Abuso sexual infantil: la visión Unicef

Un total de 228 niños, niñas y adolescentes por hora son víctimas abuso sexual en Latinoamérica y el Caribe. Son dos millones de casos por año y los técnicos creen que es una cifra mucho mayor. La inmensa mayoría son niñas. “Pasa en las escuelas, en las iglesias, en los trabajos y en los hogares”, según Nils – Arne Kastberg, director de la oficina Regional de Unicef para América Latina y el Caribe, con quien conversó 180 en el Congreso Mundial contra el abuso y la explotación sexual infantil que terminó el viernes en Río de Janeiro.

Actualizado: 04 de diciembre de 2008 —  Por: Florencia Melgar

Abuso sexual infantil: la visión Unicef

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Según Kastberg, la principal fuente de explotación sexual es el machismo. Por eso es necesario cambiar la mentalidad en Sudamérica y sacar del trono al “machismo glorificado” y llamar las cosas por su nombre. Son hombres quienes están detrás de la amplísima mayoría de los casos de violencia contra las mujeres y los niños, detrás del abuso sexual y de las más de 80.000 muertes de menores de 18 años que se dan cada año en el entorno familiar en América Latina y el Caribe, dijo.

Antes de los nueve años la mayoría de los abusados son varones y después de esta edad el patrón cambia y desde los 10 años la inmensa mayoría son niñas.

El silencio

Uno de los principales problemas para el abordaje de la temática es que hay un silencio generalizado respecto del abuso sexual intrafamiliar y comercial.

“Ha habido hasta ahora una impunidad.... llevar muchos perpetradores ante la corte no va a ser factible si conocemos bien los sistemas judiciales muy recargados. Es muy traumático para una familia y entra el segundo elemento que es la educación sexual”, señaló Kastberg a 180.

Según el director de Unicef hay que ser explícito con las niñas a una edad cada vez más temprana y decirles que si alguien las quiere tocar, deben negarse. “Una niña de hasta cuatro años que su mamá le dice que si un hombre la quiere toquetear le diga que no está cinco, 10 y hasta 15 veces más protegida que una niña a la que no se le dio esa información”, explicó a 180. También hay que explicarles cómo funcionan las formas de seducción que son el preámbulo del abuso sexual.

Las diferentes realidades de Latinoamérica

Más allá de los protocolos y de los acuerdos, están las diferentes realidades sociales, culturales, económicas. El abuso sexual de niños, niñas y adolescentes no es un fenómeno de los sectores pobres. El estudio de Naciones Unidas presentado ante la Asamblea General en octubre de 1996 indica que lo que cambia es la modalidad de abuso según la clase social.

Nils Kastberg tiene el hábito de seguir casos individuales porque son un termómetro de cómo el sistema está ayudando o no en cada situación y así identificar las debilidades.

Costa Rica y los Maras (*)

“Una niña en El Salvador me contaba cómo ella a los 10 años era abusada por un allegado a la familia. Gradualmente fue empeorando y ella trató de hablarlo con sus padres. Cuando fue más claro que este señor se estaba abusando, los padres le dijeron a la niña que tenía una mente muy perversa. Finalmente a los 12 años ella quedó embarazada. El padre le empezó a pegar: ‘Viste, qué malvada que sos, qué mente tenés, ahora lo pervertiste a este amigo nuestro’. Llegó a tal punto el nivel de maltrato que perdió el bebé. Entonces ella se sentía tan desgarrada que, para estar protegida, se tuvo que buscar a los mareros y el rito de iniciación era tener siete relaciones sexuales con los líderes de los maras, lo cual para ella era como nada, comparado con los niveles de abuso y maltrato que ella había estado sufriendo. Y así estuvo varios años y bien protegida dentro del marco de los mareros”.

Así como esta niña buscaba el mal menor para su vida, en Brasil es habitual el abuso sexual como abuso de poder de los líderes de las favelas.

“En Brasil me encontré con unas niñas de favela. Allí los líderes de las mafias ven unas chicas y las juntan porque los líderes van a tener una reunión… Las juntan, las ponen en línea y eligen a las chicas que quieren abusar esa tarde. Y cuando yo les preguntaba a las chicas cómo era el tema de explotación sexual, ellas contestaron que eso es tan normal que ni lo vemos como abuso. El nivel de generación y el esquema de supervivencia para que esas chicas puedan sobrevivir, lo tienen que tomar como algo normal”.

