Para hacerse una idea preliminar del Malveo Ferreyra puede alcanzar con una ráfaga rápida de imágenes que lo muestra con su sombrero Panamá (como de cowboy), su denso bigote, sus camisas negras y sus desproporcionadas patillas. Todo eso encuadrado debajo del título de Página 12 “El asesinato perfecto”. El tipo que protagonizó varios gestos de insubordinación contra el gobierno provincial de Ramón “Palito” Ortega estaba entre -para muchos- el paladín de la mano dura y -para otros- un criminal sádico despiadado y desde el lado del poder, en tiempos de dictadura y después.
La ya citada crónica de Página 12 comienza contando: "He tratado de obrar con la mayor coherencia", dijo Mario Ferreyra mientras, con absoluta serenidad, se disponía a matar a un hombre que, en este caso, era él mismo. "Bienvenidos –les había dicho a los periodistas de Crónica TV–, porque van a trasmitir algo que es real." Segundos después, se disparó un tiro en la sien; la sangre empapó a uno de sus siete hijos, que lo abrazaba ya muerto, mientras los ojos en blanco del ex comisario empezaban a multiplicarse en las pantallas de la televisión.
La causa por la que venían a buscarlo era la que llevaba adelante el juez federal subrogante Nº 1 de Tucumán, Daniel Bejas, quién el 11 de noviembre libró orden de detención contra Ferreyra. La decisión se tomó dentro de la "megacausa" sobre un centro clandestino de detención en el ex arsenal Miguel de Azcuénaga, durante la dictadura. Según informa Página 12 la investigación se refiere a unas 80 víctimas de un total de mil, que se estima pasaron por ese centro durante la intervención militar de Domingo Bussi, en Tucumán. Ferreyra y otro ex comisario están acusados de haber participado en la privación ilegítima de la libertad de Carlos Osores y en la violación de Graciela Osores, su hermana.
El prontuario del Malevo Ferreyra es frondoso y sorprendente. En 1993 se escapó de un juzgado con una granada en la mano. En ese momento un tribunal lo estaba condenando por el asesinato de tres hombres en 1991, cuando comandaba la Brigada de Investigaciones de Tucumán (fue un caso de secuestro y fusilamiento cuando Ferreyra era policía). Estuvo prófugo 79 en el monte. Sólo pasó cuatro años y medio preso y fue liberado en 1998, gracias a reducciones de pena dispuestas por el entonces gobernador Antonio Bussi. En 2006 había sido detenido por lesiones, amenazas de muerte y tenencia de armas, pero no tuvo consecuencias judiciales.
El siguiente párrafo de la nota de Página 12 puede terminar de redondear el concepto del Malevo Ferreyra: “En 2003, corrió riesgo de perder la libertad condicional por trabajar en una empresa de seguridad privada, pero nada sucedió. En 2006, una vecina lo denunció, a él y a María de los Angeles Núñez (su esposa), por pegarle hasta causarle lesiones y amenazarla de muerte. Cuando, por orden del fiscal, fue allanada su vivienda, se encontraron armas de fuego y proyectiles –todas conductas prohibidas en una persona bajo libertad condicional– y se ordenó su detención. Después de dos semanas, el 10 de mayo, se entregó. Pero el 3 de junio la jueza Emma de Nucci le restituyó la libertad condicional, bajo una caución de 5000 pesos. En noviembre de 2007, el propietario de una granja en la localidad de Mista lo acusó de haber ingresado en sus tierras con maquinaria pesada y, junto con varios cómplices, haber cosechado por su cuenta 20 hectáreas de terreno, llevándose 25 toneladas de cereal por valor de 12.500 pesos. Ferreyra declaró ante una fiscalía, y tampoco esa vez le fue retirada la libertad”.