"¿Cómo quieren ustedes al niño? ¿Niño o niña? Si ustedes lo quieren sano, no hay problema. Si viene un niño enfermo, seguro que también lo colocamos". Así recordó Luis su primera entrevista en Brasil, cuando inició un trámite para traer un niño brasileño recién nacido, en 1997.
Un año después Luis regresaba a Uruguay con un niño brasileño, sin controles del INAU ni de ninguna institución estatal uruguaya. Los especialistas consultados por 180 explicaron que este tipo de trámite era muy frecuente en la época que Luis trajo al niño, pero que hoy han disminuido. Desde la implementación del Código de la Niñez, en 2003, se exige mucho más a quienes van a realizar una adopción internacional, que debe ser coordinada por las autoridades de adopción, tanto del país de origen del niño como del país que lo recibe.
En realidad no se llama Luis, prefirió cambiar su nombre para preservar su identidad y la de su hijo.
Como en la mayoría de estos casos, Luis buscó tener un hijo con su pareja y no lo consiguió. Entonces decidieron que iban a adoptar. La historia comenzó en 1993, cuando él y su mujer decidieron ir al Instituto de Adopción, del INAU. Luis contó que allí apareció el primer obstáculo.
Hacía cuatro años que vivía con su pareja, pero no estaban casados. De acuerdo a la normativa vigente, en el INAU les exigieron la libreta matrimonial para obtener la legitimación adoptiva, una de las formas de adopción en Uruguay.
La legislación vigente establece dos formas de adopción: la “legitimación adoptiva”, que exige que los padres estén casados y lleven por lo menos cuatro años de matrimonio. Si los aspirantes no están casados, acceden a otro régimen, que restringe los derechos del niño adoptado, sobre todo en sus derechos de sucesión.
Esa era la opción para Luis y su mujer, y no los convenció. Tenían que casarse y esperar cuatro años. Luis contó que en el INAU les dijeron que no tendrían en cuenta los años que llevaban en pareja, aunque la ley lo prevé.
En ese contexto, Luis empezó a pensar en otras opciones, por fuera del INAU. Así surgió la posibilidad de traer un niño brasileño. “Uno lo habla con uno, lo habla con otro, pregunta: ¿no sabés de nada?”, contó Luis. Y una compañera de trabajo de su esposa le contó de la adopción en Brasil y le recomendó que llamara.
Entonces contactaron a la asistente social que realizaba los trámites desde acá. Según contó Luis, hablaron con la profesional y ella les explicó que adoptar un niño brasileño era un trámite legal, rápido y con poca burocracia.
Lo pensaron y decidieron llamar a la oficina en Brasil, una institución similar al instituto de adopción uruguayo. Allí les confirmaron que podían conseguirle un niño brasileño.
Luis y su mujer lo pensaron. Les pareció serio y decidieron ir. En la oficina de Livramento les pidieron que eligieran un nombre para el niño o niña que iban a recibir. También les dijeron que llevaran ropa de bebé, porque se los iban a entregar desnudo.
Luis confió en ese trámite y esperó. La espera duró 14 meses, mucho menos de lo que suele durar en Uruguay, que promedia los cuatro años.
Él y su pareja habían viajado a España. Cuando regresaron, los llamaron desde Brasil. No eran la primera pareja en la lista de espera, pero finalmente se quedaron con el niño. Los primeros en la lista eran dos parejas argentinas, pero era feriado en ese país y nadie atendió el llamado telefónico. Entonces llamaron a Luis y le contaron que había un niño. “Por supuesto que lo queremos”, confirmó.
Luis sabe muy poco de la madre biológica de su hijo. Sabe su nombre, que es brasileña, que en el momento que entregó a su hijo era joven, que tenía otros hijos y que no podía hacerse cargo de otro. En Livramento le aseguraron lo más importante para él: que la muchacha era sana y se había cuidado mucho durante el embarazo.
Esa noche prepararon todo para viajar a Livramento. En Livramento fueron a la maternidad, recogieron al niño y lo vistieron porque estaba desnudo.
Pero no estaba todo resuelto. Luis había pedido un niño sano y quiso confirmar que así fuera. Se registraron en un hotel y durante tres días le hicieron varios exámenes en un laboratorio de Rivera. “Esperar los resultados fue lo más difícil. Nosotros salimos con la consigna de traer un niño sano, nos hubiera partido el alma que no lo fuera. ¿Cómo hacés para desligarte? Ya sos el padre y al mismo tiempo no”, recordó Luis.
Los resultados dieron bien y continuaron con el trámite. Luis guarda los documentos que le dieron en Brasil. En la oficina de Livramento le dieron un primer documento, un certificado de guarda provisoria. En ese documento figura el nombre del niño, según decidió la madre biológica. También aparecen los nombres de Luis y su mujer como responsables de la guarda.
Luis también conserva el documento que le dio una jueza brasileña para viajar a Montevideo con el niño. Con esos documentos cruzó la frontera con el niño. Pero no los necesitó, porque en la aduana no se los pidieron.
Luis insistió, quería que vieran los documentos y evitar cualquier problema. “pase, pase”, le dijo el funcionario. Luis ironizó sobre la situación en la aduana: “Podría haber traído 10, 18 niños”.
Tampoco ha tenido problemas cuando sale del país con el niño, que hoy tiene 12 años.
Quince días después de entregarle el niño, lo llamaron por teléfono desde Livramento y le pidieron un informe de una asistente social. El informe tenía que garantizar que Luis y su familia estaban tratando bien al niño y que se había adaptado sin problemas.
Luis contrató el servicio particular de la asistente social y ella redactó el informe. Con ese informe el juzgado brasileño aprobó la tenencia definitiva y la partida de nacimiento brasileña.
El registro de nacimiento dice que el niño es brasileño, que nació en la maternidad de Santana do Livramento. Tiene el nombre que Luis y su mujer eligieron y dice que es hijo de ellos. Luis explicó que es como si Luis y su mujer hubieran viajado a Brasil, ella estuviera embarazada y los hubiera sorprendido el parto en Brasil.
El documento no dice que hubo un trámite de adopción. Tampoco figura el nombre de la madre biológica ni el nombre que ella le había puesto.
Por eso, si el niño quisiera rastrear su historia, sería muy difícil. Luis dijo que si su hijo quisiera, él lo ayudaría. Pero Luis insiste: el comienzo de la vida de su hijo fue con ellos. "Lo anterior no existe", concluyó.
Con esos documentos Luis presentó la partida de nacimiento y lo inscribió en el registro de extranjeros del Registro civil, en Montevideo. Así gestionó la partida de nacimiento uruguaya. Desde entonces el niño tiene las dos nacionalidades: uruguaya y brasileña.
Luis dijo que nunca más los llamaron desde Brasil, que ellos saben muy bien con quién tratan y que buscan que el trámite sea ágil y sin complicaciones. Le parece muy bien que el trámite sea así y cuestiona que el INAU realice tantos controles a los padres adoptivos.