Diego Muñoz

Eugenio, el malo que antes era bueno

Eugenio Figueredo pasó de vender autos a ser presidente de la Conmebol y vicepresidente de FIFA. Su poder lo construyó en sus años de máxima autoridad de la AUF. Allí fue socio de Tenfield y tuvo la complacencia de los clubes que hoy lo defenestran.

Actualizado: 27 de mayo de 2015 —  Por: Diego Muñoz

Eugenio, el malo que antes era bueno

Eugenio Figueredo (Adhoc ©Ricardo Antúnez)

Eugenio Hermes Figueredo Aguerre nació el 10 de marzo de 1932 en Santa Lucía, Canelones. Como jugador de fútbol fue un discreto lateral derecho de Huracán Buceo. Años más tarde intentó, sin éxito, ser periodista deportivo.

Su trayectoria como dirigente comenzó como delegado de Huracán Buceo, del que llegó a ser presidente en dos períodos (1971-72  y 1976-77).

Durante años se dedicó al negocio automotor. Figueredo era dueño de una modesta automotora en Montevideo.  “Tenía que vender un auto para poder comprar otro”, recuerda una persona que lo conoce desde aquellos años.

Pero cuando llegó al fútbol la vida le cambió a todo nivel. Arribó a la presidencia de la Asociación Uruguaya de Fútbol en julio de 1997 y ocupó el cargo por nueve años. Su permanencia sólo es superada por César Batlle Pacheco, quien estuvo al frente de la AUF en 1931 y entre 1943 y 1952, dos de los períodos de mayor brillo del fútbol uruguayo.

La plataforma electoral de Figueredo se cimentó en el triunfo en la Copa América de Uruguay 1995, de la que fue presidente del comité organizador. Ganó las elecciones en AUF sobre Ney Castillo y muy poco tiempo después la selección perdió con Perú en Lima y quedó eliminada del Mundial de Francia.

Así, aunque su gestión comenzó al final de la Eliminatoria, el ex dirigente de Huracán Buceo sufrió su primer golpe como presidente de la AUF.

En los nueve años en los que presidió la Asociación, Figueredo la manejó como un club de amigos, dio atribuciones a sus fieles colaboradores y permitió que los clubes violaran el reglamento a cambio de que a la hora de votar, siempre se cumpliera su voluntad. Para sus opositores montó el circo, aunque no hubiera ni para el pan.

El primer gran movimiento político de Figueredo al frente de la AUF fue licitar los derechos televisivos del fútbol uruguayo. Aquella asamblea de clubes que él mismo presidió le otorgó los derechos a Tenfield a pesar de que la empresa Bersabel SA ofrecía 32 millones más que la empresa de Francisco Casal, Nelson Gutiérrez y Enzo Francescoli y le daba la posibilidad de la AUF de negociar por fuera los derechos de la selección.

La asamblea quedó  en el recuerdo porque sin pedir permiso, Casal, Gutiérrez  y Francescoli se metieron en la sala de sesiones  antes de la votación. Una fuente contó en ese momento: “la mano venía para votar por mayoría la propuesta de Bersabel y alguien llamó a Paco por teléfono. No sé quién fue, pero alguien lo llamó y apareció en la asamblea”.

El contrato fue firmado por Figueredo y Jorge Almada por la AUF y Nelson Gutiérrez  por Tenfield. A partir de la firma, comenzó el cogobierno Figueredo-Tenfield.

Juntos mandaron en la AUF y eligieron al técnico Daniel Passarella para la selección. Después de 10 partidos de la Eliminatoria para Japón y Corea 2002, Passarella renunció a su cargo. Además del argentino, durante la presidencia de Figueredo,  dirigieron a la selección  la dupla Roque Máspoli - Osvaldo Giménez, Victor Púa, Juan Ramón Carrasco, Jorge Fossati y el actual entrenador Oscar Tabárez.

Uruguay  terminó séptimo en las Eliminatorias para Francia 1998, quinto en Corea Japón 2002 y quinto en la clasificatoria sudamericana para Alemania 2006 y, bajo su gestión, nunca un técnico que empezó la Eliminatoria la pudo culminar.

Uno de sus más fieles colaboradores por esos años en la AUF fue Osvaldo Giménez, hoy mano derecha de Casal y ejecutor de la denuncia penal que los clubes firmaron contra Figueredo y la Conmebol. Es que como presidente, siempre eligió a sus colaboradores por el grado de confianza que les tuviera y, en aquel tiempo, Giménez le era leal.

En su gobierno la cantidad de público en las canchas se vino a pique. Cuando llegó, se vendían un promedio de 5.200 por partido y cuando se fue el promedio había caído a 1.373 entradas por juego. Hubo un partido en el que Paysandú y Deportivo Colonia vendieron ocho entradas.

Las últimas fechas del Torneo  Clausura 2006 se jugaron en el medio  del Mundial de Alemania. La primera final del Uruguayo 2005-2006 entre Rocha y Nacional se disputó un jueves a las 14 horas en Rocha ante 4.000 personas y la segunda final se disputó a la misma hora del domingo con 12.000 personas en el Parque Central.

Durante la Liguilla, que cerró la temporada, se jugó una fecha el mismo día de la final del mundo. El partido que definió al campeón, entre  Defensor  y Nacional, vendió 800 entradas. Figueredo  no pudo ver ni las finales ni la Liguilla porque estuvo 45 días en Alemania.

