Enrique Clausen nació en Uruguay, se crío en Argentina y dejó la carrera de ingeniería industrial porque, tras un viaje a Bariloche, descubrió la pasión por escalar. Hoy, Clausen está a punto de intentar hacer cima en el Everest, algo que ningún uruguayo ha conseguido hasta ahora.
Tenía tres años cuando la familia de Clausen se mudó a Argentina. Después de un tiempo en Buenos Aires se instaló en Córdoba. Ahí fue a la escuela y al liceo. “Cuando estaba terminando el liceo empecé a escalar en roca, un deporte que me fanatizó”, contó a 180 desde uno de los campamentos de altura, camino a la cima del Everest.
“Al finalizar el liceo empecé a estudiar Ingeniería industrial y sobre el final del año viajé a Bariloche. Y al volver dejé de estudiar Ingeniería y me fui a estudiar a Mendoza donde había una carrera de escuela de guías de montaña. Ahí empezó todo”, dijo Clausen.
Estudió dos años y cuando se recibió empezó a trabajar en el Aconcagua. Llevaba las cargas de los campamentos bases a los campamentos de altura y era asistente del guía. Al día de hoy tiene 36 cumbres allí.
Fue cuando comenzó a trabajar en la empresa de los hermanos Benegas, dos escaladores (Willie y Damián) muy reconocidos internacionalmente dueños de una compañía que vende expediciones a distintas partes del mundo, cuando se le presentó la chance de su vida.
En 2018 viajó a Nepal para guiar a un cliente a subir una montaña de 6.100 metros. Una vez allí surgió la posibilidad de intentar subir el Lhotse, una montaña de de 8.540 metros que está justo pegado al Everest. Incluso, hasta el campamento tres de altura comparten la misma ruta. “Y junto con Willie, Damián y su cliente lo escalamos”, explicó.
Este año volvió al sitio pero redobló la apuesta. Junto con Damián Benegas guiará hacia la cima del Everest una expedición comercial con cinco clientes: un canadiense, un estadounidense, una inglesa y dos argentinos.
La preparación
La expedición al Everest dura casi 60 días. “Es una expedición muy larga”, contó Clausen y dio detalles de la travesía. “La expedición comienza mucho antes, en la casa de uno. Antes de emprender el viaje a Nepal hay un trabajo muy grande de planificación. Coordinar con los clientes, con la empresa que presta los servicios acá, hacer las compras en tu país. Yo compré polenta, lentejas, yerba y muchas cosas más. Quince kilos de polenta y 15 de yerba me traje. Cuando sumás el exceso de equipaje y cuando hacés los cálculos de cuánto costó, es el quilo más caro del mundo”, comentó entre risas.
“Una vez que se llega a Katmandú hay que estar entre cinco y siete días para preparar la parte de la logística, armar cargas para enviar al campamento base, armar cargas para la parte del trekking, planificar la aproximación al campamento base y hacer las compras que faltan”, explicó Clausen.
Después de eso comienza el trekking de aproximación. Desde Katmandú hay que volar a Lukla y aterrizar en uno de los aeródromos más peligrosos del mundo. La pista propone la dificultad de que los aviones aterrizan en subida, despegan en bajada, termina en un precipicio de mil metros y está entre montañas inmensas. Por si fuera poco, casi siempre está nublado.
“Una vez que llegás a Lukla ya estás en el Valle de Khumbu y ahí empezás el trekking que te lleva al campamento base del Everest. Llegar son unos 10 días. Hacés un tramo diario de trekking de cuatro o cinco horas, llegás a unas casitas de té, parecido a un hotel pequeño que se llaman lodges, ahí dormís y al día siguiente seguís caminando al siguiente”, contó Clausen.
Al comenzar el ascenso en el Valle de Khumbu ya no hay vehículos. “Son senderos y todo el traslado de cargas se hace a través de los porteadores o mulas. Y un poco más arriba en el valle, casi llegando al campamento base utilizan los yaks, unos animales autóctonos parecidos a una vaca con una mezcla de buey, todos peludos. La verdad es que son unos bichos fantásticos y hermosos. Lo utilizan ahí porque hace mucho frío y no más abajo porque no aguantan una temperatura más elevada”, explicó el uruguayo.
“Este trekking es muy famoso mundialmente y hay mucha gente caminando. Pero aún así es un trekking increíble por los paisajes que hay. El sendero es casi de dos metros, al costado de los acantilados, puentes colgados de 300 metros, los poblados, la cultura nepalí. Al menos una vez en la vida vale la pena realizarlo”.
El campamento base
El campamento base está a 5540 metros sobre el nivel del mar. Allí la expedición se afinca alrededor de un mes. “Tiene una carpa comedor donde estás la mayoría del tiempo, una carpa cocina, una carpa depósito y después las carpas personales. Así se van pasando los días. Mientras se hacen subidas a los campamentos de altura uno también está acá en el base descansando”, dijo Clausen.
