Jorge Sarasola

Cómo el Partido Conservador británico se devoró a sí mismo

El objetivo de ofrecer el referéndum por el brexit era unir al Partido Conservador. Lo opuesto ha sucedido.

Actualizado: 28 de marzo de 2019 —  Por: Jorge Sarasola

Descripto coloquialmente como una máquina de ganar elecciones, el Partido Conservador ha gobernado el Reino Unido por la mayor parte de la historia reciente. Con la excepción del hiato generado por la década en que Tony Blair y Gordon Brown estuvieron en poder (con políticas más centristas que izquierdistas), los gobiernos laboristas en los últimos cien años han aparecido en cuentagotas: Clement Atlee (1945-1951), Harold Wilson (1964-1970; 1974-1976) y James Callaghan (1976-1979). Medido tanto por su larga historia como por su hegemonía reciente y figuras destacadas (Margaret Thatcher, Winston Churchill), el Partido Conservador es una de las agrupaciones políticas más exitosas del mundo democrático.

Margaret Thatcher. AFP

Según el reconocido filósofo de la Universidad de Oxford, Anthony Quinton, el conservadurismo británico se basa en tres principios fundamentales: el respeto por la tradición, la preferencia por los cambios graduales e incrementales por sobre aquellos radicales y emparejadores y un sano escepticismo hacia las ideas abstractas. En palabras del historiador Colin Kidd: “Los conservadores creen que la sabiduría acumulada a través del tiempo toma precedencia sobre las soluciones imprácticas de soñadores socialistas.”

Pero si estos son los principios que atraen a uno hacia el conservadurismo, la camada actual de gobernantes ha hecho un gran esfuerzo por sabotearlos. David Cameron ofreció un referéndum para determinar el lugar del Reino Unido en la Unión Europea por dos razones entrelazadas. En primer lugar, la amenaza electoral causada por el auge de UKIP, un partido cuya raison d'etre era abandonar la UE y que había comenzado a atraer votantes conservadores. Pero la segunda y principal motivación concernía a las disputas dentro del partido. Ofrecer el referéndum en su programa de gobierno le garantizó a Mr. Cameron el apoyo de los euroescépticos conservadores previo a la elección nacional de 2015. Aún más relevante, ganar el referéndum hubiese significado enterrar esta disputa interna de una vez por todas, consolidando su versión de “conservadurismo compasivo”, con figuras jóvenes más progresistas e internacionalistas que aquellos parlamentarios pro-brexit representantes de una anticuada veta nacionalista en el partido.

Confiado por las victorias en las elecciones de 2010 y 2015, así como por haber triunfado en el referéndum por la independencia escocesa de 2014, es fácil imaginarse cómo el ex-Primer Ministro creyó que esta campaña iría viento en popa. El resto, claro está, es historia. Mr. Cameron renunció el 24 de junio de 2016 frente a 10 Downing Street, un año después de haber logrado una mayoría parlamentaria.

La renuncia de David Cameron

¿Cómo se convirtió una disputa respecto a la UE en un cáncer dentro del Partido Conservador que se ha esparcido y parece inextirpable? Vale aclarar que no siempre hubo un escepticismo desmedido hacia la UE dentro del partido. Como explica Colin Kidd, Winston Churchill habló eufóricamente de los “Estados Unidos de Europa” y Harold MacMillan fue el Primer Ministro que buscó acceder al Área Económica Europea. Edward Heath fue quien llevó al Reino Unido al Mercado Común Europeo en 1973 y Margaret Thatcher le dio la bienvenida al Acta Única Europea en 1986. Todos líderes conservadores.

De hecho, entre 1970 y 1985, los votantes laboristas y muchas de sus principales figuras, como Tony Benn y Neil Kinnock, eran más euroescépticos que sus rivales. En los años post-Thatcher, durante el mandato del conservador John Major, reemergen los parlamentarios euroescépticos dentro del gabinete de ministros, a quien el líder se refiriera en su momento como “los bastardos.”

Durante la década en el poder de Mr. Blair y Mr. Brown (1997-2010), cuando tanto la izquierda como el país entero se europeizó, el euroescepticismo perdió credibilidad y popularidad. Como explica George Eaton, el sentimiento anti-UE solo se mantuvo en vigencia durante esta etapa gracias al trabajo de think-tanks de derecha como el Adam Smith Institute y el Institute of Economic Affairs; publicaciones como el Daily Telegraph y el Spectator; y dueños de medios como Rupert Murdoch. Fue recién en 2016 que el Partido Conservador devino en el partido del brexit.

