Lado B de una “Perra” sensible

Mónica Navarro tiene una característica muy especial: ha usado con disciplina, a lo largo de varios años, la bicicleta fija de su casa. Pero no se ha destacado por ello, aunque debería. Para citar lo último de su trabajo se puede decir que es una de las intérpretes del disco “Uruguayas campeonas”, que reúne a veinte “cantoras de la Banda Oriental”. Y que hasta hace poco estuvo presentando su nuevo disco, “Perra”.

Actualizado: 21 de noviembre de 2010 —  Por: María Eugenia Martínez

Lado B de una “Perra” sensible

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Ahora faltan dos días para su cumpleaños. Son 42 y no le pesan. No tuvo la crisis de los 40, entre otras cosas porque después de pelear contra el cáncer, solo podía estar feliz de cumplirlos.

Después de varios intentos fallidos de entrevista, Mónica preparó un mate con yuyos para esperar a 180 en un sillón de su casa. Avisa que siempre lo arruina enseguida. Al termo le pone té verde, té rojo, salvia y romero. El agua se ve marrón pero se deja tomar.

Hace poquito el bandoneonista Ulises Passarella la invitó a su gira por Uruguay. Mónica lo acompañó en tres temas: “Sur”, “La última curda” y un tema de Ulises que se llama “Florida para siempre”. Passarella, digo yo, habla casi como un extranjero y compone para Florida… Entonces hablamos del desarraigo.

—¿Y vos por qué te viniste de Buenos Aires?

En realidad, como a los 20, 21, vine porque estaba de gira con una obra de teatro, “La lección de anatomía”. Estuvimos en La Gaviota y nos fue bárbaro. Se llenaba y se llenaba y se llenaba. En total estuvimos como nueve meses. Y en el medio conocí al padre de Vicky, con quien viví doce años. Y me vine para estos pagos. Me había encantado Montevideo y después, con un amor, ya está. Me vine pa acá.

—¿Complicado? ¿Extrañaste?

—Los primeros dos años fueron re duros. Por un lado quería estar acá porque tenía un amor, pero todo el resto estaba en otro lado. Soy muy muy familiera. Y mis amigos, por ejemplo, son mis amigos de siempre. Cuando festejo un cumple en Buenos Aires digo: ¡qué alucinante! Porque son mis amigos desde los diez años y son siempre la misma gente. En alguno aparece alguien nuevo, pero siempre hay una base que son los mismos.

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

—Pasado mañana.

—¿Te gusta cumplir?

—Síii. Ahora cumplo 42 y me pasó que cuando cumplí 40 estaba re contenta. 40 es buenísimo. Creo que no me va a gustar cumplir 50.

—¿Estabas separada a los 40?

—Síiiiii. Hace rato, pero me volví a casar. Me casé con Dario. Cuando empezamos cada uno vivía en su casa. Pero un día me dijo: somos gente grande, basta de hacer el novio. Yo le dije que no, que me había separado hacía poco y no quería marido, ni perro ni gato. ¡Y ahora tengo todo! Un día apareció y dijo: me vine. Y estuvo bárbaro en realidad.

—¿Y vas mucho a Buenos Aires?

—Voy seguido pero también vienen mucho mis viejos. Mi vieja muchas veces desensilla. La otra vez me decía: “Ando con muchas ganas de querer más al Pepe Mujica”. Y se vino para la primera vuelta y para la segunda a festejar.

—¿Vos votás?

—No pude en esta, pero ya saqué la ciudadanía. Lo que pasa es que tenés que esperar tres años. Voy a votar en las próximas.

— ¿Hace cuánto que vivís de la música?

—¿Solo de la música? Desde 2006.

—Ahí te largaste...

—En realidad me largaron. Mi último trabajo fue en Xerox en la parte administrativa. Y un día me llama Tabaré Rivero y me dice: “nos llamaron para tocar en el aniversario de La Voz de Córdoba. Tenemos que viajar pasado mañana”. Yo me había reintegrado recién y me dije: si pido días, no me los dan. Y les avisé a mis compañeros: “pasado mañana no vengo”. Y me fui para Córdoba. Tenía clarísimo el riesgo… Igual tardaron un poco en despedirme. En realidad, hice que el otro me eche… Porque está difícil decidir el vértigo.

