Laura Esquivel y su exhorto a cambiar el guion

Medita todas las mañanas y después escribe. En las tardes contesta correos, organiza su vida y atiende su agitada agenda social. Ya no se candidatea en política, pero sigue militando. Su nuevo libro, dice, es fruto de ese compromiso social y de ver la crisis en la que está México y el mundo. Con el pelo cano y voz muy suavecita, Laura Esquivel estuvo en Montevideo hablando del libro “Escribiendo la nueva historia. O cómo dejar de ser víctima en 12 sesiones”.

Actualizado: 06 de mayo de 2013 —  Por: María Eugenia Martínez

Laura Esquivel y su exhorto a cambiar el guion

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Aunque tiene ese título, le sorprende que le pregunten por qué escribió un libro de autoayuda. “No sé de dónde sacan eso. Los periodistas se copian las preguntas unos a otros”, se queja sonriendo.

—Si no es autoayuda, ¿cómo lo presentas?

—Lo presento como un manual de dramaturgia, porque eso es lo que es. Me sorprende mucho. En México nunca me pasó pero acá los periodistas como que se copian y todos me dicen que por qué escribí un libro de autoayuda. Si leen el libro, yo hablo todo el tiempo de recuperar una visión de unidad. Eso es contrario a la cuestión del individualismo, del “yo me ayudo solita, separada de los demás”. Acá es: yo formo parte de un todo y cada cambio que hago en mí, lo hago en el todo.

En 1990 Esquivel, maestra de profesión y también guionista, publicó la novela que la catapultó, y que luego llevó a cine: Como agua para chocolate. Pero tiene otros títulos no tan conocidos: Tan veloz como el deseo; Íntimas suculencias, Tratado filosófico de cocina; La ley del amor.

Siempre ha hecho una búsqueda espiritual y ahora está interesada en las investigaciones relacionadas a la física cuántica, entre otras cosas.

—Hice una campaña para una diputación. Yo formo parte del Movimiento de Regeneración Social y llevaba un diario de campaña. La gente con gran desolación hablaba de sus problemas y de que no podía hacer nada. Pero somos energía en movimiento y sí hay cosas que se pueden hacer. (…) Si me visualizo como un personaje, cuando cambio su guion, como en una película, eso va a alterar los guiones de todos aquellos con los que estoy interrelacionado. Todos sabemos que dependiendo de las acciones que tomas pasan unas cosas. Eso tiene que ver con la dramaturgia. Lo que hago va generando un efecto.

¿Cómo cambia uno? ¿Cómo deja uno de hacer lo que hacer, de pensar como piensa? Ahí es donde decidí utilizar la dramaturgia a nivel personal para lograr un cambio colectivo, porque hay que empezar de dentro.

Si no, ningún cambio funciona. Sale una camarilla y entra otra a robar igual. (…) Lo individual y lo colectivo están unidos. No nos damos cuenta pero participamos en el guion de ellos.

—¿Has tenido malas críticas?

—A la gente que lo ha hecho le encanta. Antes que tú vino una periodista que lo había hecho y estaba encantada. No hay críticas en el sentido de: a mí no me funciono o algo así.

No siempre vivió de escribir pero ahora sí tiene esa fortuna, dice. El mismo método que expone en el libro es el que usaba en talleres presenciales que dirigía en México. “Así igualito”, dice, con el mismo nombre.

—Hay un prejuicio de que este tipo de libros es para gente poco inteligente. Mis amigos, por ejemplo, jamás leerían un libro así.

— ¿Y qué tal la vida que llevan ellos? A mí no me molesta que digan que es un libro de autoayuda, pero es un contrasentido con el propio libro. Porque yo estoy apelando a la interconexión, no a la separación.

—Tampoco hay una mirada de género en tu libro…

—Lo que quiero es recuperar la visión de nosotros como parte de un orden, más allá del económico o del material. Rescatarlo e integrarnos a él más allá de cuerpos, más allá de géneros.

«Hemos olvidado cómo entrar en comunicación con el universo del que formamos parte. Ya no recordamos el tiempo cuando todo era uno, cuando todos éramos uno. Si fuéramos capaces de recordar el ritmo cadencioso de la matriz resonante que nos formó, veríamos más allá de nuestros ojos y nos daríamos cuenta de que formamos parte de un todo indivisible, de una totalidad que a todos nos abarca y que estamos totalmente interconectados con ella. Que nuestro corazón late al unísono que el corazón del universo».