La violación en el entorno inmediato no es la excepción, sino la regla. Tal el caso de una niña de Santa Cruz.

“Yo recuerdo encontrándome con una niña de 13 años en Santa Cruz. Ella me dijo –después lo hemos probado estadísticamente-: ‘yo prefiero dar sexo una vez por semana al policía de la cuadra para que me proteja que estar volviendo todas las noches a casa para que se abuse mi padrastro’. Ella había sufrido abuso en el entorno de la casa; al fin y al cabo le convenía mucho más la calle porque ganaba plata, era independiente y elegía al cliente antes que ir a la casa y ser violada por el padrastro. Está probado estadísticamente que la gran mayoría de niñas y niños que terminan en la explotación sexual, se inició el patrón de abuso en el entorno de la familia”.

También hay “modas” o formas de operar para pescar a los niños en estas redes. En Centroamérica, se ha impuesto el “sugar daddy”.

“En el Caribe está el fenómeno de lo que se llama el 'sugar daddy', el papá azucarado, le dicen. Es el hombre adulto, ya de unos cuantos años, que da regalitos a la mujer para que lo deje salir con su hija. Y supuestamente saca a pasear a la hija, le compra regalitos… pero en realidad es para abusarla sexualmente. Y esa niña, para defenderse de todos los demás, le conviene tener un sugar daddy. Hemos creado todo un mecanismo en donde la sociedad no sólo tolera sino que considera necesario ese tipo de relacionamientos”.

Más allá del abanico de situaciones posibles y su complejidad, hay mitos que es necesario desterrar porque son justificativos del abuso. Por ejemplo, en algunas tribus existe la iniciación sexual de las niñas con un miembro de la familia, que en muchos casos es el padre. Katsberg afirma que esto es abuso y no una “pauta cultural”.

Por otra parte, Nils Katsberg sostiene que la Iglesia necesita hacer una autocrítica porque gran cantidad de abusos son dentro de las instituciones religiosas.

El hogar no es siempre privado

Otra resistencia cultural es la idea de que el hogar es el ámbito privado donde el estado no puede meterse. Para Katsberg, eso invisibiliza tanto los abusos como la violencia intrafamiliar. Para Unicef el ámbito privado deja de existir y pasa a un primer plano la responsabilidad de proteger a las víctimas cuando hay situaciones de violencia.

En relación al ámbito privado y público y a la poca visibilidad del problema, Nils Kastberg se pregunta:

“Si mataran a 50 o 6o policías cada año en Argentina, en Uruguay, en Chile… ¿qué es lo que no estarían haciendo las autoridades para que esto no suceda de nuevo? Y sin embargo, son mujeres que fueron muertas por el compañero que tiene la llave de la casa y en la mayor parte de los casos sigue con impunidad. No se puede hablar de que ese ambiente del hogar o de la casa es un ambiente privado”.

El presupuesto en niñez

En la región se está invirtiendo dinero para combatirlo. Las ONG dicen que no es suficiente. Es probable que no lo sea, pero además, está mal gastado. Por eso, el director de Unicef para la región denunció que hay recursos que están mal asignados.

“En la región tenemos unos 300 - 400.000 millones de dólares anuales invertidos en los sectores sociales. Si eso se usara más eficientemente, si eso llegara mucho más al nivel local, y si se adjudicara de un modo más correcto, tendría un impacto muchísimo mayor de lo que está teniendo hoy. Por eso el análisis presupuestario es algo que tiene que involucrar no sólo a Unicef sino a la sociedad civil. Creemos que la ciudadanía está hoy en una posición de darse cuenta. La sociedad está invirtiendo pero de tal modo que no llegamos a tiempo y termina mal gastado. Si hubiéramos utilizado estos recursos para que llegue a tiempo podríamos haber protegido mucho mejor”.

(*) Mara, nombre con que se conoce a las pandillas juveniles en Centroamérica. Originadas por el retorno a centroamérica de enormes cantidades de emigrantes deportados por delincuencia desde México y Estados Unidos, transfieren las condiciones para recrear en el plano nacional, aquellas condiciones de marginalidad, violencia, delincuencia y supervivencia, aprendidas y desarrolladas por los deportados en los distintos lugares en los cuales lograron su estadía. A ello se agregan los jóvenes de sectores sociales marginados, conformando una amenaza social por la eventual violencia con la que actúan tanto hacia afuera como hacia adentro de estos grupos.