Por mi bandera y por Bolívar

No voy a decir que éramos pobres, pero la comida en mi casa era rústica: chuletas, arroz, puré, milanesas….

Actualizado: 20 de noviembre de 2009 —  Por: Marujiji

Un día hubo invitados a cenar. Yo tendría unos ocho años y, gracias al matrimonio convidado, pusimos los platos grandes (todos iguales) y conocí la salsa carusso con champignones.

Poseída por la novedad y por mi proverbial angurria, me serví cuatro platos de capelettis.

Pagué el exceso con seis días de internación, tres de suero y cientos de paños helados en la panza. Pero la gran secuela llegó años más tarde, cuando se eligieron los abanderados de la escuela. Hubo paridad de notas y se desempató por inasistencias. Yo tenía seis. La que salió abanderada, cero.

No había vuelto a comer champignones hasta ayer. Mi madre me había llamado para consultarme qué le ponía al pollo relleno que me mandaba desde Treinta y Tres.

_ ¿Te gusta con champignones?

_ Mami, ¿no te acordás que no los soporto?

_ ¡Ah! Me confundo con tus hermanos. Me confunde quién es que no come cada cosa…

_ Mami, yo perdí el pabellón nacional por los champignones.

_ Ahhh… Siempre me olvido…Bueno.

Ella trabaja en el hotel de Treinta y Tres. Al día siguiente me llama para decirme que me manda la comida en una caja. Y me cuenta que le llevó el pollo al cocinero del hotel, Bolívar, para que se lo hiciera a las brasas, porque queda mejor, dice.

_ Además del pollo te mando algo más. Porque como vos siempre se los elogías tanto, Bolívar te quiso hacer un par de omelettes.

_ ¡Me encantan los omelettes de queso de Bolívar! ¡Son los mejores! Decile que muchas gracias.

_ Sí, pero esta vez, como no había del queso que te gusta, les puso champignones. ¿Vos comés champignones, no?

_ Sí, como. Como- dije. Y cortamos.

Llegó la caja. La abrí, respiré hondo y comí. Con champignones y todo. Ya había perdido mi bandera por culpa de ellos. Dejar de honrar a Bolívar sería demasiado.

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Ilustración: Oscar Scotellaro.