Pinochet también era infiel

Un libro presentado hace pocos días en Chile, trata la vida del dictador y su familia. La investigación da cuenta del auge y la caída de quienes tuvieron el poder absoluto y de la relación extramatrimonial que Pinochet tenía con una ecuatoriana.

Actualizado: 05 de junio de 2009 —  Por: Diego Muñoz

Pinochet también era infiel

Sin datos (Todos los derechos reservados)

"Llegaba a las siete y media de la mañana a La Moneda, acostumbraba a dormir siesta y prefería la cazuela que le preparaba su madre al caviar que su mujer, Lucía Hiriart, le exigía que comiera en su calidad de 'Presidente de Chile'.

En el despacho del segundo piso que habitó Augusto Pinochet durante el régimen militar, todo debía brillar como espejo antes de su llegada, excepto el mueble de madera que el general guardaba bajo siete llaves en su oficina.

Allí almacenaba las cartas de Piedad, una bella mujer quiteña de cabello castaño y ojos claros que el dictador conoció en los 50 en Ecuador y con la que mantuvo contacto hasta los últimos días de su vida, a sabiendas de que este secreto podía costarle su matrimonio".

Así comienza el libro 'La Familia. Historia Privada de los Pinochet' escrito por los periodistas Claudia Farfán y Fernando Vega. Los periodistas decidieron escribirlo en 2006, cuando Lucía Pinochet, la primogénita, fue detenida en Washington tras el descubrimiento de la cuenta secreta que su padre tenía depositada en el banco Riggs. Tres años después, el libro es una realidad y un éxito de ventas. La editorial Random House Mondadori puso en las librerías 3.000 ejemplares y ya trabaja sobre la segunda edición.

Farfán contó a El Mundo que Pinochet y Piedad se conocieron cuando el dictador fue enviado a Ecuador, en una misión que tenía por objetivo organizar la Academia de Guerra de ese país. "Entre los años 1956 y 1959 la pareja se codeó con la crema y nata de la sociedad ecuatoriana. Fue entonces cuando el oficial chileno y Piedad, una belleza de pelo castaño y ojos claros, se enamoraron perdidamente", dijo la periodista.

Enterada de la infidelidad de su esposo, Lucía Hiriart regresó a Chile, donde tuvo a Marco Antonio, el cuarto hijo de la pareja. Finalmente el matrimonio se recompuso y la pareja tuvo otra hija, Jacqueline, aunque la relación extramatrimonial se mantuvo e incluso Piedad hizo un viaje furtivo a Chile en 1983, cuando en pleno apogeo de la dictadura, nadie pestañeaba sin el consentimiento del dictador. La historia del gran amor de Pinochet fue mantenida como secreto de Estado y ahora, tres después del fallecimiento del personaje, sale a la luz pública.

Los autores ingresan en la vida privada de la familia que tejió su futuro en estrecha relación con el padre, del que sus miembros no quisieron ni pudieron separarse. El relato busca contribuir a comprender las razones que llevaron a los Pinochet a aferrarse al poder durante diecisiete años. "Descubrimos la absoluta dependencia –psicológica y material- de la esposa y de los hijos, ya adultos, en la figura paterna. Una dependencia que los convirtió en desvalidos, tras el fallecimiento de Pinochet", manifestó Vega.

La influencia de Hiriart

El libro describe la metamorfosis que experimentó el matrimonio, que vivía con lo justo, cuando Augusto Pinochet y Lucía Hiriart asistieron a los funerales de Francisco Franco –a quien Pinochet profesaba una admiración sin límites- siendo luego recibidos por los Reyes en el Palacio de Moncloa. Hiriart se sintió deslumbrada por los lujos de la corte y de regreso a Chile, decidió que debían remozar su residencia y se empeñó en "civilizar" a su marido, en el sentido de refinar sus modales. "La cazuela (una sopa de pollo con verduras) que le preparaba su madre, fue reemplazada por el caviar u otros manjares. El general comenzó a visitar al mismo sastre que vestía a Salvador Allende, el extinto presidente socialista a quien Pinochet profesaba un odio visceral", revela la investigación.

Farfán y Vega cuentan que durante los casi dos años que permaneció detenido en Londres, el dictador llamaba constantemente por teléfono a un amigo ecuatoriano. Una de las pocas personas ante quienes se permitió llorar, cuando hablaba de su desamparo y de lo mucho que extrañaba a Chile.

El libro también revela que en 2004, acosado por la justicia de su país le confesó a su hermana Adelina que estaba harto de vivir y pidió que, llegado el momento, cubrieran su ataúd con la bandera chilena. Pinochet nunca se recuperó totalmente de la depresión en la que cayó a causa de sus turbios manejos financieros, propulsados por la codicia sin límites de los suyos.