“La vida acá es divertida. Todo el folclore que hay. Cada empresa tiene su pedacito de tierra, donde arma su campamento cada año en el mismo lugar. Hay diferentes culturas, campamentos de gente china, nepalí, indios, estadounidenses, una mezcla de cultura muy interesante”, explicó.
Vivir fijo a 5540 metros exige descanso y por eso hay varios días de ocio. “El cuerpo siempre está luchando para sobrevivir”, contó Clausen. “Mientras se hacen subidas a los campamentos de altura uno también está acá en el base descansando”, agregó.
Parte de las tareas de los guías por esos días es coordinar la logística de los campamentos de altura, trabajar con los que suben y bajan cargas e incluso acompañarlos a los campamentos de altura. “La vida se va pasando, te metés en tu mundillo, cada campamento es tu mundo, te focalizás en la preparación y subir esta montaña tan grande”, comentó.
En el campamento base hay un grupo de tres o cuatro médicos que están toda la temporada en el Everest con su carpa consultorio para atender a quienes lo necesitan. Y también están los doctores de la cascada, sherpas encargados de fijar las cuerdas en la cascada del Khumbu.
La cascada
La tarea de los doctores de la cascada es clave debido a lo que pasa en ese sitio. La cascada del Khumbu es parte del glaciar de Khumbu. El campamento base está en la parte más baja del glaciar. En la más alta están el Everest, el Lhotse y el Nuptse que forman como una herradura y al pie de esas montañas es donde comienza el glaciar. “La primera parte es plana pero llega a un punto que hay un cambio muy grande de pendiente y también el valle se hace más angosto. Ahí el glaciar se quiebra y se resquebraja en miles de pedazos, se forman miles de bloques y grietas gigantes y se arma un verdadero laberinto para poder subir del campamento base al laberinto de altura uno”, explicó Clausen.
Es por eso que la forma del glaciar se modifica a diario. “A veces subís del campamento base al campamento uno y cuando querés bajar todas las condiciones cambiaron. Las grietas pueden ser más grandes, los bloques gigantes están caídos. Y los sherpas tienen que tener la ruta abierta”, contó.
Además de fijar cuerdas se ponen escaleras de aluminio. A veces son verticales y a veces conforman un puente. “Al comienzo da pánico. A veces las grietas son muy grandes y hay que empezar a unir escaleras horizontales, entonces se forman como 10 o 15 metros de escalera y la verdad es que es de terror pero uno lo va aprendiendo con la práctica”.
El último campamento de altura previo a la cima es el cuatro, a 8.000 metros de altura. “Cuando uno comienza el trekking comienza a ver montañas gigantes que parecen imposible de escalar y cuando empezamos a escalar el Everest y estamos a 8.000 metros, vemos ahí todas esas montañas, las vemos súper pequeñas. Y como diría un amigo mío más que aclimatar el cuerpo acá hay que aclimatar la vista. Uno piensa que va a tardar dos horas a llegar a un campamento y termina siendo seis porque las distancias son tremendamente grandes”.
El día de cumbre
Después de casi dos meses llega el día más esperado. Y, quizá, también el de mayor sacrificio. “El día de cumbre es un día largo. Hay que subir del campamento de altura cuatro, que está a 8.000 metros, hasta la cumbre y eso lleva 12 horas”, dijo Clausen. Doce horas para escalar 848 metros.
El momento de intentar hacer cumbre depende de dos factores. “Uno, obvio, son las condiciones del tiempo. El otro es saber cuántas personas van a subir ese día. Si bien hay partes que uno camina con facilidad hay otras que son mucho más técnicas, donde uno tiene que subir por una cuerda fija. Y si hay mucha gente se genera demasiado tráfico y embotellamiento, sobre todo cuando hay personas que no tienen capacidad técnica o experiencia tardan demasiado. Se le llama traffic jam y provoca que los que están atrás deben esperar. Es allí cuando uno se puede congelar. Hay que ir poniendo la balanza la decisión del día de cumbre esos factores”, explicó.
Clausen prefiere “sacrificar” los primeros días de buen tiempo y esperar que pase la mayor cantidad de expediciones y personas para, de esa forma, no subir con demasiada gente el día de cumbre. “Perdemos días de buen tiempo pero hoy con los pronósticos tenés una previsión a una semana y ahí tomamos la decisión”.
La experiencia no termina al hacer cumbre. “Llegás y sentís la satisfacción de haber cumplido el sueño y el objetivo, te emocionás mucho, pero después viene la parte de volver a la realidad, volver a la montaña. Siempre se dice que hacer cumbre es la mitad del camino. La mayoría de los accidentes suceden cuando uno ya está bajando la montaña, está súper relajado y deja de prestar atención a un montón de cosas. En mi caso depende de qué montaña haya subido y con quién. Si estoy con amigos o clientes, siente que sano y salvo tenés que volver al campamento base. Hasta que no estoy ahí no relajo mucho”, contó Clausen, ese uruguayo que desafía los 8.848 metros del pico más alto del mundo.