Lo único diferente fueron los gestos. Los blancos demoraron 20 miunutos, se abarazon y celebraron; los frentistas demoraron una semana y ni sonrieron para anunciar el acuerdo. Luego el FA intentó arreglar el papelón y puso toda la emoción y efusividad necesaria en el Plenario.
Pero, más allá de las imágenes y las fotos, ambos partidos llegaron a lo mismo: una fórmula para ganar donde los candidatos a vicepresidente dicen que están por obligación.
“En el fondo de mi alma frenteamplista siempre supe que iba a estar donde el Frente Amplio dijera, y si el FA entiende que yo debo integrar la formula, aquí estoy. Ese es el fundamento y la razón por la cual voy a acompañar a Mujica”. Así resumió Danilo Astori, el 6 de julio en la sede de su partido, por qué acompaña a José Mujica en la fórmula del FA. No es Astori quien entiende que debe estar, es el partido; él obedece.
El 28 de junio, en la noche de las elecciones internas, Jorge Larrañaga anunció que va a acompañar como candidato a vicepresidente a Luis Alberto Lacalle. Hubo abrazos y emoción, pero Larrañaga no ocultó una elección forzada por la causa: “La libertad no consiste en hacer lo que uno quiere, consiste en hacer lo que uno debe (...) como tengo el concepto del deber- el concepto del deber implica claramente que uno tienen que hacer lo que debe de hacer- lo demás ya no le pertenece, lo demás queda de lado”.
Según Larrañaga, bastaron 20 minutos para llegar a un acuerdo, para que él decida que lo importante era el partido y ganar.
¿Cuál es el mérito de unir dos propuestas con diferencias importantes en un par de minutos, sin negociar las mismas? ¿Cuál es el fin de unir dos voluntades que después de ocho días de negociaciones no llegan a un acuerdo? Parece que estemos ante distintas formas de hipocresía política que tienen un mismo y único fin: superar al adversario.
La mayoría de los analistas políticos elogió la velocidad de los blancos y el golpe de efecto que generó un abrazo emocionado. Según esa lógica, Mujica y Astori fallaron dos veces, demoraron una semana y no sonrieron el día de la presentación de la fórmula. Pero aprendieron enseguida que eso es lo importante: se abrazaron y se emocionaron en el Plenario.
Ahora ambas fórmulas tienen sus fotos alegres con los brazos al cielo. ¿Será entonces el momento en que los analistas hablen de la credibilidad?
Ninguno de los que votó a Jorge Larrañaga o a Danilo Astori tiene la más pálida idea de qué es lo que se acordó, si es que se acordó algo. Muchos de esos votantes son fieles a sus partidos y seguirán – como lo hicieron Larrañaga y Astori- lo que les dicte su fuerza política. Por deber.
Pero muchos otros uruguayos piensan y deciden por propuestas, por ideas. A ellos se los ignora, se les pide que se embanderen en algún sector por simpatía o encantamiento. Y se les pide que voten por deber a una causa que no sienten, porque sus intereses no son partidarios ni heredados.
Larrañaga va a perder su propuesta de Guardia Nacional para mejorar la seguridad porque Lacalle la descalificó en las internas. Además, él consideraba que Lacalle es de derecha y que una prueba de eso es que quiere bajar la edad de imputabilidad de los menores. ¿Se resignó en 20 minutos a ser de derecha y bajar la edad de imputabilidad?
En 2005 Astori no quiso al MPP en ningún área de la Economía. ¿Cómo hará ahora para zanjar las enormes diferencias de criterio? Astori dijo una y otra vez durante su campaña que tenía muchas diferencias con Mujica, las escribió en su página. ¿Por qué no aclaró ahora cómo las va a manejar si es que las va a plantear?
Las preguntas no tienen respuestas. Y no las tienen porque los que perdieron optaron por el deber partidario, por el apuro electoral. Antepusieron el triunfo a sus propuestas.
Quizá cuando salgan a convencer a quienes los votaron en las internas pueden apelar a su razonamiento y pedirles un voto hipócrita y una sonrisa.
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