Estas operaciones se denominaban espionaje blando. Este trabajo encomentado a los funcionarios de embajadas y misiones durante 2008 y 2009 abarca cientos de asuntos: “las gestiones y apariencia física de los diplomáticos iraníes y norcoreanos en Nueva York, los planes e intenciones del secretario general de la ONU, el surcoreano Ban Ki-moon, y su equipo, las relaciones de Hamás y Hezbolá, las armas nucleares o los choques militares, étnicos y guerrilleros africanos”, agrega el diario español, uno de los elegidos por Wikileaks para difundir más de 250.000 documentos desclasificados.
Muchos de los despachos que solicitan información tienen la firma “Clinton”. Según las solicitudes, el Departamento de Estado sirve de “enlace” con los distintos organismos de inteligencia de Estados Unidos que “dependen mucho de los informes de los funcionarios del Departamento de Estado”. "Y las biografías informales de los interlocutores con información recogidas a lo largo del mundo, enviadas por e-mail u otro medio, son vitales", afirma.
Los temas que más interesan son las opiniones respecto a la carrera nuclear iraní, el conflicto palestino-israelí, el suministro de armas a Hamas y Hezbolá. También se interesan por las posiciones de funcionarios del Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China sobre el régimen de Teherán.
También se pidió información sobre las tarjetas de crédito, de viajero frecuente, teléfonos, correo electrónico de los funcionarios de la Secretaría General de la ONU.
En el caso de la embajada de Estados Unidos en Asunción, la información solictada correspondía más a un parte policial, agrega El País de Madrid. Los funcionarios debieron recolectar información sobre los candidatos a la Presidencia en las elecciones de 2008 que incluía los cuatro datos biométricos, huellas dactilares, fotografías, escáneres del iris, DNA "y otras singularidades".