales en este tipo de experiencias en liceos y escuales.

“Creo el principal y uno de los más fuertes son los docentes. Nosotros hicimos todo lo que hicimos por la docente que nos acompañó y nos condujo, nos presentó el proyecto. Estuvo siempre con nosotros, dedicó horas que no fueron remuneradas, podría haber estado con su familia, mucho más tranquila y sin confrontar nuestros problemas que tuvimos millones durante el proceso. Nuestros llantos, nuestras peleas, nuestras risas. Ellos decidieron acompañarnos y guiarnos durante todo el proceso”, recordó.

“Creo que es uno de los pilares fundamentales. Se llega a un nivel de cariño con los docentes que ya los tenés integrados como uno más de la familia. Es impresionante. Pero esto requiere que los docentes nos acompañen, un proceso que no es tan común que se dé, que dediquen tiempo a nosotros y nosotros a ellos. Es una relación recíproca. Tenemos que estar los dos dispuestos a comprometernos en estos proyectos. Yo veo que los docentes están dispuestos si nosotros también ofrecemos el respeto por el tiempo de ellos y viceversa. Por ese tipo de cosas es que florecen estos proyectos”, agregó.

Casacuberta considera que este tipo de experiencias deben hacer repensar la idea de identidad que tenemos los uruguayos.

“Este es un pueblo raro, es un pueblo experimental, y eso en general no te lo dicen en la educación formal. No te dicen que Uruguay es un experimento, que surgió en el papel, y se han hecho muchísimos experimetos legislativos, demográficos, sociológicos... Eso hay que reivindicarlo y hay que decirle a los chiquilines que como todo buen experimento está inconcluso, ellos tienen que seguir experimentando”, opinó.

Para él, “no estamos lo suficientemente orgullosos, no hemos terminado de decir que el Ceibal es identidad tanto como la murga, el candombe. Es identidad nacional la experimentación. Es un pueblo de nerds. No nos hemos dicho el uno al otro con orgullo 'sos un freaky, yo soy un freaky, vamo arriba'. Eso es lo que tendríamos que integrar a nuestra identidad. Es un pueblo de raros. No hemos terminado de celebrar eso como identidad esencial”.