El planeta Ziraldo aterrizó en Montevideo

En un momento que probablemente se vería como el otoño de su existencia –tiene 80 años–, Ziraldo Alves Pinto volvió a la otoñal Montevideo y la encuentró más primaveral que nunca. “Llego acá y encuentro esta temperatura agradable, esta luz… es una maravilla, me hace recordar a San Francisco”, dice. Los mismos lentes se podría decir que usa con relación a su propia vida: la impresión que da es que está viviendo su mejor momento, la primavera de ocho décadas prolíficas en que no faltaron momentos de tensión, de la prisión política a emprendimientos editoriales fracasados.

Actualizado: 10 de junio de 2013 —  Por: Denise Mota

El planeta Ziraldo aterrizó en Montevideo

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Ziraldo estuvo en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Montevideo, el sábado 1 de junio, para presentar la edición uruguaya de “El Planeta Lila” (ed. Aletea). Se trata de un clásico del autor, publicado originalmente en 1979 y que gana nueva versión con el trabajo gráfico de Verónica Leite, ilustradora que acompaña a Ziraldo en este libro y en otros ya publicados por el autor.

“El Planeta Lila” original no tiene ilustraciones pensadas para el público infantil en el formato tradicional de dibujos que acompañan a la historia didácticamente: presentaba abstracciones. Verónica Leite mantuvo esta tradición a través de un giro en que, sí, hay ilustraciones figurativas, pero que remiten a simbolismos vinculados a arquetipos de los orígenes de la humanidad.

“Las representaciones medievales de la Biblia, las iluminaciones, las representaciones gráficas de ideas y conceptos de universo, modelos cosmogónicos, la manzana como símbolo del conocimiento y de búsqueda, el huevo como símbolo del universo y del nacimiento. Todo esto está mezclado en los dibujos”, explica la ilustradora sobre un trabajo que Ziraldo consideró “un bordado, lleno de simbolismos que remeten al Génesis, a la historia de la formación del hombre”.

Como el bichito de su libro, que vive en un planeta monocromático y construye un cohete para investigar qué hay más allá de su micromundo, Ziraldo está interesado en lo que le pasa al otro, y su discurso serpentea de acuerdo con las reacciones de su interlocutor.

El Polilla en su versión original.

Así fue como, de una charla sobre un libro infantil (pero también abierta a la reflexión adulta), el autor brasileño terminó hablando de Maracanã –“El funeral más grande de la historia, con 200 mil personas llorando… Ni por Cristo se lloró tanto”--, de su pasión por el ritmo de Gardel (algo que hizo que soñara, en la juventud, en “ser cantante de tango”), de su simpatía por el papa Francisco –después de contar con buen humor sobre su “antipatía” por los vecinos del continente, para risa general del público de la feria, en la Intendencia.

En entrevista con No Toquen Nada y 180, el autor de “El Polilla” --su mayor éxito de ventas, originalmente publicado en Brasil en 1980 bajo el título de “O Menino Maluquinho” (algo como “El Niño Loquito”)—dijo, momentos antes de la charla en la Intendencia, que, con tan sólo cuatro horas de Uruguay, ya había cumplido con uno de sus “rituales”: ir al Mercado del Puerto y matar las “saudades” (la nostalgia) del Medio y medio. “Yo siempre vuelvo al puerto, al Medio y medio. Y me gusta ir por la Plaza Independencia, donde está el Palacio Salvo. Todo aquí tiene para mí un carácter de ceremonial. Dibujaba el Salvo a los 11 años, que ya conocía como un símbolo de Uruguay.”

Sus cejas blancas, el voluminoso pelo que le hace compañía en el mismo tono, y el rostro que siempre parece guardar algún pensamiento pícaro para sí mismo hacen de Ziraldo un autor muy simpático a la mirada infantil pero que a la vez huye de las obviedades generalmente vinculadas a este universo. Es amable con sus pequeños lectores pero no hace el papel de abuelo. Se porta con ellos, más bien, como un compañero más de travesuras. Cuenta que no tiene mucha paciencia con los niños, incluso. “Esto de hacer talleres infantiles…. No, no me inviten. Ahora, hablar con niños, sí, eso me gusta mucho.”

Lo que llama de “complicidad” con los chicos es lo que, evalúa, le ha hecho llegar a vender 12 millones de ejemplares de su obra en Brasil. También ganó los principales premios de su país vinculados a la literatura infantil y el Hans Christian Andersen, considerado el “Oscar” del sector.

En los años 60, fue integrante del grupo inicial del diario “O Pasquim”, vehículo lanzado en 1969 que, por medio del humor, practicaba una feroz crítica al régimen militar entonces vigente. Su participación le valió una prisión y muchos percances profesionales. El reconocimiento de los problemas causados por la dictadura con relación a su carrera hizo que en 2008 recibiera del gobierno brasileño una indemnización de 1,2 millones de reales (alrededor de 600 mil dólares, en los días de hoy), remuneración que generó críticas por parte de muchos de sus colegas de oficio y generación.

“Combatir la dictadura desde el dibujo no fue un acto heroico. Uno llega a hacer un cartoon, una charge, para hacer chistes, porque su espíritu es de inconformidad, y cuando uno hace algo que es parte de su naturaleza es como si fuera un premio”, dice.

En 1999, encabezó otro emprendimiento editorial, una revista de humor político titulada “Bundas” (“Colas”), una broma directa con la revista “Caras”. Uno de sus slogans más conocidos era: “El que muestra la cola en ´Caras` no muestra la cara en ´Colas`”.

Aunque tuviera mucha repercusión entre periodistas, la publicación se hundió por falta de anunciantes. “Brasil es un país muy gracioso”, dice Ziraldo, medio en broma, medio en serio (como casi siempre). “Es el único lugar en donde, al mismo tiempo, un tipo que crea una revista llamada ´Colas` puede seguir teniendo una editorial que le publica sus libros infantiles.”

Recientemente, hizo carteles para la Jornada Mundial de la Juventud, encuentro de la Iglesia Católica en Rio de Janeiro, en julio, que tendrá como participante principal el papa Francisco. En uno de sus dibujos, el Cristo Redentor, con los brazos abiertos, le mira a Jorge Bergoglio con sorpresa y le dice: “Francisco, ¿qué hacés acá?”. No deja de ser una traducción de la propia sorpresa de Ziraldo con la elección del porteño para el puesto máximo del catolicismo. “Dime el último tipo que puede ser el papa: un argentino, claro”, se ríe. “Ahora que Argentina tiene un papa argentino, Brasil volvió al segundo lugar de nuevo”, continúa la broma, ahora con relación a la eterna rivalidad entre los vecinos.