Theresa May asume como Primer Ministra bajo el mantra: “Brexit means Brexit”. AFP

Esto nos conduce a la actualidad, donde hay cuatro tribus diferentes dentro del partido. La primera es constituida por un gran número de parlamentarios que, como Theresa May, votaron remain aunque hoy apoyan un tipo de brexit categórico pero realista. La segunda incluye a otros parlamentarios remainers que han hecho las paces con el resultado del referéndum, pero que a diferencia de la Primer Ministra apoyan un Soft Brexit (brexit suave), sugiriendo permanecer dentro del mercado común o la unión aduanera. La tercera tribu es integrada por una insignificante minoría de remainers que claman por un segundo referéndum. Por último, la agrupación que hoy tiene todas las cartas en la mano es integrada por los brexiteers más intransigentes, aquellos que hicieron campaña para abandonar la UE y desde el primer día defienden un Hard Brexit (brexit duro), que han votado en contra del tratado de la Primer Ministra en sucesivas ocasiones.

Este último grupo, que ostenta entre cuarenta y sesenta miembros, se ha unido bajo el nombre de European Research Group (Grupo de Investigación Europea). En efecto, se ha transformado en un partido dentro del partido que mantiene a la Primer Ministra como rehén. Tienen sus propios líderes – Jacob Rees-Mogg y Steve Baker –, sus propias instrucciones sobre cómo votar en la Cámara de los Comunes y sus propias reuniones y estrategas electorales.

Si uno observa lo ocurrido durante estos últimos tres años de negociaciones, resulta increíble la influencia que este grupo – y sus secuaces en la prensa – han ejercido a la hora de moldear la narrativa sobre el brexit. Ellos han insistido que salir sin ningún acuerdo no sería catastrófico, una posición que es cada vez más popular entre leavers. Ellos han sido los principales opositores a la Irish Backstop (salvaguarda irlandesa) inscripta en del acuerdo negociado por Mrs. May, que ha estancado las negociaciones. Ellos se han opuesto vehementemente a cualquier alternativa, desde un segundo referéndum hasta un Soft Brexit, denigrando estas opciones como una “traición a la voluntad del pueblo.”

Jacob Rees-Mogg, líder de facto del Grupo de Investigación Europea. AFP

Muchos integrantes de este grupo son quienes tienen una visión del Reino Unido post-brexit más aterradora para aquellos en la izquierda. Cuando le preguntaron a Nigel Lawson cuál era el objetivo del brexit en julio de 2016, él respondió: “Terminar el trabajo que comenzó Margaret Thatcher.” En otras palabras, desregulación. En mayo de 2016, Priti Patel, una ultra-brexiteer, declaró que cortaría a la mitad la legislación europea en material social y laboral. En otras palabras, recortar los derechos de los trabajadores. El modelo económico para la Gran Bretaña post-brexit que suele atraer la atención de este grupo es el de Singapur.

Retornando a aquellos principios fundamentales del conservadurismo, uno podría resumirlos con una palabra bien británica: pragmatismo. Pero si hay algo que ha caracterizado al Grupo de Investigación Europea es su carencia de dicha virtud. Para ellos, no hay ningún tratado que Mrs. May pueda traer a la mesa que sea satisfactorio. Esto es por el simple hecho de que no hay ningún acuerdo posible que pueda casar las estrafalarias promesas realizadas durante la campaña con la cruda realidad actual. Solo votarían por su tratado por miedo a quedarse sin brexit en caso de rechazarlo – como bien puede suceder en las próximas semanas.

Algunos dirán que esta crisis está siendo exagerada, ya que luego de nueve años en el poder y acalambrados por tres años de negociaciones funestas, los conservadores aún están por encima del laborismo en la intención de voto. Pero esto obedece a la inoperancia de Jeremy Corbyn como líder de su partido y a las profundas fracturas en filas opositoras. El desencanto del público para con sus representantes es encapsulado por esta reciente encuesta. Respondiendo sobre quien creen que está de su lado en las negociaciones, los encuestados le dieron un 15% a Mrs. May, 11% al parlamento y 60% a ninguno.

Los días de Mrs. May están contados. Si hay algo que se puede afirmar con certeza en estos tiempos de incertidumbre es que la actual Primer Ministra no será la cara de su partido en la próxima elección nacional. Dado que los miembros y delegados conservadores son fervientes defensores del brexit, hay grandes chances de que el próximo líder sea un brexiteer proveniente del Grupo de Investigación Europea. Boris Johnson, Michael Gove, Dominic Raab, David Davis, Penny Mordaunt y Andrea Leadsom pelearán por las llaves de 10 Downing Street. Pero, en las sombras, aquellos conservadores afines a la ideología europeísta de Mr. Cameron ya lucubran sobre cómo recuperar su partido.



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