Parece que el origen de la cosa está en Quevedo. Algunas versiones dicen que le apostó a sus amigos que llamaría “coja” a la reina Mariana de Austria, que era renga. Compró dos ramos de flores (uno de claveles blancos y otro de rosas rojas) y se presentó ante ella en la plaza. Extendió los brazos ofreciéndole los dos ramos y le dijo:
Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja. / Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja.
El calambur siguió su historia y un día se topó con Santiago Tavella, que los empezó a coleccionar, aunque prefirió los más subidos de tono:
Tenías que ver lo cachondo que se ponía Alberto Carlos Bustos al ver tocarlos bustos.
Cuando ve mi miembro es imposible que viendo el sable Elsa hable.
Su habitación de trabajo es amplia pero tiene de todo y queda muy poco espacio libre. Aparatos e instrumentos para grabar música, libros, pinturas… En la pared hay también cuadros suyos que expuso hace unos años y donde se lee “Puta” o “Pajero”, una computadora Mac blanca y alguna silla para visitas.
Hay mucha cosa porque él hace mucha cosa. Dice que no se cree el rollo de “soy escritor” y tampoco le pasa con la música. “Yo uso la música. Uno tiene ideas y más o menos domina unos lenguajes y usas un poquito de esto y de aquello. Soy super disperso y creo que tiene que ver con eso. Estoy acá y grabo alguna cosa con la guitarra y al rato me pongo con un dibujo…”.
La primera cosa que decidió hacer fue pintura, a los 13 años. Estudió hasta los 20 y pico con Miguel Ángel Pareja y a los 15 arrancó con la música. “Me acuerdo que empecé a estudiar piano. Hice dos meses y dije no, esto no es para mí. Estudié guitarra y después me largué con el bajo. A fines de cuarto año del liceo empezamos a hacer algo con los Musso y en el 80 arrancamos con el Cuarteto”.
Pero el germen del artista plástico quedó ahí y el libro viene con una especie de tarjetas gigantes donde están sus dibujos. “No soy diseñador gráfico, pero empecé a trabajar en la computadora y salieron. En la edición anterior estaban intercalados y ahora están como para que les des un uso”. Su faceta plástica tiene también otro escenario: Tavella es el director del Subte municipal y ha sido curador durante muchos años.
El calambur
“Este tipo de escritura… aunque tiene una parte de disciplina, tuvo mucho tiempo de empollamiento y de juego. Desde fines de los 80 veníamos con esos chistes pero internamente. En el 94 aparecen en alguna canción pero fueron quedando ahí. En determinado momento empecé con la idea de hacer un diálogo en el que aparecieran estas cosas. Fue evolucionando y en 2001 hicimos algo en público con el Cuarteto. Y ahí empecé a escribirlos y no solamente coleccionar calambures”.
Te conté que estuve con le marido de Susy, que me contó que de tarde si la vieja duerme le ataca el sonambulismo, se levanta dormida y empieza a cantar como Tita Merello, durante
Su siestita, Susy es Tita
Roberto Musso contribuye. “Los dos suministramos, pero yo los escribo y les busco la vuelta. Hay cosas que son muy rebuscadas”.
Cuenta que lee bastante. De adolescente, a Cortázar, García Márquez y los latinoamericanos. “Me interesaba mucho todo el rollo humorístico británico. Otro que me gusta mucho es David Lodge”. Hace poco leyó una antología que se llama “En celo” y le gusta Henry Millar. De los uruguayos, sigue a Ercole Lissardi.
Le podría decir que está para el “cachondeo” (una palabra que usa cada tanto) pero justo su hija está por salir a patinar y él reclama la despedida desde su silla.
- ¡Un beso a papi! ¡Un beso a papi eh!
La niña baja a despedirse. Ella también estuvo en el Solís el día de la presentación y se divirtió mucho escuchando calambures, aunque seguramente se le escaparon la mayoría de las cosas. El que entiende todo es el hijo mayor, que tiene 19. “A él lo tengo podrido con los calambures”. Se ríe. Asegura que no le embolan las entrevistas, pero es mejor dejar antes de que se aburra.