El procesado, funcionario policial de 42 años, se presentó en la casa de su expareja, de 29 años, a las 23:00 del 30 de enero, según indica el fallo del juez Gustavo Iribarren.
Ese día, el hombre había establecido “varias comunicaciones telefónicas cumplidas con insistencia a lo largo de toda la jornada”, en las que le pidió explicaciones a su expareja sobre “por qué sus hijos se encontraban jugando en casa de vecinos mientras la madre realizaba diligencias y compras con su actual pareja”.
Cuando llegó al domicilio de la víctima, el procesado le exigió hablar en la puerta del edificio con la presencia de los hijos -de 11 y 7 años de edad-, algo que la madre rechazó, diciendo que el horario era inapropiado y que no había avisado que iría.
En el momento en que la madre se aprestaba a cerrar la puerta, y con los niños en el pasillo del edificio, el padre extrajo su arma de reglamento, una pistola Glock y le disparó en la cabeza a muy corta distancia, provocando su muerte en el lugar.
Mientras la víctima yacía en el lugar, el homicida guardó su arma y se retiró caminando, “deteniéndose unos metros más allá para esperar a sus hijos, los que ante la tragedia salieron del edificio gritando detrás de su padre”. Tomaron un taxi y se dirigieron hacia la casa de los padres del agresor donde dejó a los niños y luego se entregó a la policía.
El juez Gustavo Iribarren decretó el procesamiento con prisión del agresor bajo imputación prima facie del delito de Homicidio.