—¿Y entonces?

—Ya daba clases de canto pero muy irregular. Y cuando me despidieron dije: “bueno, llegó el momento de la independencia”. Empecé a laburar con las cases, que hoy son mi sustento económico.

—¿Vos también tomas clases?

—Sí, mucho. Estudié allá, acá, siempre sigo estudiando. Por ahí estudio un año de corrido, descanso unos meses y me busco otra profe o me voy a Buenos Aires y tomo algunas clases allá.

—¿Tocás algún instrumento?

— Un poco, muy poco, toco el piano. Toco cosas básicas que me ayudan con las clases.

Una vez empezó a estudiar piano concienzudamente, pero después se preguntó “¿Por qué busco acá? ¿Por qué no busco más donde ya sé que hay?” Y volvió a poner las energías en el canto. A veces se anota en un gimnasio y de golpe se cuestiona “¿por qué estoy pagando esto si podría estar pagando clases de canto?” Una de esas veces se compró la bicicleta fija qué está en la cocina.

—¿Y hacés bici con disciplina?

—100% . A veces tengo épocas en que solo apoyo ropa, pero siempre retomo. Porque empiezo a subir de peso. Un kilo, uno y medio, y de pronto empiezo a hacer bici y listo. No tengo un horario, hoy por ejemplo no hice todavía, pero encajo 45 o 50 minutos.

—¿Componés?

—No. Escribí algunas cosas pero nunca llego a mostrarlo porque después las leo y digo “mira las boludeces que escribo” o “¡qué horror!”. Por ahora me seduce buscar cosas que escribieron otros y pensar en qué cosas mías puedo poner yo en algo que escribió otro. Busco canciones que me conmuevan mucho por la alegría o por la tristeza o por los recuerdos que me traigan. Por ahora estoy en ese viaje, pero la vida es sorpresiva.

—¿En “Perra” qué hay?

—Hay de todo. Es como un disco de tango abierto a otros lugares. Alguien decía que por enamorarse de una mujer se había perdido a todas las demás y a mí en la música me pasa eso. Decir soy rockera, soy tanguera, soy folclorista… Yo prefiero pensar que hacemos música. Hay como gente que se cree dueña del tango, dueña del rock. Yo pienso: “es música y me gusta o no”.

—¿Qué escuchás además de tangos?

—Ahora estoy poniendo mucho dos discos. El último de Laura Canoura, que lo tengo ahí en la compu y el de Patricia Kramer, Sostén. Soy muy ansiosa para escuchar, deseo poner un disco y que enseguida me conmueva. Tengo tiempos de Internet. Y si me conmueve me muerooooooooo y lo escucho y lo escucho y lo escucho.

Si no fuera cantante hubiera querido ser bailarina. No usa maquillaje en el día a día y se pone nerviosa antes de los conciertos. Según sus palabras, se “saca”.

—Tuviste cáncer.

—Tuve cáncer de mama sí. Lo de los 40 tuvo que ver con la felicidad de cumplirlos. Fui a pasar un fin de año en la casa de mis viejos, porque siempre lo paso allá y empecé a tener un dolor raro. El dolor se pasó después, con los días, pero sentía que había algo raro, que algo en mí no estaba bien. Me hice la mamografía y ya no salí. Empezó un periplo que fue largo y corto, las dos cosas.

Ahora, dice, está hipersensible. Se la ve expresiva y cariñosa y uno se pregunta por qué se siente tan identificada con la “Perra” que le da nombre a su disco y a su correo electrónico.

—Durante dos años viví en la enfermedad. Todo tenía que ver con la enfermedad. No estoy recuperada y no porque tenga cáncer, sino que tengo todavía reflejos de aquella angustia. Afectivamente no sé si me recuperaré, aunque el tiempo en eso es maravilloso. No es que esté mal o llore, sino que estoy sumamente sensible. Me hieren cosas con las que antes me mataba de risa y me alegran cosas a las que antes no hubiera prestado atención. Estoy expuesta, conectada en general con lo que le pasa a otros… Si tuviera que elegir, elegiría este estado.