La caída de una princesa

Eran la familia perfecta y su perfil le venía muy bien a la monarquía española. Ella una infanta de su época, profesional, segura de sí misma, independiente. Él, deportista, apuesto, católico, vasco con arraigo catalán. Un matrimonio perfecto que, sin embargo, cayó en desgracia por los nada claros negocios de Iñaki Urdangarín que Cristina de Borbón ahora dice desconocer.

Actualizado: 10 de febrero de 2014 —  Por: Redacción 180

La caída de una princesa

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Durante más de seis horas, la hija del rey de España y alto cargo en una fundación bancaria, Cristina de Borbón, respondió este sábado a la justicia asegurando que ignoraba los actos de sus esposo: una "teoría del amor" que podría no convencer del todo.

La infanta respondió al juez José Castro que "tenía mucha confianza en su marido", dijeron los abogados de las acusaciones populares.

El juez José Castro imputó a la infanta Cristina por fraude fiscal y blanqueo de capitales y sospecha que ha podido cooperar en las actividades fraudulentas, que se imputan a su marido, Iñaki Urdangarin.

"No sé, no conozco, no recuerdo, no me consta", repitió, según Manuel Delgado, abogado de la asociación de izquierdas Frente Cívico, una de las acusaciones populares, durante un meticuloso interrogatorio.

"Entre el amor y la ignorancia", tituló el diario El Mundo, bajo una foto de la infanta sentada en un sillón de terciopelo rojo de la sala del tribunal de Palma de Mallorca, donde declaró, ante un retrato oficial de su padre el rey Juan Carlos.

"¡Anda que no he visto imputados mentir! Pero eso ha sido indignante", afirmaba el sábado uno de los abogados presentes en el interrogatorio, antes de añadir que "¡se hace pasar por tonta!".

El juez pidió a la infanta, de 48 años, que diera explicaciones sobre varios gastos, aparentemente personales, pagados con dinero de la sociedad Aizoon, que detenta al 50% con su marido.

Este último, antiguo medallista olímpico de balonmano, fue imputado en 2011 por haber presuntamente desviado, junto a un exsocio, 6,1 millones de euros de dinero público que habrían alimentado las cajas de varias sociedades pantalla, entre ellas, Aizoon.

Sonrientes, los abogados de la infanta salieron visiblemente aliviados, hablando de una declaración "ejemplar". "Su Alteza ha sido firme, taxativa, serena, ha contestado afirmativamente, negativamente, y en algunos asuntos subrayando que no se acordaba porque seguramente todos nosotros tenemos lagunas de memoria cuando se refiere a cosas que han pasado hace diez, quince años", declaró uno de ellos, Jesús María Silva.

Los hechos que se imputan a Urdangarin se remontan a los años 2004 a 2006, cuando este presidía la fundación Noos, una sociedad sin ánimo de lucro, que tenía a la infanta en su consejo de administración.

El mismo abogado había indicado antes de la declaración la estrategia de la defensa: "esa inocencia (de la infanta) pasa obviamente por su fe en el matrimonio y el amor por su marido".

Según Silva, Cristina siempre estuvo al margen de las actividades de Aizoon, de la que "era socia", pero "a partir de ahí ella no intervino jamás en ninguna junta, no participó en ninguna decisión, no realizó ningún trabajo".

Esta línea de defensa fue puesta a prueba por el interrogatorio del juez, apoyado en varias facturas pasadas a Aizoon por la infanta. Como la del 20 de mayo de 2008 por la serie completa de los libros de Harry Potter, u otras por cursos de bailes o por una vajilla.

Una historia perfecta de mal final

Según una nota de El País de Madrid este caso implica el “descenso al infierno de una pareja ideal”. Es que hasta hace no poco tiempo “Urdangarin fue el deportista perfecto, el novio perfecto, el marido perfecto, el padre perfecto y el yerno perfecto, la pieza maestra de un matrimonio ideal y, oficialmente, feliz”.

“Él, alto, bien parecido, rubio, deportista, olímpico, medallista, baluarte del equipo más laureado del balonmano español, de familia católica, de origen vasco y arraigo catalán. Y Cristina de Borbón: infanta, noble pero con un sentido pequeñoburgués del trabajo, discreta, moderadamente independiente, moderna, primera mujer de la realeza española con título universitario”, recuerda la nota.

Su unión era una “bendición” para la monarquía española. Se casaron en Barcelona. Tuvieron cuatro hijos en seis años. Ella trabajaba en La Caixa y él completaba sus estudios de negocios. “Todo cuanto se escribió durante unos años de la feliz pareja contribuía a consolidar el discreto encanto de la normalidad”, recuerda El País de Madrid.

Se conocieron en 1992 y ella se obsesionó por él, según el libro Infanta Cristina. “Es una mujer terca y obsesiva. Se obsesionó por él. Iñaki tuvo muchas dudas, estuvo muy indeciso y llegó a simultanearla con Carmen Camí, pero ella estaba empeñada en casarse. Hay un momento en que todo se precipita. Cristina tenía más cabeza. Iñaki era sota, caballo y rey”, dice la nota citando una fuente no oficial del Palacio.

Pero ahora la causa judicial revela correos electrónicos que alejan a la pareja de esa imagen ideal. “Iñaki no parece el marido perfecto a tenor de algunos correos que obran en poder de la justicia. Su correspondencia deja al desnudo muchas cosas, aspectos desconocidos hasta entonces de su actividad profesional y circunstancias muy llamativas de su vida personal, simpatías y antipatías”, afirma el matutino.