Hacía calor aquella tarde de enero del 2002. Mientras algunos uruguayos veraneaban fuera de la capital y muchos más pensaban cómo afrontar una de las peores crisis de la historia, cerca de 300 estaban en el complejo deportivo del Colegio Pío. Ahí, en el barrio de Colón, se iba a realizar la práctica de Liverpool.
“Teníamos que armar la Cuarta y la Quinta y teníamos pocos jugadores. Entonces el técnico, Carlos Iglesias, citó a aspirantes”, contó a 180 Gonzalo Mattos, funcionario de Liverpool.
Como tantos, uno de esos pibes concurrió al llamado con una camiseta de un club de fútbol del exterior. “Carlos Sánchez fue con una réplica de la camiseta de River argentino. Era hincha fanático”, dijo Mattos. “Fijate lo que es el destino”, agregó.
De los 300 jugadores que llenaron el complejo deportivo, “parecía una fiesta de fin de año”, recordó Iglesias, apenas llegaron tres. Uno de ellos fue el protagonista de esta historia.
Bastaron 20 minutos para que ese moreno bajito que jugaba en posición de volante por derecha convenciera a Iglesias de ficharlo. Sánchez venía de Alianza, donde no pudo competir por las deudas que arrastraban los fusionados Huracán del Paso de la Arena, Villa Teresa y Salus.
Un año más tarde debutó en la Primera de Liverpool, donde estuvo hasta el 2009. De ahí fue transferido a Godoy Cruz, de ahí a River, pasó por Puebla y volvió a River, donde este miércoles ganó la Libertadores.
Mattos dice que la historia de Sánchez es un buen mensaje para los jóvenes: “Lo conozco hace muchos años a Carlos, lo vi nacer en el club y si bien ahora está en un momento divino también pasó por las malas. Y es un buen mensaje para los pibes de que se puede. Que es cierto de que llegan pocos pero los sueños también se te cumplen”.