Ese día Mujica cumplía dos años en el mandato y decidió, con tino, no hacer un balance permanente de su gestión ante cada consulta.
Pero lo decidió tarde. Ya había dado varias entrevistas que esa mañana salieron en dos diarios y un semanario. Además, tuvo su columna semanal en la radio M24 y esa noche hizo una cadena nacional. Un combo completo, habitual en un presidente con incontinencia verbal.
La oposición coincidió ese día en una crítica: Mujica anuncia mucho, concreta poco. Es cierto, pero es solo una parte del problema; el error más notorio de la comunicación del presidente es que anuncia cualquier cosa, en cualquier lado, en cualquier momento.
En general, Mujica no lanza grandes proyectos o intenciones del gobierno que después se trancan, no da grandes ideas que se detienen por la burocracia o por enfrentamientos políticos. Mujica dice lo que quiere sobre cualquier punto sin medir el alcance ni las consecuencias, sin responsabilidad presidencial.
Con su estilo instala un clima de permanente debate en donde no importa de qué se discute. El gobierno parece preocupado en la agenda menor, en instalar el tema mediático semanal en la tapa de los diarios en lugar de los grandes asuntos del país.
El presidente tiene una insólita impunidad mediática/política. Puede dar datos erróneos del censo de habitantes (con análisis incluido) o hacer una declaración machista y lamentable sobre la violencia doméstica.
También puede desairar a sus ministros de forma pública y decir que tirará un proyecto de Ley de medios a la basura tres días antes de que el ministro de Industria lo presente en público.
Mujica es capaz de alabar al presidente de la Administración de Salud del Estado y decir que es el “poeta de la medicina” y echarlo 15 días después porque en dos años nunca siguió sus lineamientos, a pesar de ser de su propio sector político.
Mujica puede todo y, lo peor, es que lo puede todo el tiempo. Del 9 al 14 de febrero fue tapa de prensa seis días seguidos. Seis días seguidos haciendo anuncios en diarios, mientras el secretario de Presidencia Alberto Breccia comunicaba, el viernes 10, en conferencia de prensa que Mujica le pidió a los legisladores que no presten tanta atención a los medios.
Es cómico imaginarse las caras de los legisladores frentistas, que se enteran de las decisiones del presidente por la prensa, cuando les piden que no lo lean.
Nadie desconocía el estilo de Mujica. Pero él y sus asesores sabían que tenían que cuidar su presencia permanente en los medios. Mujica había previsto un ministerio de Presidencia, lo anunció incluso en la transición. Como tantas otras propuestas, fue un anuncio sin previsión, un proyecto sin un estudio mesurado de las posibilidades. Obviamente fracasó y con ese fracaso quedó por el camino la idea de cuidar los dichos de Mujica.
A su incontinencia se le suma la avidez de los medios por tener cualquier cosa de Mujica. El presidente se encontró con la facilidad que le dieron varios medios de prensa: el semanario Búsqueda, el diario La República y, recientemente, del diario El Observador. Cada uno estuvo dispuesto a repetirle todo lo que dice, cualquier cosa, en cualquier momento. A eso se le suma su presencia permanente en los informativos de televisión, repetida en cada una de sus tres emisiones.
Ahora parece que el medio que más le publicó pensamientos, que lo colocó en el 75 % de las tapas semanales, se cansó. “El presidente podrá continuar lanzando ideas nuevas todas las semanas, pero ya no importarán tanto y, mucho menos, sorprenderán como al principio”, dijo Claudio Paolillo, editor en jefe del semanario Búsqueda, el mismo 1 de marzo.
Pero la actitud de cortar esta desprolijidad tiene que ser del mandatario, no de los medios.
El gobierno ha dicho que 2012 es el año bisagra, el de concretar. También es momento de afinar y enderezar la forma en que el presidente comunica.
Mujica va a mantener siempre su tono, su forma de ser y decir. Y está bien. Nadie va a pedir que traicione su esencia. Nadie le pediría que evite sus silencios al hablar, por ejemplo.
Es un año bisagra, un año para acompañar la postura estética-reflexiva con verdadera reflexión.
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