En los nueve años amplió el contrato con Tenfield sin pedir siquiera permiso a los clubes. A las sombras el presidente de la AUF y los directivos de la empresa agregaban años y potestades cada tanto sin permitir que los presidentes de los clubes leyeran los nuevos contratos. 

Figueredo  siempre subrayó  su perfil de hombre que ayudó a los demás. Su nuera fue su secretaria privada en la AUF con el sueldo más alto dentro de la Asociación.

También supo ayudar a algunos periodistas. “Hay periodistas que pasan situaciones difíciles y que los he ayudado con resultados económicos, con sponsors o con otros servicios. Cuando  veo que el tipo está en la lona o anda mal le doy una mano. Lo hago de pierna”, dijo en El Observador.

Su control sobre los clubes y la mayoría de los periodistas fue inversamente proporcional a su popularidad. En un programa de Punto Penal de Canal 10, al cual estaba invitado, se le pidió al público que opinara si Figueredo debía continuar o no al frente de la AUF.  La mayoría en su contra era abrumadora y Figueredo llamó al canal y condicionó su presencia a que sacaran la pregunta del aire. Consiguió su propósito. En el mismo programa algunas semanas después se volvió a plantear la pregunta. El 60% votó que no debería seguir y el 40% dijo que sí. Luego se descubrió que alguien llamó 900 veces desde el mismo teléfono para apoyarlo calurosamente.

El principal argumento para explicar la presencia de Figueredo  en la AUF fueron siempre sus contactos internacionales. Desde el 26 de noviembre de 1993 es el vicepresidente  de la Confederación Sudamericana de Fútbol. De ahí saltó a la presidencia y con la muerte de Julio Grondona pasó a ser vicepresidente de FIFA.

“Cuando Japón vino a jugar la Copa América nadie sabe la cantidad de plata que pusieron los japoneses. La televisión y hasta el gobierno. Esa plata nunca llegó a las asociaciones. Y eso se repitió año a año con México en la Copa Libertadores. Imaginate la fuerza de Televisa”, contó a 180 un integrante de Conmebol.  

La fuente dijo que Figueredo, Eduardo De Lucca, Romer Osuna y Nicolás Leoz “dictaban la justicia dentro de la Conmebol”.

Ya estaba a primer nivel en la Conmebol cuando en el 2 de setiembre de 2000 jugaron Chile y Colombia en Santiago por las Eliminatorias de la Copa del Mundo de Corea-Japón 2002. La terna arbitral fue uruguaya: la encabezó Gustavo Gallesio con Marcelo Costa y Ruben Meneses como líneas. Daniel Bello fue el cuarto árbitro.

Según relató en su momento Gallesio al suplemento Qué Pasa de El País, el cuarto árbitro recibió una llamada para que hicieran que el partido terminara empatado porque así se beneficiaría la selección uruguaya, cuya clasificación peligraba.

Gallesio dijo que Bello le trasladó el pedido. "Le contesté en términos muy groseros que la próxima vez que hablase de algo así se le iban a caer todos los dientes de la boca, y el asunto quedó por eso", relató.

Bello negó haber trasladado el pedido a la terna, pero admite haber recibido una llamada del presidente de la AUF antes del partido: "a mí me llamó por teléfono el señor presidente de la AUF, Eugenio Figueredo, y me preguntó si yo viajaba a Chile. Le dije que sí, pero como cuarto árbitro. Le dije que a mí no me tenía que preguntar... no sé qué me quería preguntar, si tenía que preguntar algo sería a la terna arbitral. A mí no me dijo nada".

Gallesio, quien no tenía buena relación con Bello ni con sus asistentes por pertenecer a dos gremios de árbitros en ese momento enfrentados, relató que luego de haber escuchado lo que le dijo Bello se reunió por separado con cada uno de los líneas que iban a actuar en ese partido entre Chile y Colombia.

"Les dije que si no cumplían con su función me iba a encargar de cortarles la carrera. Pero se comportaron como debían", contó el ex árbitro.

El partido lo ganó Colombia 1 a 0 y Gallesio le anuló un gol a Chile porque el línea Meneses indicó una posición fuera de juego de un futbolista chileno. Era el resultado que menos convenía a los intereses de la selección uruguaya.

Gallesio volvió a Montevideo muy preocupado. "Cuando llegué le dije a mi gente que había arbitrado el último partido de mi vida por una eliminatoria. Y así fue", dijo. Dos semanas después, Gallesio perdió su categoría de internacional.

La pregunta sobre por qué los mismos clubes que lo amaron años y los periodistas que lo veneraron con obsecuencia hoy lo defenestran tiene una fácil explicación: Figueredo rompió su sociedad con Casal.

Los ingresos que se le conocían eran los sueldos mensuales por sus cargos en la Confederación Sudamericana de Fútbol, donde estuvo hasta fin del 2014, y en FIFA. Además, percibe los viáticos cada vez que viaja a un torneo o algún lugar en el exterior. “La FIFA paga hotel y desayuno. Hay países en los que si no te quedás encerrado en el hotel, gastás el doble de lo que recibís por día”, solía decir.

Casado con una empresaria de origen boliviano, que se dedica al negocio de la explotación minera, el dirigente vive parte de su tiempo en Estados Unidos y en especial en la ciudad de Los Ángeles, California. Eso sí, el verano lo pasa en Punta del Este, donde tiene un piso valuado en un millón de dólares frente a la playa de los dedos.

Este miércoles por la mañana Figueredo dormía en un hotel cinco estrellas suizo, al pie de Los Alpes. A las seis lo despertaron. Era el FBI. 



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